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Por qué no hay que dejar de ver "Badur Hogar", de Rodrigo Moscoso

Cine Hoyts exhibe esta comedia romántica que muestra un mundo particular de sentimientos: el nuestro.
Lunes, 27 de mayo de 2019 18:04

Hay que ir a ver “Badur Hogar”, el último filme del director salteño Rodrigo Moscoso, al Cine Hoyts. Y por varias razones. La primera es que sin dudas se trata de uno de los filmes -sin o “el” filme- mejor realizados de los estrenos 2019 del cine nacional al que el público puede acercarse en el circuito de salas comerciales. Sin la misma difusión de otras producciones de sello argentino bastante decepcionantes -por ejemplo “4X4” que termina con la frase (¡ay!) racista y elemental de “¡Negros de mierda!”-, “Casa Badur” salta de la simple comedia romántica de enredos, a ser una clase de cómo narrar en el cine, de cómo ser salteño sin morir en el intento, y de cómo presentar una radiografía social sin caer en el maniqueísmo fácil. Pero, sobre todo, el filme de Moscoso logra acceder a lo que busca cualquier película que se precie de tal: divertir, renovando interiormente al espectador desprevenido. Su tema es fácil: Juan Badur (Javier Flores) a los 35 años sigue viviendo en la casa de sus padres. O alterna con jornadas que pasa entre los restos de “Badur Hogar”, la empresa familiar que alguna vez “fue la más grande de todo el NOA”. Estancado, como muchos, no logra arrancar para hacer su propia vida, arrastrando el peso de su historia familiar. Pero conoce a Luciana (Bárbara Lombardo), que rompe su estatismo y lo obliga a tomar esas decisiones tan postergadas.

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Hay que ir a ver “Badur Hogar”, el último filme del director salteño Rodrigo Moscoso, al Cine Hoyts. Y por varias razones. La primera es que sin dudas se trata de uno de los filmes -sin o “el” filme- mejor realizados de los estrenos 2019 del cine nacional al que el público puede acercarse en el circuito de salas comerciales. Sin la misma difusión de otras producciones de sello argentino bastante decepcionantes -por ejemplo “4X4” que termina con la frase (¡ay!) racista y elemental de “¡Negros de mierda!”-, “Casa Badur” salta de la simple comedia romántica de enredos, a ser una clase de cómo narrar en el cine, de cómo ser salteño sin morir en el intento, y de cómo presentar una radiografía social sin caer en el maniqueísmo fácil. Pero, sobre todo, el filme de Moscoso logra acceder a lo que busca cualquier película que se precie de tal: divertir, renovando interiormente al espectador desprevenido. Su tema es fácil: Juan Badur (Javier Flores) a los 35 años sigue viviendo en la casa de sus padres. O alterna con jornadas que pasa entre los restos de “Badur Hogar”, la empresa familiar que alguna vez “fue la más grande de todo el NOA”. Estancado, como muchos, no logra arrancar para hacer su propia vida, arrastrando el peso de su historia familiar. Pero conoce a Luciana (Bárbara Lombardo), que rompe su estatismo y lo obliga a tomar esas decisiones tan postergadas.

 

Esta, a grandes trazos, es la historia. Pero Moscoso no la despliega de un arranque, sino que la va revelando como quien desarma mamushkas rusas. Rodeándola de personajes y situaciones que la hacen creíble. A pesar de su extensión (101 minutos) particular para una comedia romántica, la maestría del director hace que el filme no caiga en lagunas ni digresiones tan comunes del cine argentino y sudamericano. Su ritmo no mengua y ni notamos el paso del tiempo fílmico al que somos sometidos. Las críticas que recibió el filme en otras ciudades del país hacen especial mención al “idioma de los salteños” del que Moscoso no se priva ni hace alarde. Es una historia urbana, claro, y no tiene la necesidad de apelar al costumbrismo, ni al paisajismo al que se condena al cine regional. A cambio, “Badur Hogar” tiene la generosidad de mostrar nuestro “paisaje hablado”, con el que construye su mundo singular, tal como pretende cualquier obra de arte. Este mundo es el salteño, desde los carritos de Juventud, a los hongos locos de Campo Alegre. Con eso marca un hito singular del cine nacional. Uno en el que no es necesario impostar la voz para hacerlo de verdad, ni exagerar lo que somos para ser aceptados. En definitiva, un filme que habla de nosotros sin levantar polvareda. Un hito donde no podía faltar Cástulo Guerra, actor y símbolo al que volverán más generaciones de cineastas salteños con mirada de futuro.
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