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Cine y Trabajo

Martes, 26 de marzo de 2019 23:43

Cosa de mandinga. Es difícil imaginar la sorpresa, el estupor que abrumó al pequeño grupo que, reunido en una habitación a oscuras, veía aparecer en una de sus paredes: ¡seres vivos!, que se movían presurosamente al salir de una fábrica. Se trataba de la primera vez en la historia que se proyectaba una película de cine. Sucedió el 22 de marzo de 1895, en un viejo hangar de Lyon, Francia. Fue ese día, cuando los hermanos Lumière presentaron su nueva invención y proyectaron los primeros 46 segundos de la historia del cine: “Salida de los obreros de la fábrica Lumière”. Cuando, poco tiempo después se proyectó en París, el diario La Poste llegó a afirmar que “la muerte había dejado de ser absoluta”. Por otra parte, se les atribuye a los propios hermanos Lumière, una frase tan lapidaria como equivocada: “El cine es un invento sin ningún futuro comercial”.
Esa primera filmación pudo haber reflejado el movimiento en sus múltiples manifestaciones: bailes, deportes, animales, acciones de la naturaleza, el movimiento de un río, los trenes y automóviles que recién aparecían, etc. Pero no, los hermanos eligieron filmar a sus trabajadores. No fue casual que el objeto de la primera película fuera una situación de un ámbito laboral: durante más de cien años el cine no ha hecho sino nutrirse de películas inspiradas en el trabajo. 
La cortísima película puede verse en http://www.youtu be .com/watch?v= BO0EkMKfgJI (en las tres versiones que armaron los hermanos Lumière). No es difícil advertir que se trata de un “montaje”, esto es, no hay espontaneidad ni se trata de una cámara “sorpresa” (el único improvisado es el perrito). En primer lugar, sabemos que fue filmada con un gran aparato, imposible de pasar inadvertido (todos los “personajes” se abren a los costados, ninguno tapa la cámara, la miran furtivamente). Ha sido filmada con una gran luminosidad cuando en realidad la salida de los trabajadores se producía junto a la caída del sol (lo habitual eran jornadas de doce horas, aunque para 1895 ya varias empresas la habían reducido). La ropa que utilizan los empleados (mayormente empleadas), son “pilchas domingueras”. Aunque en esa época las prendas femeninas abundaban en telas, las exhibidas en la película resultarían inadecuadas para el trabajo de las operarias.
El cine y el derecho del trabajo han recorrido caminos paralelos. Nacieron en una misma época (hacia fines del siglo XIX) y muchas veces el cine fue reflejando la evolución de las cuestiones laborales. Ya durante el cine mudo Serguéi M. Eisenstein, el famoso cineasta soviético, filma “La Huelga” (1924) con el trágico final de obreros masacrados (secuencia alternada con el cruel sacrificio de vacas en un matadero). Años más tarde el genial Charles Chaplin, quizá inspirado en ambas películas (la de Lumière y La Huelga), filma el comienzo de su película “Tiempos Modernos” (1936) con obreros dirigiéndose a la fábrica y en secuencias paralelas muestra un gran rebaño de ovejas.
Realizar un inventario de la cinematografía vinculada al derecho laboral, es tarea imposible. Pero podemos formular algunas referencias siguiendo al profesor Héctor Omar García, quien nos dice que “puede considerarse a “Recursos humanos”, (película de Laurent Cantet, 2000), como un curso sobre contrato de trabajo, subordinación, despidos colectivos y representación de los trabajadores en la empresa; a “Los compañeros”, de Mario Monicelli (1963) y “Germinal”, de Claude Berri (1993), como verdaderas lecciones sobre condiciones de trabajo y libertad sindical; a “Riff-Raff”, de Ken Loach (1991), como una clase sobre precarización laboral y riesgos del trabajo; a “Norma Rae”, de Martin Ritt (1979) y “Pan y rosas”, (Ken Loach, 2000), como ejercicios casuísticos sobre derecho de sindicalización; a “Borinage” de Joris Ivens (1933), como una sesión de Historia que ilustra con crudeza y reprobación las consecuencias de desocupación e indigencia que la Gran Depresión derrama en una comunidad que pierde su industria; y a la enorme “La clase obrera va al paraíso”, de Elio Petri (1971), como un manual práctico sobre sistemas de organización del trabajo, remuneración, jornada, riesgos laborales y conflicto colectivo”. No quiero olvidarme de la vida del gánster y sindicalista Jimmy     Hoffa (1992, dirigida por Danny de Vito) a quien nuestro  querido Hugo Moyano declaró querer parecerse (y lo logró).
 

