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1 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
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Estamos mal. ¿Alguien sabe hacia dónde vamos?

Sabado, 10 de agosto de 2019 23:29
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La Argentina vota hoy entre sus propias desazones y las controversias de un mundo donde las placas tectónicas de la política y de la cultura se reacomodan en medio de turbulencias.

No somos ni el peor ni el mejor de los países del mundo: nuestro racismo es moderado; a pesar de la duplicación de la pobreza en treinta años, no se observa una tendencia a la turbulencia social; llevamos 36 años de democracia y la violación sistemática de los derechos humanos está confinada en el pasado y aún no se vislumbra que pueda reaparecer. El Estado funciona, aunque con infinidad de bisagras oxidadas; la inseguridad es una sensación agobiante, pero la tasa de homicidios es una de las más bajas de América y está por debajo de la media mundial.

Nos quejamos de nuestros políticos, pero si miramos hacia el mundo desarrollado, nos encontramos con los exabruptos de Donald Trump; con el xenófobo Matteo Salvini y su aliado de izquierda Luigi Di Maggio, y tratándose de “pagliacci”, el inefable británico Boris Johnson, así como dictadorzuelos como Nicolás Maduro o Daniel Ortega, y el impredecible Andrés López Obrador en México. 

Hay valores, criterios y tradiciones que ya no son lo que fueron; ni la democracia representativa, ni los derechos humanos universales ni la libertad de opinión gozan de la fuerza movilizadora de otros tiempos. Hasta la evidencia científica es objetada por los terraplanistas, el movimiento anti vacunas, los feligreses del fenómeno OVNI y los veganos.

Mientras la democracia cruje en Europa, la izquierda latinoamericana se refugia en autoritarismos como los que gobiernan Rusia, China o Cuba, y coquetea al mismo tiempo con las feministas pro aborto y el régimen iraní.

En Estados Unidos matan en nombre de la raza; en Europa y Asia, pretendiendo la bendición divina.

Pero, al mismo tiempo, aunque en nuestro país prevaleció siempre la idea de que “estamos condenados al éxito”, contradictoriamente, esa creencia convive con la búsqueda permanente de los culpables de nuestros males: “imperialismos” externos y cómplices locales.

En este escenario, la Argentina debe enfrentar el verdadero dilema, en el que nadie acierta: cómo hacer para que la economía crezca. Y ninguno de los candidatos presidenciales maneja esa clave, que es la pieza imprescindible frente a la pobreza, el desempleo, el déficit habitacional, la inflación y las inestabilidades que recorren nuestra historia.

Para las pretensiones argentinas de empleos estables, en blanco y bien remunerados, el tamaño de nuestro mercado es muy pequeño. Para ampliarlo y conquistar mercados externos, nuestros costos son muy altos. Y para sostener un gasto público que se duplicó entre 2011 y 2015, la presión tributaria llegó al límite.

Por eso, la política exterior es un punto clave. Desde mucho tiempo atrás, esa área del gobierno estuvo supeditada a cuestiones de política interna y son pocos los cancilleres que exhibieron conocimiento de la realidad del mundo. Porque un canciller responde a un gobierno, pero no debería ser un “che pibe” de su presidente.

Tenemos que asumir que no somos los mejores y hacernos cargo de nuestra realidad como país. 

Clausurando las exportaciones de carne y de lácteos, negociando el de nuestra producción de gas en acuerdos insostenibles con Irán, Venezuela o Qatar, o ilusionándonos como las ventas de maquinaria agrícola a Angola, Azerbaijan o Bielorrusia, vamos a seguir atados a las alquimias financieras. Y endeudándonos a cualquier costo en nombre de “la apertura” para salir de esas alquimias, nos metemos en otras, que no son peores, sino parte de la misma historia decadente.

En la próxima década, habrá que tomarse en serio nuestra relación con el mundo, como un Estado que trasciende a los gobiernos. Por lo tanto, habrá que lograr un consenso.

En el escenario electoral de hoy, eso parece una quimera. Pero aunque en las PASO no se elige nada, esta noche comienza otra etapa de la campaña, y sería bueno que alguien introdujera la diplomacia en la agenda.

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