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En el mundo del 5G, informarse exige más sentido crítico

El avance de la tecnología hace posible la adulteración intencionada de noticias falsas, que obligan a una lectura atenta.
Lunes, 10 de junio de 2019 03:04

La semana pasada, en Salta se pudo analizar cómo funciona nuestra cultura hiperconectada donde la información está al alcance de la mano, pero la desinformación también, y es más seductora. Como es seductor el escepticismo: "¿Qué ves?/¿Qué ves cuando me ves?/ cuando la mentira es la verdad.../

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La semana pasada, en Salta se pudo analizar cómo funciona nuestra cultura hiperconectada donde la información está al alcance de la mano, pero la desinformación también, y es más seductora. Como es seductor el escepticismo: "¿Qué ves?/¿Qué ves cuando me ves?/ cuando la mentira es la verdad.../

Los versos de Divididos vienen al caso. Una experta del Consejo Atlántico, Geisha González, vino invitada por la embajada de los Estados Unidos para analizar el problema de las noticias falsas, las medias verdades, las versiones incompletas y sesgadas, que se distribuyen a través de las redes y que conforman el más grande desafío para la democracia. Sin pensamiento crítico no hay democracia.

Una realidad que se impone

Los prejuicios y la ingenuidad son una fórmula explosiva. Mientras en Salta el Concejo Deliberante, en una reacción casi tribal, se opone a la instalación de antenas para celulares que harían posible el acceso a la tecnología 4G, el mundo ya disputa espacios a través de la tecnología 5G, que es el vehículo de la inteligencia artificial, la robótica y el Internet de las cosas. Es tan claro el alcance de este instrumental, que el conflicto entre Donald Trump y China, hoy, es una verdadera guerra por el control del 5 G, la generación de computadoras en condiciones de distribuir influencias, modificar resultados electorales y conocer en tiempo real la vida íntima de todos los habitantes del planeta.

La especialista explicó que está confirmada la intervención del Kremlim en grupos, redes y blogs de los países occidentales para interferir desde el exterior en las elecciones de cada uno de ellos. Y también puede ocurrir en Salta y en la Argentina.

Los servicios de inteligencia (rusos o de cualquier país) introducen supuestos seguidores a determinados grupos con la intención de instalar como verdad inamovible lo que es media verdad o, directamente, pura mentira. Son los trolls, que distribuyen en forma meteórica videos, imágenes o "últimos momentos" destinados a direccionar la mirada colectiva.

El instrumento está al alcance de cualquier político, sin diferenciar signos ni ideologías, pero también de empresas que solo buscan hacer negocios e incrementar sus ventas: la inteligencia artificial hace posible que la máquina identifique las preferencias del usuario y lo induzca a consumir determinados productos.

Es la revolución tecnológica que hoy transforma al mundo a un ritmo cibernético.

Anacronismos

En el debate que siguió a la conferencia de la investigadora Geisha González, esos riesgos estuvieron a la vista. La disertante ya había explicado que sus observaciones tienen que ver con la elaboración de la noticia. Para el público que aspira a informarse, dijo, el problema no es la ideología sino la veracidad. Es decir, el medio profesional debe chequear fuentes y contextualizar correctamente. Eso, más allá de que su línea editorial sea de derecha, de izquierda o de centro. Y el lector, también.

Entre la concurrencia, integrada en muchos casos por periodistas, abundaron preguntas acerca de "los medios concentrados" y los "monopolios informativos". En una provincia donde faltan antenas pero hay tres diarios, centenares de radios y decenas de canales, todo suena a anacronismo.

En realidad, se hablaba de otra cosa: un blog es fácil de instalar y es una posibilidad de opinar. Ahora bien, su valor informativo depende del tratamiento del dato, que es diferente al de una página o un canal profesionales.

Un diario profesional, chico o grande, rinde examen todos los días, por eso cita fuentes, pone firmas y se impone la obligación de ser veraz. Lo contrario es el medio que no debe rendir cuentas. Ocurre con los diarios partidarios, que "bajan líneas" para un público militante; con los diarios de Gobierno, cuyo paradigma regional es el Gramma, de Cuba. Y hoy, con el cúmulo de información que circula a través de Facebook, Instagram, Google o Twitter.

Además, existe la tensión por la competencia entre portales y páginas de diarios, y la tentación constante de sacrificar información seria por sensacionalismo. (De los chismes de farándula no se salva ninguno)

"No es cuestión de prohibir, sino de formarse para distinguir acerca de lo que los medios ofrecen. Y para eso hace falta que existan varios medios, y que se pueda contrastar las informaciones", dijo González.

Información y democracia

En octubre, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) aprobó la Declaración de Salta sobre Principios de Libertad de Expresión en la Era Digital. “La desinformación no se debe combatir con mecanismos de censura ni sanciones penales, sino con la adopción de políticas de alfabetización noticiosa y digital”, enfatiza ese documento.
La democracia sólo puede ser ejercida por personas bien informadas, porque es un sistema político propio de las culturas que admiten el pensamiento crítico. Y sin periodismo profesional, ese objetivo es inalcanzable.

El director de El Tribuno, Sergio Romero, recordó el jueves que “la SIP ratificó en Salta la fe en la democracia y en el ejercicio de las libertades de expresión y de prensa como forma para alcanzar instituciones sólidas, desarrollo social, libertades públicas plenas y respeto a los demás derechos humanos”.
Ese documento sostiene que “el ecosistema digital ha generado nuevos espacios que empoderan a los usuarios para crear, difundir y compartir información”.
“El bloqueo y filtrado de contenidos por control estatal en el espacio digital constituye censura” -añade- “Los intermediarios tecnológicos deben adoptar medidas de autorregulación para prevenir la diseminación deliberada de desinformación”.

Una forma de capitalizar la ingenuidad

En los últimos años, una generación encolumnada tras las redes digitales dio muestras de ingenuidad notable: compraron sin crítica alguna una campaña que aseguraba que el hombre no había llegado a la luna.
El disparate fue muy bien estudiado. Se mostraba una imagen de los primeros astronautas caminando en la superficie lunar y una bandera norteamericana flameando: la prueba irrefutable sería que en nuestro satélite no hay atmósfera y, por lo tanto, no puede haber viento. Claro, quien cuenta con más de 56 años, sabe perfectamente que la Misión Apolo incluyó una veintena de despegues, algunos de prueba y otros para alcanzar la órbita lunar, y en seis ocasiones, los tripulantes hicieron caminatas. La misión se prolongó durante una década, los alunizajes y las cuarentenas posteriores de los viajeros espaciales fueron seguidas minuto a minuto por todo el mundo. El éxito norteamericano fue una gran victoria sobre la Unión Soviética en la Guerra Fría. Era imposible fraguar una farsa. Claro, a pesar del absurdo, una multitud de crédulos aceptó esa certeza sin chequear el origen. La especie fue lanzada por la cadena Fox y mostró la vulnerabilidad informativa de una época en la que no abunda el     pensamiento crítico.
 

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