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Cosa de mandinga. Es difícil imaginar la sorpresa, el estupor que abrumó al pequeño grupo que, reunido en una habitación a oscuras, veía aparecer en una de sus paredes: ¡seres vivos!, que se movían presurosamente al salir de una fábrica. Se trataba de la primera vez en la historia que se proyectaba una película de cine. Sucedió el 22 de marzo de 1895, en un viejo hangar de Lyon, Francia. Fue ese día, cuando los hermanos Lumière presentaron su nueva invención y proyectaron los primeros 46 segundos de la historia del cine: “Salida de los obreros de la fábrica Lumière”. Cuando, poco tiempo después se proyectó en París, el diario La Poste llegó a afirmar que “la muerte había dejado de ser absoluta”. Por otra parte, se les atribuye a los propios hermanos Lumière, una frase tan lapidaria como equivocada: “El cine es un invento sin ningún futuro comercial”.
Esa primera filmación pudo haber reflejado el movimiento en sus múltiples manifestaciones: bailes, deportes, animales, acciones de la naturaleza, el movimiento de un río, los trenes y automóviles que recién aparecían, etc. Pero no, los hermanos eligieron filmar a sus trabajadores. No fue casual que el objeto de la primera película fuera una situación de un ámbito laboral: durante más de cien años el cine no ha hecho sino nutrirse de películas inspiradas en el trabajo. 
La cortísima película puede verse en http://www.youtu be .com/watch?v= BO0EkMKfgJI (en las tres versiones que armaron los hermanos Lumière). No es difícil advertir que se trata de un “montaje”, esto es, no hay espontaneidad ni se trata de una cámara “sorpresa” (el único improvisado es el perrito). En primer lugar, sabemos que fue filmada con un gran aparato, imposible de pasar inadvertido (todos los “personajes” se abren a los costados, ninguno tapa la cámara, la miran furtivamente). Ha sido filmada con una gran luminosidad cuando en realidad la salida de los trabajadores se producía junto a la caída del sol (lo habitual eran jornadas de doce horas, aunque para 1895 ya varias empresas la habían reducido). La ropa que utilizan los empleados (mayormente empleadas), son “pilchas domingueras”. Aunque en esa época las prendas femeninas abundaban en telas, las exhibidas en la película resultarían inadecuadas para el trabajo de las operarias.
El cine y el derecho del trabajo han recorrido caminos paralelos. Nacieron en una misma época (hacia fines del siglo XIX) y muchas veces el cine fue reflejando la evolución de las cuestiones laborales. Ya durante el cine mudo Serguéi M. Eisenstein, el famoso cineasta soviético, filma “La Huelga” (1924) con el trágico final de obreros masacrados (secuencia alternada con el cruel sacrificio de vacas en un matadero). Años más tarde el genial Charles Chaplin, quizá inspirado en ambas películas (la de Lumière y La Huelga), filma el comienzo de su película “Tiempos Modernos” (1936) con obreros dirigiéndose a la fábrica y en secuencias paralelas muestra un gran rebaño de ovejas.
Realizar un inventario de la cinematografía vinculada al derecho laboral, es tarea imposible. Pero podemos formular algunas referencias siguiendo al profesor Héctor Omar García, quien nos dice que “puede considerarse a “Recursos humanos”, (película de Laurent Cantet, 2000), como un curso sobre contrato de trabajo, subordinación, despidos colectivos y representación de los trabajadores en la empresa; a “Los compañeros”, de Mario Monicelli (1963) y “Germinal”, de Claude Berri (1993), como verdaderas lecciones sobre condiciones de trabajo y libertad sindical; a “Riff-Raff”, de Ken Loach (1991), como una clase sobre precarización laboral y riesgos del trabajo; a “Norma Rae”, de Martin Ritt (1979) y “Pan y rosas”, (Ken Loach, 2000), como ejercicios casuísticos sobre derecho de sindicalización; a “Borinage” de Joris Ivens (1933), como una sesión de Historia que ilustra con crudeza y reprobación las consecuencias de desocupación e indigencia que la Gran Depresión derrama en una comunidad que pierde su industria; y a la enorme “La clase obrera va al paraíso”, de Elio Petri (1971), como un manual práctico sobre sistemas de organización del trabajo, remuneración, jornada, riesgos laborales y conflicto colectivo”. No quiero olvidarme de la vida del gánster y sindicalista Jimmy     Hoffa (1992, dirigida por Danny de Vito) a quien nuestro  querido Hugo Moyano declaró querer parecerse (y lo logró).
 

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