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18 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Ser libres es una elección no una lucha

Jueves, 15 de octubre de 2020 03:00

Sin dudas, cuando se habla de poder, autoridad, libertad y sociedad, las revoluciones, americana (1776) y francesa (1789), constituyen importantes referencias donde encontrar los fundamentos más profundos del Estado moderno. Y ello sin descuidar que se trata de 2 eventos absolutamente opuestos, desde todo punto de vista.

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Sin dudas, cuando se habla de poder, autoridad, libertad y sociedad, las revoluciones, americana (1776) y francesa (1789), constituyen importantes referencias donde encontrar los fundamentos más profundos del Estado moderno. Y ello sin descuidar que se trata de 2 eventos absolutamente opuestos, desde todo punto de vista.

Sociedad y libertad

Los americanos construyeron un "estado" a partir de la "sociedad civil" y construyeron la "autoridad" a partir de la "libertad individual". Sociedad y libertad son los cimientos del Estado americano.

Si esas 2 cosas no están, el Estado y la autoridad se desintegran como un cubo de hielo al sol. Cada americano, conscientemente, entregó una porción de su libertad para permitir un orden y los gobernantes están solo para sostenerlo.

Si los americanos pudiesen sostener un orden sin autoridades las harían desaparecer de un plumazo. Se quedarían solo con el Pentágono y sus dependencias para seguir dominando el mundo.

La autoridad y el poder

Los franceses, por el contrario, construyeron la sociedad civil y la libertad a partir de la autoridad y el poder. El Estado, con su existencia, legitima a la sociedad civil, al tiempo que le pone límites y condiciones para el ejercicio de su libertad. Por más que se rebelen a veces, los franceses son parte de un "estado" y nunca negarían su autoridad. No podrían vivir y convivir sin el Estado, porque la "autoridad" los contiene y conduce. Los americanos son una sociedad que contiene un estado. Los franceses son un estado que contiene una sociedad.

Culturalmente las diferencias son una consecuencia. Los franceses crearon y fortalecieron al Estado para que se ocupe de muchas cosas que, de lo contrario, deberían hacer ellos mismos. Los americanos prefieren ocuparse ellos mismos de sus cosas y que el Estado se limite a cuidarles las fronteras y el poder adquisitivo. Los franceses quieren trabajar para vivir. Los americanos quieren vivir para trabajar. Polos opuestos, ambos tienen una gran virtud: siempre supieron lo que querían ser y lucharon 250 años para conseguirlo. Primero, "son alguien", y, segundo, "son lo que querían y soñaron ser". Después de 170 años de haberse proclamado "Nación" y haber creado un Estado institucional, los argentinos no construyeron una identidad como nación. Tal vez nunca supieron qué quieren ser.

¿Qué queremos ser?

Si un presidente pregunta a los argentinos qué es más importante, el Estado o la sociedad, obtiene 42 millones de respuestas diferentes. Como Nación, no somos "alguien". De un modo u otro, desde 1930 una inmensa mayoría de argentinos decidió "no decidir". Por ello Argentina siempre navegó en aguas turbulentas. Un estado autoritario, deformado y sin objetivos claros, por momentos guardó oro y por momentos lloró pobreza. A veces con buena fe y a veces con mala fe, quiso solucionarlo todo y no solucionó nada. En el barco de la dictadura o la democracia, del socialismo o el liberalismo, del peronismo o el no peronismo, esa falta de identidad la llevó por los mares más bravíos. No naufragó, pero más de una vez supo navegar cabeza abajo. Argentina se acostumbró a usar barcos como submarinos. El Estado administra miles de escuelas, hospitales, centros educativos y centros de salud, pero nadie puso orden y eficiencia al sistema y hoy se consume el 50% del presupuesto en gastos superfluos. Los planes sociales consumen 300 mil millones de pesos solo en gastos administrativos (leyó bien). Se persigue al infractor para imponerle multas millonarias cuyo cobro judicial hace millonarios a unos pocos abogados (una multa de 50 millones, que las hay y muchas, les deja a los abogados del Estado 10 millones).

Más de 300 cárceles sustentan la red de venta de drogas más grande y consolidada. Y podríamos seguir indefinidamente. Esa misma mayoría de argentinos conoce y acepta esa realidad, aún cuando sabe que se paga muchos impuestos para mantenerla, aún cuando advierte las ineficiencias y aún cuando pide castigo a los culpables.

Weber y la Nación

Max Weber (1864 -1920) fue uno de los escritores modernos más claros y precisos al distinguir Nación y Estado. Nació en Erfurt, una ciudad alemana de 200.000 habitantes que quedó en los libros de historia porque en 1808 un Congreso reunió a Napoleón Bonaparte, el zar Alejandro I de Rusia y el gran escritor Johann Wolfgang von Goethe.

