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Adiós al poeta del hombre y de la vida

A los 80 años dejó de existir "Luchín" Andolfi, uno de los poetas y escritores más importantes de la provincia. Su paso por este diario dejó un recuerdo imborrable y un enorme aporte a la cultura popular de nuestra provincia.
Sabado, 22 de junio de 2019 01:08

Para algunos era don Luis. Para otros era Lucas... para todos era “Luchín”; el amigo interminable, el poeta. El vecino de todos los barrios.

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Para algunos era don Luis. Para otros era Lucas... para todos era “Luchín”; el amigo interminable, el poeta. El vecino de todos los barrios.

Fue el 23 de febrero de este año cuando el calendario le marcó las ocho décadas de una vida apasionada y apasionante. Luis Andolfi, nuestro querido “Luchín”, se fue a las estrellas; se fue a observar el universo todo. Se fue con sus amigos.

En medio del dolor, sus hijas Natalia y Julieta, informaron ayer a El Tribuno desde Buenos Aires, que los restos de Luchín serán cremados hoy a las 13 en el cementerio de la Chacarita. “En algún momento sus cenizas volverán a Salta, que es el lugar donde mi papá quería estar”, afirmaron.

Casi como una jugarreta del destino, la vida le hizo una mueca de ironía. Justo a él; al rey de la broma sutil; al mariscal en los terrenos del ingenio; al dueño del intelecto agudo, delicado y perspicaz. En su día de cumpleaños, un diagnóstico brutal le puso un límite infranqueable a su existencia. Tenía cáncer. Sí; así: sin rebusques, ni eufemismos. Porque él mismo lo supo desde el primer momento y porque él mismo se encargó de contárselo a su familia y a sus amigos más próximos. Ayer, a media tarde, en Capital Federal y rodeado de sus familiares, Luis Andolfi partió a la inmortalidad.

Queda entre nosotros esa silueta de boina y manos entrelazadas, caminando entre los escritorios, saludando a todo el mundo con una frase, una muletilla o una ironía que desnudaba certeramente las realidades cotidianas, esas que a veces tanto nos cuesta a los periodistas.

Sólo porque no le gustaban los moldes, antes de decir que la ley pareja no es rigurosa, prefería decir que “lo parejo no duele” y que “los perros no se atan con chorizos”.

Era un escritor y un observador del hombre, de la vida, de lo urbano, de la picardía ciudadana. Tenía el arte de “divertirse con cara de aburrimiento”.

Prefería ser un poeta sin recuerdos, sin mucho equipaje, pero con un montón de anécdotas y un mismo rostro.

Así, entre sus propios padecimientos, mostraba desde su pluma, las tragedias y miserias del hombre común, del vecino, del laburante. Su propia vida.

“En el lugar platican padres y hermanos/y yo prevengo la dolencia/ en el ruido del pan que se ha caído”, señalaba en uno de sus libros más reconocidos.

“Luchín” era así: poeta del hombre y de la vida.

Su infancia ocurrió en el norte de la ciudad. La esquina de Pueyrredón y Alsina le dio el paisaje de cemento a su escritura popular.

Era un deportista. Hincha de Argentinos del Norte y jugador de los Gauchos de Pueyrredón; también era hincha de River, pero más que nada de los buenos jugadores, sin importar de qué equipo.

Estuvo en los inicios del Club Atlético de Medellín, de calle Leguizamón entre Alvear y Adolfo Güemes, que comenzó como una loca idea en la zapatería de don Fili. Querían armar un equipo popular de rugby solo para llevarle la contra a “la alta sociedad” salteña. Así lo hicieron y salieron campeones de torneo local en cuarta y luego en primera división. Con los mismos jugadores, porque no tenían más. 

Amigo entrañable, Hugo Ovalle lo recuerda: “Después de salir campeón popular de rugby, estuvo en contacto con políticos e intelectuales de la época. Con 17 años comenzó a trabajar en el diario El Intransigente, junto a Néstor Quintana y otros hombres de prensa como Víctor Abán. Estaba a cargo de un suplemento cultural que todos los domingos aparecía con una edición de 60 páginas de literatura del mundo, de Argentina y sobre todo de Salta”.

Incursionó luego en la opinión política en semanarios como “Crónica”, junto a José Brizzi. “Entre líneas”, “Noticias” y “Propuesta”, también lo contaron en sus páginas.

Fue colaborador permanente de publicaciones nacionales e internacionales de cultura y actualidad. Allí comenzó su producción literaria. Escribió “Canciones a Rosalba”, “El pan que se ha caído”, “Oda al ocio”, “Del agua oscura remotamente clara” y la antología “El agua que más vale”. Su cuento “La aventura” figura en el libro “Cuentos Semana de Salta”

Fue fundador de Cebos, Centro de Estudiantes de Bellas Artes, que funcionaba en calle Balcarce, cerca de la Central de Policía. “A cada rato venía la cana porque decían que éramos todos comunistas, pero al que siempre se lo llevaban era a Yutro”. Luchín solía recordar así a su amigo Antonio Yutronich.

Era un crítico muy agudo de la política y la sociedad. Renegaba de los errores del periodismo y de los periodistas, pero su entorno natural eran, indiscutiblemente, las redacciones. 

Con la vuelta de la democracia, en el año 85, fue nombrado director de Difusión de la provincia por el exgobernador Roberto Romero.

Posteriormente ingresó a diario El Tribuno donde se desempeñó como editor de contenidos y columnista. “Historias de barrio” y “En Orsai” fueron sus últimas genialidades en este diario donde dejó una impronta inolvidable.

Ovalle lo evoca: “Luchín encontraba a cada momento una excusa para la polémica y en ese camino juntaba amigos como una prodigiosa cosecha”. Marcelo O’Connor, Jacobo Regen, Hugo Ovalle, Benjamín Toro, Walter Adet, Margarita Sundblad, Antonio Nela Castro, Manuel J. Castilla, Eduardo Falú, Teresita Herrán, Tomás Mena, se contaban entre los más próximos. Tenía un cielo de amigos.

Recordarlo se hace interminable a través de sus anécdotas. Siempre se encargaba de aclararle a los ingenieros que ellos “no eran sus colegas”.

En cambio, sí tenía admiración por alguien que era colega y columnista de El Tribuno: Tomás Mena. Con “Tombolito” supieron compartir terturlias en las noches de cierre de la edición. “Eramos amigos pesados, de plomo, como la impresión de aquellos diarios”, lo recordaba.

El “Negro” Benjamín Toro lo dibuja desde un pedestal de letras. “Compartimos muchas cosas con Luchín. Era lo más memorioso, lo más vivo. Tenía una radiografía de cada escritor en la provincia”.

Esa memoria visual y creativa lo llevó a integrar la generación más exitosa de las letras salteñas. En la década del 60 formó parte de “Poetas de Salta”, una bomba literaria que explotó en todo el país y que tuvo entre sus exponentes a otras figuras como el Teuco Castilla, Miguel Ángel Pérez, Santiago Sylvester, Juan Ahuerma y Edmundo del Cerro.

Toro lo despide: “Su partida es un arrebato de la vida que a todos nos va a tocar, pero él era quien debía escribirle el epitafio a todos nosotros. Y casi lo logra..”

Luis Andolfi ya no está con nosotros, pero nos deja su legado de poeta sin paisajes, con la precisión que solo se iguala con su fina ironía. “La vida será igual cada mañana/ con su visión de llanto o de alegría/ y solo yo la sentiré lejana/ desconocida de su propio día”.

Hasta siempre Luchín...

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