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“Me infiltré en redes de trata para investigar de forma brutal"

Sabado, 07 de noviembre de 2020 02:45

Kitty Sanders, de 32 años, nació en San Petersburgo, Rusia, y desde pequeña quiso ser periodista.
Una cátedra de la universidad donde cursó despertó su interés por investigar la trata de mujeres, a tal punto que decidió infiltrarse como prostituta en redes de trata durante ocho años, en varios países. 
Hoy reside en Argentina. Es especialista en seguridad, trata y tráfico de personas, autora de tres libros, entre ellos el best- seller “Prolegómenos al libro carne”, integrante del comité de expertos de la Cámara Argentina de Profesionales en Seguridad Integrada (Capsi), fundadora del proyecto Trata Zero Tolerancia y conferencista.  

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Kitty Sanders, de 32 años, nació en San Petersburgo, Rusia, y desde pequeña quiso ser periodista.
Una cátedra de la universidad donde cursó despertó su interés por investigar la trata de mujeres, a tal punto que decidió infiltrarse como prostituta en redes de trata durante ocho años, en varios países. 
Hoy reside en Argentina. Es especialista en seguridad, trata y tráfico de personas, autora de tres libros, entre ellos el best- seller “Prolegómenos al libro carne”, integrante del comité de expertos de la Cámara Argentina de Profesionales en Seguridad Integrada (Capsi), fundadora del proyecto Trata Zero Tolerancia y conferencista.  

Recientemente visitó Salta y recorrió la provincia desde el norte hasta la capital. 

¿Cómo decidió infiltrarse en las redes de trata?

Cuando terminé mi carrera en San Petersburgo quería dedicarme a investigar la prostitución. Quería ayudar a denunciar a proxenetas. Había muchos prejuicios. En Rusia fue prohibido investigar por el presidente (Vladimir) Putin. Hay censura, pero los periodistas tenemos derechos y deberes: tomar la información, la verdad y difundirla en la sociedad. No importa si le hacemos daño al corrupto. Nuestra tarea es entrar en lugares sombríos y dar luz al problema. Como en las entrevistas las mujeres mentían, porque se sentían pecadoras, sucias, entonces se me ocurrió ser una de ellas. Esto fue hace 10 años. Me maquillé, me puse una minifalda y acepté trabajar en un club donde las chicas bailaban y trabajaban como coperas. Luego decidían si estar con los clientes, pero no estaban obligadas. Había un único camarín y trabajábamos 12 horas, de 21 a 7, con tacos de 15 cm. Yo bailaba en un caño de cuatro metros. Me desnudaba. Así me gané la confianza de las mujeres. Me veían pecadora y sucia, entonces me contaban la verdad. Nadie sabía que yo era periodista. Una noche un muchacho muy guapo me dijo que yo era muy linda y joven. Me preguntó por qué estaba ahí bailando y me ofreció trabajar en una agencia de modelos. Ante tal ofrecimiento, muchas piensan que van a ser estrellas, pero yo sabía que en el mundo criminal no podés ganar dinero ni fama. Supe que era proxeneta. Le dije que sí y me llevó al primer prostíbulo de mi vida. Me propuse investigar de forma brutal. Es mi vocación. Ahora ya no puedo hacerlo porque me reconocen. 

¿Qué recuerdos tiene de aquel primer lugar?

Era de dos pisos. El primero era el del engaño, como un bar con mesas de pool. Las chicas estaban obligadas a atender a los clientes y tenían que fingir que estaban por voluntad propia. Para que no escapes te decían: “Nena, si decís algo o te vas, vamos a dañar a tu hermana y a tu mamá que viven en tal calle”, entonces no se escapaban por miedo. Yo atendía a los clientes como prostituta, como ellas, hasta que recuperamos todos los documentos, el dinero y vaciamos el burdel. Siempre sufrí amenazas. Tuve que irme a Ucrania. Luego estuve en Hungría, Alemania, Francia, Inglaterra. Hace unos años llegué a Latinoamérica. Estuve en México, Brasil, Colombia, Chile lugar por lugar, rescatando chicas. Estuve en unos 20 países. Me han cortado, me han quemado con cigarrillos, me encerraron en el baúl de un auto, en contenedores de carga. Para los proxenetas la vida de una chica vale menos que una bala. Hace siete años me quedé en Argentina. Escribí mis libros y sigo trabajando. Soy independiente, no pertenezco a ningún partido político. He viajado mucho también a Santa Fe, Misiones, Entre Ríos donde ocurre este delito, capacito a fuerzas de seguridad y doy charlas de prevención a la juventud. 

¿Cómo veía a las víctimas?

