La crisis echó por tierra los grandes festivales folclóricos con carteleras descollantes. Es así que la agenda se quedó este año, por ejemplo, sin El Carrileñazo (El Carril) y el Festival de la Patria (Rosario de Lerma). La tendencia va en ese sentido. A las magras recaudaciones y la merma de las partidas coparticipables, se suma el alto caché de los artistas, del sonido, la logística y las campañas publicitarias, entre otros aspectos que se deben tener en cuenta a la hora de organizar un evento. Nadie quiere correr el riesgo de endeudarse. El poco dinero disponible en los municipios se destina casi en su totalidad a hacer frente a los crecientes costos que implica cumplir con los servicios básicos (por las constantes subas de combustibles, repuestos y gastos operativos) y a tareas sociales. Se trata de dos prioridades que han reemplazado en muchos casos a las obras proyectadas para este año, que deberán esperar mejores vientos.
Sin embargo, en paralelo comenzaron a surgir nuevas propuestas en muchas localidades salteñas. Se trata de iniciativas más económicas e inclusivas que atraen masivamente a un público cada vez más gasolero. Cada pueblo busca así su “identidad”, en sentido turístico. Gastronomía, artesanías, ferias de pequeños agricultores, actividades gauchas, religiosas y culturales, buscan ser un atractivo que las posicione y las diferencie. Es así que el asado se destaca en El Carril, el tamal en Chicoana, las más variadas ferias de comidas en La Merced, las artesanías en Molinos y Seclantás, las mateadas y repostería en Campo Quijano y la comida gourmet, los dulces y encurtidos en Vaqueros.
Los gustos van mutando con la realidad de la economía. Las salidas express han reemplazado a los viajes largos y obliga a los diferentes destinos a generar propuestas atractivas, accesibles y que impliquen a los municipios inversiones moderadas.
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La crisis echó por tierra los grandes festivales folclóricos con carteleras descollantes. Es así que la agenda se quedó este año, por ejemplo, sin El Carrileñazo (El Carril) y el Festival de la Patria (Rosario de Lerma). La tendencia va en ese sentido. A las magras recaudaciones y la merma de las partidas coparticipables, se suma el alto caché de los artistas, del sonido, la logística y las campañas publicitarias, entre otros aspectos que se deben tener en cuenta a la hora de organizar un evento. Nadie quiere correr el riesgo de endeudarse. El poco dinero disponible en los municipios se destina casi en su totalidad a hacer frente a los crecientes costos que implica cumplir con los servicios básicos (por las constantes subas de combustibles, repuestos y gastos operativos) y a tareas sociales. Se trata de dos prioridades que han reemplazado en muchos casos a las obras proyectadas para este año, que deberán esperar mejores vientos.
Sin embargo, en paralelo comenzaron a surgir nuevas propuestas en muchas localidades salteñas. Se trata de iniciativas más económicas e inclusivas que atraen masivamente a un público cada vez más gasolero. Cada pueblo busca así su “identidad”, en sentido turístico. Gastronomía, artesanías, ferias de pequeños agricultores, actividades gauchas, religiosas y culturales, buscan ser un atractivo que las posicione y las diferencie. Es así que el asado se destaca en El Carril, el tamal en Chicoana, las más variadas ferias de comidas en La Merced, las artesanías en Molinos y Seclantás, las mateadas y repostería en Campo Quijano y la comida gourmet, los dulces y encurtidos en Vaqueros.
Los gustos van mutando con la realidad de la economía. Las salidas express han reemplazado a los viajes largos y obliga a los diferentes destinos a generar propuestas atractivas, accesibles y que impliquen a los municipios inversiones moderadas.