¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

17°
29 de Marzo,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Sobreponerse a la ceguera y la crisis económica con una gran apuesta

Santiago de la Cuesta no quería que le compraran por pena. Por lo que abrió su propia pyme de conservas en noviembre de este año. Luego de que “el sistema” le cerrara puertas por su condición.
Lunes, 30 de diciembre de 2019 20:02
El joven sueña con que sus productos lleguen a todo el país. 

La ceguera para Santiago de la Cuesta no fue un impedimento, tampoco la crisis económica que vive el país y en noviembre de este año abrió su propia fábrica de conservas. 
Quinientos pesos fue su inversión inicial en el 2017, los que luego se hicieron mil. A dos años de aquella primera apuesta, con el apoyo de familiares, amigos, más un préstamo logró instalar en Rivadavia al 860 su pyme. Hoy, “Atacopampa” vende conservas, escabeche de hongos, ají locoto, porotos blancos, porotos negros y berenjenas. “Son productos artesanales que representan a Salta, con una excelente presentación y la mejor calidad en su materia prima”, promociona el joven emprendedor de 26 años. 
Santiago hace hincapié en la calidad de sus productos, heredados de una familia que sabe de cocina y en la que cualquier comida diaria se vuelve una comida gourmet. Resalta el producto por sobre su condición. “Soy mucho más que un ciego”, advierte. Quiere que sus productos sean conocidos por “ser buenos y no porque lo hace un chico ciego”.
“No quería vender en una plaza o afuera del súper y que me compren por ser ciego... por pena. Yo quería formar una empresa”, resalta.
Si bien hoy se posiciona empoderado ante la enfermedad, para Santiago al principio las cosas no fueron fáciles. De muy niño lo aquejaba una miopía que se agravaba con el tiempo. “Me despertaba y notaba que veía menos que el día anterior”, recuerda. A los 17 años tuvo desprendimiento de retina en el ojo derecho y lo perdió por mala praxis. Un año después el mismo problema regresó, pero en el otro ojo. Sobrevinieron una serie de operaciones en Buenos Aires, lo que lo llevaba a estar lejos por largos períodos. Además, los dolores se hacían cada vez más intensos. 
En aquel momento Santiago tomó una decisión importante, aceptar que detrás de su enfermedad había algo más. “Los médicos me decían que había nuevas técnicas y posibilidades para ver, pero decidí que no volverían a operarme. Si después de tanto esfuerzo seguía perdiendo la visión era porque algo marcaba que debía seguir mi vida ciego”. 
Aquella primera decisión de dejar de someterse a operaciones marcó el rumbo para lo que sería luego una actitud ante la adversidad. “Trato de demostrarle a las personas que quizás hoy no saben qué hacer de su vida que, por más conflicto que tengan, siempre habrá dos caminos: quedarse llorando o buscar la felicidad. Si bien cuando me pasó esto me quedé llorando y tirado en la cama, luego opté por ser feliz con lo que tengo. Trato de ser feliz”, asevera con una mirada en el tiempo que le permitió pesar en la balanza y estar satisfecho con el camino elegido.
A los 24 se quedó totalmente ciego. Que el camino sea de a pasos, le permitió ir aceptando “lo que le tocaba”, aunque no era “nada fácil”. Al terminar el secundario comenzó un peregrinaje por empresas privadas y organismos públicos. Le negaron cada puesto por su condición. Se permitió frustrarse, “la pasé muy mal”, reconoce. Hizo artesanías, trabajos sociales ad honorem intentando sobreponerse. Hasta que decidió dejar de ir sin rumbo y resolviendo lo diario con parches. Se preguntó qué quería hacer, “fue surgiendo la idea de esta fábrica de conservas, porque me gusta cocinar y me sale bien”, destaca.
Hoy Atacompampa produce entre 500 y 700 frascos mensuales. Llega a abastecer hasta Cachi y Cafayate. Pero su sueño es llegar a todo el país. 
Santiago reconoce que se sobrepuso a la enfermedad, pero también puede valorar que su discapacidad pudo ser sobrellevada gracias a tener al alcance algunos medios, sumado a todo el estar rodeado de una familia y amigos que además de darle contención lo animaron “mucho” a formarse.
La ceguera lo dejó sin poder ver lo material y comenzar a mirar para adentro, algo que, asegura, también valora. “Realmente no recuerdo en qué pensaba cuando veía, era chico, pero hoy pienso en el amor, en que la familia y los afectos son lo más importante que una persona puede tener. Antes no valoraba nada, pensaba solo en mi. Esta condición me hizo mejor persona”, agradece el joven. 

