inicia sesión o regístrate.
En 6 de agosto de 1825, después de la batalla de Ayacucho, se fundó la República de Bolivia. El nombre del nuevo estado era un homenaje a su creador, Simón Bolívar. La Constitución reconocía a Bolívar como presidente vitalicio capacitado para delegar su poder en un presidente. Nacía así la idea de perpetuidad en el poder, que luego seduciría a muchos y signaría la historia de la república hermana. Desde su emancipación, Bolivia se sumergió en un estado crónico de revoluciones y guerras civiles, largas décadas caracterizadas por su inestabilidad política y por continuas amenazas externas que ponían en riesgo su independencia, soberanía e integridad territorial. La fragilidad de la ley, sujeta a capricho, es otro rasgo de nacimiento.
Apenas Bolívar dejó el Perú, estalló el descontento. El mariscal de Ayacucho, Antonio de Sucre, renunció y se declaró la guerra entre Perú y la Gran Colombia. Bolivia tomó partido por esta, amenazando al Perú por el sur, mientras este combatía por el norte con las fuerzas grancolombianas.
El 24 de mayo de 1829, mientras en el norte la suerte se decidía contra el Perú, en el sur el general Andrés de Santa Cruz ocupaba el gobierno y desconocía la Constitución boliviana.
Ambicioso y autoritario, no dejó el mando al expirar su interinato, sino que, en 1831, se hizo elegir por un período constitucional de cuatro años. Dictó una nueva Constitución en 1834, se lanzó a la aventura de constituir la Confederación peruano - boliviana y dictó el estatuto que la regiría.
Belzú y el caudillismo militar
El triunfo de Ingaví en 1841, exaltó la figura de José Ballivián, hombre de espíritu progresista. En 1847, un levantamiento militar lo derribó, exaltando al general Eusebio Guilarte, quien, a su turno, debió ceder el paso al general Manuel Isidoro Belzú.
Este abre la era de los autócratas militares o caudillos "bárbaros". Era un hombre violento, de mucho ascendiente entre los soldados y las masas. Para agravar el tono personalista y duro, sobrevino el atentado que contra su persona se perpetró en 1850. Ya no hubo perdón para los enemigos. Nació una nueva Constitución y se abolió la esclavitud. Bajo Belzú se produjo un cuasi conflicto con el Perú a propósito de la posesión del puerto de Cobija (1853). Belzú abandonó el gobierno en 1855 para ponerlo en manos de su yerno, José Córdova, quien no pudo sostenerse sino por poco tiempo.
La sublevación del doctor José M. Linares dio con su poder en tierra. Este pretendió moralizar el país, usando métodos demasiado drásticos, lo que anuló sus intenciones ante lo cruento de sus procedimientos, hasta ser derrocado por sus propios ministros.
En 1861 asciende a la presidencia el general José María de Achá, hombre culto, interesado en fomentar el progreso nacional, pero no pudo impedir que durante su gobierno se cometieran odiosas tropelías, de las que fue responsable indirecto. Sin embargo, Achá trató de concentrar las energías en tareas como la exploración del Pilcomayo. Entonces, en 1864, sobrevino la sublevación de Melgarejo.
El tirano Melgarejo
El general Mariano Melgarejo representa, sin duda, el tipo más singular de tirano. Era un megalómano incorregible, bebedor en exceso, tenía el placer de hacer su voluntad por encima de todo. Para su sentido caudillesco y caciquil del mando, estorbaban los municipios, el Parlamento, las leyes, inclusive las leyes internacionales. Consideraba las fronteras nacionales con un valor demasiado relativo. Pero era valiente y eso le ganaba la adhesión de la soldadesca. Belzú lo enfrentó y prácticamente lo venció, pero Melgarejo, hombre de resoluciones fulgurantes, mató a Belzú trocando la derrota en triunfo, después de lo cual, ensangrentado aún salió al balcón del Palacio para anunciar a viva voz: Belzú ha muerto! ¿Quién manda ahora? Y el populacho contestó a una voz: Melgarejo!
Fue derrocado por una revolución encabezada por Agustín Morales en 1871, con una tremenda sangría en el país.
Los siguientes jefes de Estado boliviano vivieron en zozobra (Tomás Frías y Adolfo Ballivián). El coronel Hilarión Daza asumió la presidencia (1877) y pretendió imponer también sus caprichos a la historia. Como siempre, apeló al consabido expediente de dictar una nueva Carta fundamental. Era la décima Constitución del país en cincuenta años de existencia. En aquel tiempo se inició la explotación del salitre en gran escala. Bolivia sufrió la primera embestida de las tropas de Chile con la ocupación de Antofagasta y de Calama (1879).
El Perú trató de mediar, pero finalmente acabó interviniendo en la guerra. Con eso se extendió el conflicto a los tres países. El ejército de Bolivia actuó aliado al del Perú hasta la batalla del Campo de la Alianza. Daza abandonó la lucha sucediéndolo el general Narciso Campero, quien debió enfrentar la derrota que significó para Bolivia la amputación de su litoral, convirtiéndose en nación enclaustrada (1884).
