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17 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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La amenaza de un "gobierno mundial"

Sabado, 31 de agosto de 2019 00:00

Los focos de incendio en la Amazonia, cuya causa y extensión reales desconocemos, han generado intensos debates en los más diversos ámbitos, dejando mucha tela para cortar.

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Los focos de incendio en la Amazonia, cuya causa y extensión reales desconocemos, han generado intensos debates en los más diversos ámbitos, dejando mucha tela para cortar.

En nuestro desorbitado país, opinólogos habituales se pasaron de raya e hicieron la más fácil: caerle a Jair Bolsonaro por los muchos flancos débiles que exhibe. De hecho, no importarían tanto sus modales cuanto sus políticas respecto del desastre ambiental ocurrido, que lo colocó en una situación muy complicada. Ni el amigo Trump le podrá garantizar tranquilidad.

Que el inconmensurable bosque sea históricamente para Brasil tanto una oportunidad como una amenaza está a la vista. Oportunidad, porque se trata de un fenomenal recurso tangible de poder bajo su soberanía; amenaza, porque -si no lo cuida- la "gobernanza" mundial se le va a meter en la casa con "recomendaciones" y presiones no necesariamente compatibles con su interés nacional.

Tampoco están en discusión los problemas que acarrea el cambio climático global. Negarlo es un desatino. A Brasil, más que a nadie, le conviene apagar los fuegos físico y políticos e implementar medidas adecuadas para el corto, mediano y largo plazos, dado que la mayor parte de esa masa vegetal está dentro de su jurisdicción exclusiva.

Por si fuera poco, el presidente Emmanuel Macron, en clase abierta de cinismo político, aprovechó el incidente para un jaque doble: justificar, por un lado, su oposición al posible futuro (no es más que eso) tratado Mercosur-UE; por otro, embestir contra un país competidor con vocación protagónica por tamaño y extensión, pero con serias dificultades políticas, económicas y sociales. ¿De qué otra manera puede entenderse su pedido de movilizar a las grandes potencias "para salvar la Amazonia" a horas de la cumbre del G 7 en Biarritz?

Difícil que en ese ámbito se aborde la desforestación francesa.

En un mundo con gravísimos problemas, Francia con ADN imperialista al igual que Brasil- se planta en conmovedora defensa de la humanidad ante países que, desde hace tiempo, buscan terciar en los debates geopolíticos actuales.

Y es la misma Francia que, entre 1966 y 1974, afianzó su política nuclear con cuarenta y seis explosiones en la atmósfera, sobre los atolones de Mururoa y Fangataufa, Polinesia Francesa, a 17.000 kilómetros de París.

Tres generaciones de polinesios continúan sufriendo enfermedades degenerativas ocasionadas por las radiaciones. Francia lo negó siempre.

Mientras tanto, en decenas de círculos rojos establecidos en las grandes capitales vuelve a rodar esta pregunta: ¿a quién pertenece la Amazonia, productora del 20% del oxígeno que respiramos?

Detrás del mensaje se advierte cómo los intereses de las metrópolis del siglo XIX han optado por nuevas formas de prevalencia usando el multilateralismo de Naciones Unidas del siglo XXI. Existe una tendencia mundialista, bien pensante y políticamente correcta, que busca sustraer de las soberanías nacionales a ciertos espacios y recursos naturales que, por su importancia, debieran ser "patrimonio común de la humanidad".

El espacio ultraterrestre, "incluso la Luna y otros cuerpos celestes" en 1967, y - en 1982 - los fondos oceánicos fueron declarados patrimonio humano. Ningún país podría apropiarse de ellos por estar fuera de jurisdicciones nacionales y sometidas a un régimen interestatal. Un serio problema será determinar quién ejercerá la representación de la Humanidad.

¿Un Consejo de Seguridad con cinco miembros permanentes y poder de veto? ¿La Asamblea General o alguno de sus organismos subsidiarios? ¿El G7? ¿El Banco Mundial o el FMI?

El debate suele potenciarse en ocasiones de desastres. En cualquier momento le va a tocar el turno a la Antártida. ¿Argentina cometería el desvarío de aceptar una declaración tal? ¿Estamos en condiciones de aguantar las ineludibles presiones que sobrevendrán?

La ocupación argentina del Sector Antártico sobre el que sostenemos soberanía, se basa en una ocupación pública, pacífica y continua de una terra nullius, desde 1904 a la fecha. En 1990 se estableció una moratoria de 50 años para diferir la problemática de la explotación de los recursos antárticos; o sea que en 2040 tendremos allí un foco de tormenta.

Y sin caer en teorías de complot, hasta la peligrosamente vacía y desarticulada Patagonia podría ser objeto de experimentos a causa de nuestra incuria.

En ámbitos académicos internacionales se debate sobre la caducidad del "Orden de Westfalia", aquel gestado con el tratado de paz que en 1648 finalizó la Guerra de los 30 años en Europa y marcó el inicio de un mundo de Estados, basado en tres pilares: soberanía, libre determinación, equilibrio de poderes.

En ese esquema, desde 1978 funciona la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), integrado por los ocho países suramericanos comprometidos con esa vasta cuenca hídrica y selvática. A ese grupo le compete principalmente asumir el problema y tomar las medidas necesarias en función de sus respetivos intereses nacionales, conscientes de su responsabilidad para con el mundo entero. El resto acompañaremos, promoveremos, advertiremos, presionaremos, pero hasta allí.

Mientras nosotros seguimos ahondando brechas, las potencias económicas (incluida Brasil) juegan fichas en función de sus proyectos geopolíticos. Nosotros no lo tenemos porque nuestra claudicante dirigencia hace décadas que abandonó estas preocupaciones. Así nos va y así lo vamos a pagar.

A poco de llegado a la presidencia, Macron habló a sus altos oficiales en la base naval de Toulon, donde reiteró que la disuasión nuclear forma parte de la historia contemporánea francesa, de su estrategia permanente de defensa. Por eso los ensayos nucleares en el Pacífico (hubo otros seis más entre 1995-1996, en tiempos de Chirac). Sus secuelas no cuentan.

Y ahora justificó su cruzada porque la Amazonia es un bien común -francés, y europeo, se entiende-. Lo mismo había sostenido la Sra. Aude Maio-

Coliche, casualmente francesa, embajadora de la UE ante nuestro país, cuando en octubre pasado asistió en nuestra ciudad al IV Congreso Mundial del Gran Chaco Americano, al sostener que esa región es para Europa un bien común de la humanidad. ¿Mera coincidencia? Movido por santa indignación escribí la nota titulada "Y la dama dejó un mensaje" (El Tribuno, 18/10/18). Agua.

A nadie se le movió un pelo.

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