Con enfermedades. Algunas atendían de 10 a 50 clientes. Para olvidar empiezan a tomar alcohol. Con una ducha te sacas la transpiración del hombre, pero el trauma no se va de la cabeza, entonces piden droga a los proxenetas para olvidarse. Después de unos cuatro años, ellos las matan, pero no con una pistola sino con sobredosis. Una vez encontramos el cuerpo de una prostituta con sobredosis. Son manipuladores. 

¿Cuál es su visión sobre la trata de personas en Salta?

Salta es una zona roja por el delito de trata y tráfico de personas. Al tener fronteras con Bolivia, Paraguay, varias chicas fueron trasladadas por allí y desaparecen como así también desde esos países las trasladan por aquí hacia Buenos Aires para explotarlas. Las obligan a prostituirse o grabar películas pornográficas y no tienen salida, solamente si las rescatamos. Por eso trabajo con la Policía y Gendarmería. Necesitamos rescatar a las chicas. Tuve una reunión con el jefe de la División de Lucha contra la Trata de la Policía de Salta, Diego Bustos.
Hace mucho que quería investigar esta zona. Busqué la posibilidad de viajar. Gracias a la asociación Mujeres por la Nación, a Viviana Moreno, presidenta del Concejo Departamental Capital del PJ Salta, y a pastores evangélicos, pude lograrlo. Recorrí Embarcación, La Unión, Santa Victoria. Fui a las comunidades de los pueblos originarios wichi, guaraní y chorote durante estos últimos 14 días. Hablé con los caciques y representantes para que me cuenten sus problemas. Me sorprendió que me pidieron que hable con la juventud porque muchas chicas, incluso niñas de 11 años, se acercan a la ruta y desaparecen y ellos no hacen las denuncias. Me tienen confianza y por eso me cuentan. 
También di una conferencia en la sede del PJ de la que participaron diputados, la prensa.

¿Cómo influye la pobreza y la pandemia en este delito?

La pobreza siempre agrava el delito. Cuanta más pobreza hay, más chicos y chicas buscan trabajo para ayudar a su familia o, si por ahí no tienen buena relación con ella, buscan dinero para sobrevivir por su propia cuenta y caen en falsas ofertas laborales, de viajes. Si bien la cuarentena puso muchos límites para movilizarse, las redes de trata no paran. Juegan con la necesidad urgente de los jóvenes por conseguir dinero. Yo recibo denuncias de jóvenes que me escriben y me cuentan las ofertas que reciben y yo las analizo, les advierto y mando la información a la Policía para que investigue. Los jóvenes confían en mí y no en la Policía, pero no toda policía es corrupta. Para luchar contra este delito deberíamos juntarnos todos e ir contra los delincuentes sin importar si es hombre o mujer. En Argentina hay más proxenetas mujeres que hombres. 

¿Qué opina sobre los casos de María Cash y Marita Verón?

El caso de Marita Verón es emblemático porque impulsó la ley 26.364 de Prevención y Sanción de Trata, que fue sancionada en 2008 y que es fundamental. Fue modificada en 2012 para agravar la pena de proxenetas. 
María Cash viajó en un bus y desapareció. Cuando una chica desaparece, probablemente no esté más en el país. Si ella está en manos de proxenetas no hay salida, salvo si la rescatamos lo cual es muy difícil porque encontrar estos lugares es complicado. Son muy ocultos. Si María está en Bolivia o Paraguay no tenemos ninguna herramienta. Esto me preocupa mucho. Estoy capacitando a Gendarmería en la frontera para que presente atención a quienes cruzan. Si hay mujeres mayores con niñas y documentos truchos, es trata. 

¿Qué deben saber los jóvenes para no caer en las redes de trata?

En primer lugar, que no existe plata rápida. Si alguien te ofrece mucho dinero y este no tiene correlación con tu profesionalismo y más si se interesa en tu apariencia, seguro es un captor de trata. La oferta laboral es trucha. 
En segundo lugar hay que estar alerta en las redes sociales. Mediante estas hacen propuestas de viaje, dinero, pasajes, hasta visa. Ofrecen trabajos de niñera, de modelo... que también son falsas. El proxeneta siempre quiere alejar a la víctima de sus familiares y amigos. 
En tercer lugar, no hay que sentir culpa ni vergüenza. No deben tener miedo de pedir ayuda. Lo pueden hacer a la línea nacional anónima, gratuita que funciona los siete días de la semana las 24 horas. Es la 145. Pueden hacer la denuncia o también contactarse conmigo a mis redes sociales. 
Algo que me conmovió es que una adolescente de 17 años, wichi, de Embarcación, después de escucharme me confesó que había pensado vender su cuerpo, pero que no lo iba a hacer. Ese es mi objetivo: visibilizar para prevenir y salvar la juventud. Pienso volver a Salta.
 

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