Nuevos planes y nueva guerra
La pérdida del litoral obligó a rectificar los objetivos, así lo entendió Gregorio Pacheco, quien dio considerable realce a la exploración del Gran Chaco. Más tarde, Mariano Baptista, se destacó como uno de los más importantes jefes de estado boliviano por su impulso a la instrucción pública. En 1896, subió al poder el general José María Pando. Impulsó la Federación, con una nueva ciudad capital, la de La Paz, desplazando a la histórica Sucre o Chuquisaca.
Esta miró con recelo a La Paz. El traslado de la capital, lejos de favorecer la unidad nacional, la deterioró, dando mayor impulso al regionalismo. La rivalidad entre Sucre y La Paz fue un nuevo problema.
Durante el gobierno del general Pando se produjo el avance imperial brasileño sobre la zona cauchera. El caucho fue la causa principal de una revuelta separatista de Gálvez en la provincia de Acre. Luego de algunas escaramuzas, se firmó el tratado de paz de Petrópolis.
En el gobierno de Ismael Montes, se aceptó la cesión definitiva del litoral que Chile retenía desde la guerra de 1879, a cambio de una indemnización en dinero efectivo, de la construcción del ferrocarril Arica - La Paz por Chile y de privilegios especiales para Bolivia en el puerto de Arica.
En 1926, Hernando Siles trató de formar un partido propio nacionalista y desarrollar un gobierno fuerte. Coincidía con el auge de la penetración norteamericana. Siles pretendió prorrogar el mando, pero un motín encabezado por estudiantes y el Ejército se lo impidió.
Después de un interinato militar, fue electo presidente Daniel Salamanca, republicano en 1931. Durante su gobierno se produjo la guerra del Chaco.
Guerra y apertura militarista
La guerra del Chaco fue un gran espejismo y una gran quiebra. Bajo la vigilancia de técnicos alemanes creyó poder realizar una campaña rápida. Los soldados, hombres de puna y de valles templados, no resistieron la hostilidad de la selva tropical.
Ambos países de desangraron y quedaron desquiciados. El ejército descontento contra los políticos, toleró el traspaso de la presidencia al abogado José Luis Tejada Sorzano (1934), pero luego reclamaron la plenitud del poder. Los nombres de Blanco Galindo, David Toro y Germán Busch, reabren la era del militarismo, teñido de algunos matices socialistas, empero, era indiscutible la realidad autoritaria. Esta situación psicológica sufrió un rudo golpe con la misteriosa muerte del presidente Busch en su propio palacio (1939).
En la década de los cincuenta se inició el “nuevo régimen” o sea el de la “revolución”, llevada a cabo por el Movimiento Nacional Revolucionario, alternándose en el poder Víctor Paz Estenssoro y Hernán Siles Suazo (1952-1960). El nacionalismo adoptó dos variantes: un primitivo “antiyanquismo” que trasmutó en coordinación con Estados Unidos, país que ha sostenido con subsidios de diverso orden, la vida financiera de Bolivia a partir de 1956.
La variante sovietizante subsistió en ciertos sindicatos como el de los mineros. Bolivia desterró del gobierno a los partidos clásicos, a la antigua oligarquía agrominera, intentando anular la excesiva e inoportuna intervención del ejército. La nacionalización de las minas y la Reforma agraria formaron parte del programa de Paz Estenssoro. Un sector marxista, tanto trotskistas y maoístas resaltaron que el país no había aumentado su productividad ni el consumo per cápita. Las reformas sociales dejaron un saldo de depauperación y disconformismo. Se criticaba el apetito de poder de Paz Estenssoro. Un sector del ejército dio un golpe de estado más en la historia de Bolivia. A las presidencias de Fernando Belaunde y Barrientos -que falleció en un accidente - siguió la de Siles Salinas, destituido por el general Ovando. El régimen constitucional había muerto.
Los vaivenes de la vida política desde 1969 estuvo signada por la actividad de la guerrilla y la política antinorteamericana con la expropiación de posesiones petrolíferas. Los años siguientes presenciaron nuevos derrocamientos. En la década de los ochenta fue derrocada la última junta militar para instaurar la democracia. Los partidos Acción Democrática Nacionalista, grupo político de derecha y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, llevaron a sus candidatos a la presidencia.
Bolivia quedó signada por la producción y venta de coca, a la permanente tensión ante el latente estallido social del campesinado indígena y de las manifestaciones obreras. El nuevo milenio presenció el acceso al poder de un líder indígena Evo Morales Ayma, quien logró revertir la situación económica. Más, la sed de poder, la absurda necesidad de extender indefinidamente su gobierno, generó un espacio de oposición. Evo encarna la aspiración de muchos hombres que gobernaron Bolivia: ansias de perpetuidad, desconocimiento de la ley y fundamentalmente, la incomprensión que, en democracia, el tiempo para gobernar es finito. El resultado de no respetar la finitud del tiempo presidencial deviene siempre en caos y en degradación del estado de derecho.