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Una agonía estructural

Jueves, 09 de mayo de 2019 00:00

¿Qué pasará? Pregunta que responde a la impotencia ciudadana. Solo podemos preguntar, ya que hay pocos canales donde sumar energía. El estado de enfermedad de los partidos; la pérdida de representatividad de las organizaciones sociales, sean empresarias o sindicales; el peso inexplicable del Poder Ejecutivo unipersonal, la complicidad de anonadamiento de legisladores y miembros de la Justicia. En ese marco, antes y ahora, un grupito, una mesa chica, un núcleo cerrado, gobernado por el pensamiento de grupo, nos coloca en un estado de total imprevisibilidad: somos espectadores sometidos a la sorpresa arbitraria de quienes, encapsulados, creen gobernar mientras las corrientes duras de la historia nos conducen sin prisa y sin pausa.

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¿Qué pasará? Pregunta que responde a la impotencia ciudadana. Solo podemos preguntar, ya que hay pocos canales donde sumar energía. El estado de enfermedad de los partidos; la pérdida de representatividad de las organizaciones sociales, sean empresarias o sindicales; el peso inexplicable del Poder Ejecutivo unipersonal, la complicidad de anonadamiento de legisladores y miembros de la Justicia. En ese marco, antes y ahora, un grupito, una mesa chica, un núcleo cerrado, gobernado por el pensamiento de grupo, nos coloca en un estado de total imprevisibilidad: somos espectadores sometidos a la sorpresa arbitraria de quienes, encapsulados, creen gobernar mientras las corrientes duras de la historia nos conducen sin prisa y sin pausa.

¿Puede funcionar así una democracia? El trío que gobierna, Marcos Peña, Jaime Durán Barba y Mauricio Macri ante estas evidencias de baja gobernabilidad, es el único que rechaza absolutamente la idea, la construcción de la nave del consenso. Todos los demás, los oficialistas que no pertenecen al trío, todos los opositores, menos la izquierda extrema o el minúsculo show de los libertarios, reclaman el consenso.

Tal consenso, necesariamente, debe ser una diagonal que una a los extremos. Si las candidaturas de Macri y Cristina se confirman, los días posteriores al 22 de junio, con el invierno en marcha, será imposible esperar otra cosa que meses de un frío inhóspito. Ambos grupos concitan y seguramente mantendrán para entonces, el 60 por ciento o más de las voluntades. Ninguno de esos dos candidatos promueve el consenso con los adversarios: está en su naturaleza no hacerlo porque ambos construyen (o destruyen) sobre el disenso. Pero hay cultura peronista y cultura radical dentro de Cambiemos; y hay cultura peronista y radical dentro del kirchnerismo ambas capturadas por "las cimas del poder" que rodean a los "líderes". Y también hay cultura radical y peronista en ese 40 % que no adhiere a los extremos. Esa es la materia prima para trazar la diagonal. Quedan solo dos meses y pocas voluntades. Echemos una mirada sobre aquello que hay que consensuar. En lo económico y en relación al mundo, cuando comenzamos a endeudarnos hace 43 años le pusimos "riesgo al país". Para venir, los capitales externos, nos pusieron desde entonces una prima de riesgo. El riesgo país, en definitiva, es el anverso de la fuga de capitales. Hoy en el presente lo estamos sufriendo.

Telaraña que teje la triple incertidumbre. La económica, derivada de una estanflación descorazonadora. Que se suma a la incertidumbre social, empujada por la crisis distributiva que se manifiesta duramente en el aluvión de la pobreza y en la creciente temperatura de la conflictividad social. Y finalmente, "cerrando"la telaraña, la incertidumbre política.

Pero todas estas incertidumbres son consecuencia de la gestión PRO. Macri convenció a los principales medios y comunicadores sociales que garantizaba el alud glamoroso de inversiones y que comenzaría a gestarse un nuevo primer mundo. Como el que celebraba Carlos Menem y sabemos como terminó. Hay en todo esto un aire de familia.

Esos males no han desaparecido y surgió la patolgía del macrismo. El estancamiento y la inflación, y el crecimiento de la pobreza, son las notas dominantes de esta gestión. Con Macri, en promedio, todos los argentinos somos más pobres.

El panorama del mundo no permite alentar la expectativas de un nuevo "viento de cola" que la disipe. El viento de cola que sí bendijo, posdefault, a Eduardo Duhalde y a Néstor Kirchner y de cuyas mieles gozó CFK, Cristina lo dilapidó y no se volverá a repetir en el entorno previsible. La consecuencia es la necesidad no solo de lograr una macroeconomía ordenada, sino y fundamental, definir el motor que dará lugar al crecimiento condición sin la cual no hay macroeconomía que ordene la salida de las tres incertidumbres que nos inquietan.

 

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