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La asignación universal por hijo (AUH) cumplió 10 años y me pareció importante escribir unas líneas sobre esta política que se ha convertido en política de Estado y en uno de los pilares de nuestro sistema de protección social. Desde antaño el sistema de protección social ha estado estructurado a través del trabajo formal. La cobertura en la niñez y la adolescencia no ha sido la excepción, así los hijos de trabajadores formales históricamente recibían las asignaciones familiares, pero los hijos de las familias de mayores ingresos también tenían un beneficio a través de las deducciones en el impuesto a las ganancias. Quienes quedaban sin cobertura eran justamente los más necesitados, es decir los hijos de los trabajadores informales, del servicio doméstico y de desempleados.
Estos niños, niñas y adolescentes comenzaron a percibir la cobertura de la flamante AUH en octubre de 2009. La fecha se transformó en un hito en el reconocimiento de derechos de niños, niñas y adolescentes más allá de la inserción laboral de sus padres y más allá de sus ingresos.
La asignación se convirtió así en un poderoso instrumento bien focalizado para complementar los ingresos de los hogares más humildes, para intentar quebrar el persistente ciclo de la transmisión intergeneracional de la pobreza a través de la educación y la salud y para incidir en la redistribución del ingreso.
Un tiempo después, a partir de 2010, se amplió el alcance de la AUH a los empleados de casas particulares, trabajadores de temporada, monotributistas sociales y mujeres embarazadas. En 2016 se incorporó a los monotributistas de las categorías más bajas al sistema de asignaciones familiares contributivas.
Actualmente el sistema, aunque no llega a ser universal, da cobertura a casi el 90% de los niños, niñas y adolescentes, de ellos reciben todos los meses la AUH más de 4 millones, en nuestra provincia son 170 mil.
La cobertura mensual es de $2.652, de los cuales se recibe el 80% todos los meses y el 20% restante se acumula hasta su percepción al momento de cumplir con las condicionalidades de asistencia escolar y vacunas más controles médicos. La AUH ha tenido fuerte impacto en la reducción de la indigencia y también, aunque menor, en la contención de la pobreza. Sin embargo, en un contexto inflacionario el monto resulta insuficiente, alcanza a dos tercios de la canasta básica alimentaria. No ha sido suficiente: en el primer semestre el 52,6% de los menores de 15 años era pobre, un número doloroso y que, lamentablemente, va a empeorar en este segundo semestre.
La AUH tuvo un impacto positivo sobre la escolaridad, no tanto para atraer a quienes dejaron de estudiar, pero sí para reducir las tasas de deserción y mejorar las trayectorias de quienes asisten a la escuela. La condicionalidad de salud no parece haber sido tan relevante en cuanto a visitas al médico pero sí en la forma de obtención de medicamentos. En la sociedad, lamentablemente, persisten aún una serie de prejuicios o mitos sobre las familias que tienen la AUH. Se ha dicho que la asignación universal es clientelista, que las beneficiarias tienen muchos hijos, que no trabajan y hasta dirigentes dijeron que el dinero no llega a los niños sino que se va en drogas y "timba" (sic). Sin dudas estas opiniones surgen del desconocimiento, de los prejuicios con el otro (me viene a la mente la palabra "alien" que tristemente usara Cecilia Morel de Piñera) o simplemente de la mala intención. Estos mitos urbanos son refutados por las estadísticas y hasta por el sentido común. En primer lugar el acceso a la prestación escapa a un posible uso clientelar porque las AUHs son liquidadas de manera centralizada para todos los niños que cumplan con ciertos requisitos objetivos, sin intermediarios ni discrecionalidad. Otro mito es el de las familias numerosas, los datos no muestran eso: las familias de la AUH tienen 1,76 hijos en promedio, solo el 5% tiene 4 hijos y el 2% tiene 5. En cuanto a la participación en el mercado laboral, los estudios no han hallado una evidencia contundente de que la AUH desincentive el trabajo de los adultos. Finalmente, es destacable que las beneficiarias de la AUH son las madres y solo excepcionalmente los padres, lo cual da mayores garantías de que esa ayuda realmente llegue a los niños. A la AUH aún le quedan muchos desafíos por delante. En primer lugar, cómo incorporar a los niños, niñas y adolescentes que quedan fuera de su alcance y que generalmente son los más vulnerables, ya sea porque son el 6§ hijo, porque no tienen DNI, porque son hijos de extranjeros con menos de tres años de residencia, o porque sus padres no han cumplido con las condicionalidades del programa. Sebastián Waisgrais, especialista de Unicef, comentaba: "Habría que revisar lo punitivo de las condiciones que se exigen, es decir, hoy para sostenerla hay que presentar controles de salud y libreta escolar y si no se retira, eso explica por qué entran y salen beneficiarios todo el tiempo. Esas condiciones, que buscan ser un incentivo, terminan penalizando, por ejemplo, tenemos 500.000 adolescentes fuera del sistema educativo, pero es el Estado el que debería salir al encuentro de cada niño, ver cuál es su situación y garantizar su acceso a la salud, a la escuela, en caso de que no lo tenga, en lugar de sacar la cobertura. La AUH ya tiene la edad de un niño de 10 años. Un niño o una niña, que imagino yendo a 5§ grado de la escuela de su barrio, la imagino sana y alimentada, con sueños de crecer, de estudiar, la imagino saliendo de la pobreza.