La audacia le jugó en contra a dos ladrones cebados, quienes cayeron en sus propias trampas cuando menos lo esperaban. El primero tuvo la desgracia de quedar enganchado en las rejas de la vivienda donde ingresó a robar y el segundo fue atrapado cuando tuvo la "brillante" idea de cometer un hurto frente al Palacio de Justicia.
inicia sesión o regístrate.
La audacia le jugó en contra a dos ladrones cebados, quienes cayeron en sus propias trampas cuando menos lo esperaban. El primero tuvo la desgracia de quedar enganchado en las rejas de la vivienda donde ingresó a robar y el segundo fue atrapado cuando tuvo la "brillante" idea de cometer un hurto frente al Palacio de Justicia.
Víctor Evaristo Farías, un atlético joven veinteañero, hizo todas las cosas bien cuando se propuso cometer sus fechorías en una vivienda de barrio Unión, en la zona norte de la ciudad. Para ingresar a la propiedad puso a prueba su habilidad en escalar tapias y paredes. Nadie escuchó sus sigilosos movimientos.
El accionar de los ladrones noctámbulos se favorece en esta época del año por varios factores. Por las bajas temperaturas los moradores se refugian al calor del hogar y el encierro no les permite advertir lo que pasa en el exterior. Con este ambiente, la fisiología del sueño también se profundiza y hasta los perros pierden el olfato y rol de celosos guardianes.
Fue así que el joven Farías llegó sin problemas hasta el fondo de la vivienda y se apoderó de una soldadora eléctrica y un par de borcegos recién estrenados. Revoleó las viejas zapatillas y se calzó los "timbos" que para mitigar el frío le vinieron como anillo al dedo (mejor dicho, a los pies). Luego colocó la soldadora en un bolsa de nylon que encontró a mano y se aprestó a salir.
Miró en dirección al portón de rejas con punta lanza y pensó que ese lugar sería más adecuado para abandonar la morada con el botín. Pero el plan de Farías se vio frustrado cuando la botamanga del pantalón quedó enganchada en la reja. Con un pie al aire y otro aprisionado por la maldita reja, el ladronzuelo quedó virtualmente colgado.
Los esfuerzos por zafar resultaron en vano y en la desesperación por desprenderse se le cayó la bolsa con la soldadora y eso despertó al dueño de casa. Al advertir la situación, el hombre no hizo nada para auxiliarlo. Llamó a la policía y estos se encargaron de esa tarea. "Sabía que era difícil que se escape, porque estaba enganchado como un surubí", dijo el vecino.
Caja de perfumes
Otro que se pasó de rosca fue Gastón Ruiz Herrera, un conocido ladrón que era buscado por robos, uno de muchos que tiene en su haber, según la policía. Quien había solicitado su captura era la fiscal Romero Nayar, pero el muchacho quiso demostrar su astucia. Se propuso cometer un hurto en una farmacia ubicada frente a la Ciudad Judicial, donde paradójicamente tiene su despacho la fiscal y donde está la Alcaidía de Tribunales, cuyos efectivos ya tenían lista una celda para cuando lo detuvieran.
La cuestión fue que en el momento en que Ruiz Herrera salía del local con una caja de perfumes, se encontró de pecho con una patrulla policial. Los efectivos no le dieron tiempo a escapar. Ni siquiera tuvieron que usar el patrullero para llevaron al presidio que estaba a poco menos de cien metros del lugar donde lo "cazaron". Un policía dijo: "Esto le pasó por pícaro". En dicho lugar, al frente del Poder Judicial de esta ciudad, los patrulleros van y vienen llevando y trayendo personas encausadas y también sospechosos de algún hecho delictivo.
En la audiencia la fiscal penal Romero Nayar le imputó el delito de hurto y giró las actuaciones a su Alberto Vaca, a fin de que se le acumule la causa a otra investigación por un robo tramitada con anterioridad.
.
.