Weber, considerado el padre de la sociología moderna, demostró que la Nación es lo primero, y el Estado es una derivación de la Nación. "El Estado es propio de la Nación". Es propiedad de la Nación (un imperdible para la cuarentena: "La ética protestante y el espíritu del capitalismo" (1920). Muerto Weber, parte de su obra fue "ocultada" por los falsos movimientos "nacionalistas" del siglo XX. Lenin, Trotsky, Hitler, Mussolini, y sus aliados en Latinoamérica, impulsaron la desaparición del concepto de Nación, reemplazándolo por el viejo y olvidado concepto de "pueblo". En Hobbes (1588- 1679), el pueblo es una muchedumbre con derechos, pero lejos de ser propietario o creador del Estado, se parece más a un "súbdito" (Elementos de Derecho, 1640). Los farsantes dictadores del siglo XX necesitaban destruir u ocultar la teoría de la "Nación" de Weber. Sabían que el Estado es dominado por la Nación pero domina al pueblo. Seguramente leyó sobre Lenin, Trotsky, Hitler, Mussolini. Le habrán hablado de ellos en la escuela primaria y secundaria.

Ellos fueron militares de poca monta que usaron el poder para destruir Europa y asesinaron millones de personas (mataron 3 generaciones). Seguramente conoce menos a Konrad Adenauer, Jean Monnet, Winston Churchill, Robert Schuman, Alcide de Gasperi, Paul-Henri Spaak, Walter Hallstein y Altiero Spinelli. Nunca le hablaron de ellos en la escuela ni en la universidad. Pues bien, no dude en pararse cuando lea estos nombres, ellos reconstruyeron Europa, salvaron millones de vidas y condenaron a los asesinos. De la mano de esos hombres de bien, hacia el fin del siglo XX Europa ve renacer el concepto de Nación. Pero la América Latina siguió enseñando la 2º Guerra Mundial y adulando a asesinos a sueldo como Hitler, Mussolini y compañía. Argentina siguió hablando del “pueblo” y ocultando a la Nación. Ya en 2010, mientras los políticos europeos hablaban del futuro, los latinoamericanos gritaban histéricos nombres de gente muerta! Hoy, una Europa pujante y reluciente, avanza impulsada por sus “naciones”. No siempre sin obstáculos, pero avanza. Mientras tanto, América Latina se hunde entre los fantasmas de Bolívar, Perón, Allende, Kirchner y Chávez. Los políticos europeos y norteamericanos debaten los avances científicos del siglo XXI y cómo hacer que lleguen a todos los sectores sociales, destacan la importancia de la empatía social y la capacidad del ser humano de regenerarse permanentemente, resaltan la importancia de la unión nacional y el emprendimiento personal como la fórmula del progreso, trabajan sobre la unificación de la salud estatal y privada bajo un solo concepto de salud pública preventiva y avanzan en la cura de enfermos mentales y la inclusión de discapacitados. 
Los discursos políticos en la América Latina carecen de sustancia, hablan de “prohibir”, de “batallar”, de “perder o ganar”, de “dar muerte al enemigo” y hablan de políticos muertos hace años como si nos miraran. Mas de una vez sentí miedo, cuando dicen “Perón te mira!”, “Néstor está entre nosotros!”, “Evita te acompaña!”. Bien deprimente por cierto. Después que San Martín nos liberó de España, nos esclavizamos a Rosas. Cuando Alberdi nos liberó de Rosas, nos esclavizamos a las fuerzas armadas. Nos dieron democracia, y nos esclavizamos al peronismo. Nos dieron libertad y nos esclavizamos al kirchnerismo. Y ahora, con las cadenas puestas, aguardamos lo que no sucederá, porque ser libres es una elección, no una lucha armada. De nada sirve manifestarnos con banderas o gritar con megáfonos. Ser libres es un proceso que empieza por decidir serlo. 
La solución no pasa por gritar ni por tener mejores políticos, sino por construir una Nación (los buenos políticos vendrán solos). Argentina es una unión política y económica que nunca logró una unión cultural ni objetivos claros, lo cual facilita a los político de mala fe, administrar las mayorías y minorías como si fuesen ovejas. Los argentinos, sea como los franceses (un Estado que contiene una Nación), o sea como los norteamericanos (una Nación que contiene un Estado), debemos elegir ser “Nación” y no “pueblo”. Solo ello nos dará una personalidad independiente del Estado. Nos hará libres. 
 

 

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