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Conocé la historia del Indio Carbajal, el excampeón al que el boxeo le dio una vida de lujo y después se la quitó

A los 80 años, el ex campeón mosca hizo un repaso de su carrera, con los recuerdos aún instactos. Fotos: Javier Corbalán. Video: Federico Medaa. 
Sabado, 17 de marzo de 2018 22:51

La mano amiga del boxeo vino a acompañar a Demetrio Carbajal solo por tener el don de saber usar sus puños. Con él llegó la conquista, la gloria, la idolatría y, una vida de lujo, que se esfumó con el tiempo cuando se apagaron las luces del ring. Hoy ve que su gloria voló al pasado, dejándolo con la madurez de la vida, la pobreza, soledad y el olvido de muchos.

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La mano amiga del boxeo vino a acompañar a Demetrio Carbajal solo por tener el don de saber usar sus puños. Con él llegó la conquista, la gloria, la idolatría y, una vida de lujo, que se esfumó con el tiempo cuando se apagaron las luces del ring. Hoy ve que su gloria voló al pasado, dejándolo con la madurez de la vida, la pobreza, soledad y el olvido de muchos.


Durante sus épocas de gloria llenó por horas programas radiales, las ocho columnas de los periódicos. Los gimnasios estaban pletóricos de aficionados en espera de la foto o el autógrafo. Viajando siempre en primera clase, en los mejores trenes, barcos, recorriendo el mundo.

“Era tan pobre, tan pobre, que no tengo con qué pagarle al boxeo por la vida tan bonita que me dio y que sin él jamás hubiera conocido. ¿Soy conocido no?”, se pregunta el campeón.
 

Demetrio (46 triunfos, 7 derrotas y 10 empates) nació el 8 de octubre de 1937, en Jujuy. Con 80 años tiene sus recuerdos intactos, desde el primer día que se mudó a Orán, junto a su familia y sus nueve hermanos. La pobreza y el hambre eran sus compañeros de la vida. Trabajo en la calle desde los siete años, por lo cual sus puños se convirtieron en sus mejores aliados para defenderse de los que querían pasar por encima de su pequeña estatura.
En 1956, Tito Vélez, de la panadería Anta, armó un grupo de nueve muchachos para venir a Salta, donde Demetrio salió campeón. El Indio tuvo varias peleas como amateur. Ganó el título del noroeste argentino venciendo a la final a Cornelio Yapura.

Así se formó otro grupo para ir a Buenos Aires, recuerda Carbajal, integrado por Farit, Salinas, Martínez, el ciego Arroyo y pelearon en el Luna Park y quedó en los cuartos de final. Decidió quedarse a vivir Buenos Aires, porque viajar desde Orán era un costo económico muy alto.

“Era tan pobre, tan pobre, que no tengo con qué pagarle al boxeo por la vida tan bonita que me dio y que sin él jamás hubiera conocido. ¿Soy conocido no?”, se pregunta el campeón.
Demetrio hoy se levanta todos los días a las 6; vive en una pieza precaria donde guarda retazos de sus años de campeón, sus guantes, sus premios y sus recuerdos.


Por la tarde toma siempre el colectivo que lo lleva al club Caza y Pesca, donde entrena con mucha disciplina. Solo lleva con él su bolso, con la ropa de entrenamiento. A la par, un gran semillero de niños y jóvenes entrenan con el sueño de llegar a la cima.


“Llegué a ser sexto en el ranking mundial y tercero en el argentino. He peleado en Chile, Uruguay, Montevideo, Roma, Italia, con Salvatore Burruni con Horacio Accavallo y Carlos Rodríguez”, señaló, y añadió: “Lo conocí al Papa Juan XXIII. Me saludé con Carlos Monzón, Bonavena y el Mono Gatica y otros grandes”.

 
El Indio Carbajal era menudo, apenas llegaba a los 48 kilos; su personalidad era tan convocante en la categoría mosca que organizaron peleas de fondo en el Luna Park. “Lo noqueé a Miguel Ángel Bota a los 28 segundos, ni vio la piña que le pegué”, cuenta emocionado.


A pesar de haber ganado varias peleas en el ring, la vida le ganó por nocaut el día que falleció su hija mayor, Felisa, cuando apenas tenía 10 años por un problema cardíaco. “Ahí sentí que la vida me dio el peor golpe del cual no me pude levantar más”, recuerda con lágrimas en los ojos.


A los 28 años dejó el mundo del deporte para trabajar en el ferrocarril, donde se jubiló después de 38 años. Volvió solo a Orán con “cicatrices en su rostro” y también en su corazón.


 

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