La SIP confía en que la 74ª Asamblea General que se realizará en Salta dentro de dos semanas se convierta en un pronunciamiento en defensa de la libertad de expresión y de prensa; que permita visibilizar las nuevas amenazas que atraviesa el ejercicio del periodismo en América, a manos del crimen organizado y los nuevos autoritarismos, y que permita una reflexión sobre el escenario informativo que se abre en el mundo por la revolución tecnológica, la cultura de la antiglobalización y la nuevas relaciones de poder planetario.
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La SIP confía en que la 74ª Asamblea General que se realizará en Salta dentro de dos semanas se convierta en un pronunciamiento en defensa de la libertad de expresión y de prensa; que permita visibilizar las nuevas amenazas que atraviesa el ejercicio del periodismo en América, a manos del crimen organizado y los nuevos autoritarismos, y que permita una reflexión sobre el escenario informativo que se abre en el mundo por la revolución tecnológica, la cultura de la antiglobalización y la nuevas relaciones de poder planetario.
En grandes trazos esos son los lineamientos con que se prepara la Asamblea.
La teleconferencia que ofrecerá el "periodista estrella del Watergate", Bob Woodward, reseña en gran medida esos objetivos.
Watergate y la democracia
Este ícono del periodismo de investigación sigue trabajando como editor asociado de The Washington Post. Es el mismo diario en el que a los treinta años de edad, junto con Carl Bernstein, hicieron "tambalear a Occidente" (o más o menos), al revelar un caso de espionaje político que derrumbó a Richard Nixon.
El 17 de junio de 1972 un grupo de ladrones fue arrestado en la sede del Partido Demócrata, en el edificio Watergate. La Casa Blanca habló de un robo de tercera categoría. Dos años después, Richard Nixon se convertiría en único presidente de los Estados Unidos que debió renunciar, acusado de obstruir la labor de la justicia para encubrir Watergate.
El delito del presidente apareció como "un asalto descarado y atrevido contra del corazón de la democracia estadounidense: la Constitución, nuestro sistema de elecciones libres, el Estado de derecho".
Periodismo de investigación
El caso denota la madurez profesional de ambos periodistas para evaluar la gravedad de lo que estaba ante sus ojos, para manejar su relación con la fuente, sin revelar su identidad y transmitir a las autoridades del diario la confianza que necesitaban para avanzar por un terreno lleno de riesgos.
Investigar al poder solo es posible si se trabaja sobre la verdad, pisando en firme sobre pruebas y dejando de lado la tentación ideológica que induce a invertir el orden informativo: una conjetura no es noticia.
Woodward y Bernstein son la prueba de lo que realmente es el periodismo profesional, que se identifica por la seriedad y la credibilidad, y distingue por lo mismo del amarillismo o el ideologismo.
Y esto también es destacable: el periodismo serio no voltea ni pone gobiernos, como suele asegurar la mitología antidemocrática. Una operación artera puede hacer daño, pero a la larga erosiona la credibilidad del medio y del periodista. El trabajo de Woodward y Bernstein es quizá "la mayor investigación periodística de todos los tiempos". Ambos pasaron, siendo muy jóvenes, por una experiencia que los convirtió en figuras de enorme dimensión política, cultural y hasta cinematográfica. Y ambos consagraron sus vidas a la investigación.
Ahora, Trump
Hace pocos días, Woodward -con 74 años- publicó su nuevo libro: "Fear: Trump in the White House" (Miedo: Trump en la Casa Blanca). El presidente Donald Trump es un enemigo del periodismo y trata de herir esta actividad en su flanco más delicado: la credibilidad. Woodward describe una Casa Blanca caótica. Avalado por una trayectoria excepcional, el libro de Woodward confirma infinidad de testimonios acerca de Trump y su administración.