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

La ceguera para Santiago de la Cuesta no fue un impedimento, tampoco la crisis económica que vive el país y en noviembre de este año abrió su propia fábrica de conservas. 
Quinientos pesos fue su inversión inicial en el 2017, los que luego se hicieron mil. A dos años de aquella primera apuesta, con el apoyo de familiares, amigos, más un préstamo logró instalar en Rivadavia al 860 su pyme. Hoy, “Atacopampa” vende conservas, escabeche de hongos, ají locoto, porotos blancos, porotos negros y berenjenas. “Son productos artesanales que representan a Salta, con una excelente presentación y la mejor calidad en su materia prima”, promociona el joven emprendedor de 26 años. 
Santiago hace hincapié en la calidad de sus productos, heredados de una familia que sabe de cocina y en la que cualquier comida diaria se vuelve una comida gourmet. Resalta el producto por sobre su condición. “Soy mucho más que un ciego”, advierte. Quiere que sus productos sean conocidos por “ser buenos y no porque lo hace un chico ciego”.
“No quería vender en una plaza o afuera del súper y que me compren por ser ciego... por pena. Yo quería formar una empresa”, resalta.
Si bien hoy se posiciona empoderado ante la enfermedad, para Santiago al principio las cosas no fueron fáciles. De muy niño lo aquejaba una miopía que se agravaba con el tiempo. “Me despertaba y notaba que veía menos que el día anterior”, recuerda. A los 17 años tuvo desprendimiento de retina en el ojo derecho y lo perdió por mala praxis. Un año después el mismo problema regresó, pero en el otro ojo. Sobrevinieron una serie de operaciones en Buenos Aires, lo que lo llevaba a estar lejos por largos períodos. Además, los dolores se hacían cada vez más intensos. 
En aquel momento Santiago tomó una decisión importante, aceptar que detrás de su enfermedad había algo más. “Los médicos me decían que había nuevas técnicas y posibilidades para ver, pero decidí que no volverían a operarme. Si después de tanto esfuerzo seguía perdiendo la visión era porque algo marcaba que debía seguir mi vida ciego”. 
Aquella primera decisión de dejar de someterse a operaciones marcó el rumbo para lo que sería luego una actitud ante la adversidad. “Trato de demostrarle a las personas que quizás hoy no saben qué hacer de su vida que, por más conflicto que tengan, siempre habrá dos caminos: quedarse llorando o buscar la felicidad. Si bien cuando me pasó esto me quedé llorando y tirado en la cama, luego opté por ser feliz con lo que tengo. Trato de ser feliz”, asevera con una mirada en el tiempo que le permitió pesar en la balanza y estar satisfecho con el camino elegido.
A los 24 se quedó totalmente ciego. Que el camino sea de a pasos, le permitió ir aceptando “lo que le tocaba”, aunque no era “nada fácil”. Al terminar el secundario comenzó un peregrinaje por empresas privadas y organismos públicos. Le negaron cada puesto por su condición. Se permitió frustrarse, “la pasé muy mal”, reconoce. Hizo artesanías, trabajos sociales ad honorem intentando sobreponerse. Hasta que decidió dejar de ir sin rumbo y resolviendo lo diario con parches. Se preguntó qué quería hacer, “fue surgiendo la idea de esta fábrica de conservas, porque me gusta cocinar y me sale bien”, destaca.
Hoy Atacompampa produce entre 500 y 700 frascos mensuales. Llega a abastecer hasta Cachi y Cafayate. Pero su sueño es llegar a todo el país. 
Santiago reconoce que se sobrepuso a la enfermedad, pero también puede valorar que su discapacidad pudo ser sobrellevada gracias a tener al alcance algunos medios, sumado a todo el estar rodeado de una familia y amigos que además de darle contención lo animaron “mucho” a formarse.
La ceguera lo dejó sin poder ver lo material y comenzar a mirar para adentro, algo que, asegura, también valora. “Realmente no recuerdo en qué pensaba cuando veía, era chico, pero hoy pienso en el amor, en que la familia y los afectos son lo más importante que una persona puede tener. Antes no valoraba nada, pensaba solo en mi. Esta condición me hizo mejor persona”, agradece el joven. 

La repercusión

Luego de la nota que el emprendedor le cedió a El Tribuno, Santiago fue entrevistado por medios nacionales. “Nos dieron toda una página y nos dio un orgullo y fue impactante para todo el mundo porque todo el mundo vio el diario”, celebra. Al mismo tiempo que, advierte, dimensionó que lo que están haciendo “es algo groso”.
La nota, indica, sirvió para “motivar mucho a la gente de que se puede, por más discapacidad que uno tenga”. “Me contactó una persona hipoacúsica que me dijo que él es médico y transitó toda su carrera así y que se sentía muy orgulloso de mi y de él y que podamos salir adelante”, cuenta. Muchos clientes se acercaron a comprar sus productos y conocer la fabrica que aún no da réditos económicos, pero con la que guarda esperanzas. “Todos me dicen que estoy loco por abrir una fabrica en plena recesión del país”, comenta, pero ante esto, también toma una actitud: “Es la única forma que tengo, no tengo otra cosa. Tomé un proyecto como forma de vida que me encanta, si no apuesto a eso...”.
Las conservas de Atacompampa pueden conseguirse en carnicería La Florida, en Tres Cerritos se venden en La Francisca. En la avenida Arenales, en tanto, están presentes en Cru y carnicería La Estancia, o en Picante, en la zona del shopping Alto Noa y en Cava 71, en la zona sur. En la zona norte pueden comprarse en La Tienda, en San Lorenzo.
 

Temas de la nota

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD

Temas de la nota

PUBLICIDAD