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El año que nos mostró que somos vulnerables

2020. Historias mínimas de máximas transformaciones.
Miércoles, 30 de diciembre de 2020 18:16

Termina un 2020 que nos sorprendió con una pandemia que afectó la vida cotidiana, los hábitos, el trabajo y la economía del mundo. 
El COVID 19 nos demostró, de golpe, que la ciencia médica no nos ha vuelto invulnerables  a las pestes: más de 80 millones de personas contagiadas y casi dos millones de muertos en el mundo son una tétrica prueba de la fragilidad humana.
Este virus mutante, imprevisible y con una capacidad enorme de circulación dejó al desnudo asignaturas pendientes en las políticas preventivas de salud. 
Estamos en un tiempo en el que la astronomía  es capaz de predecir cuándo llegará un cometa o caerá un meteorito, pero los virus  -quizá, una consecuencia del modo de vida contemporáneo- sorprenden a la microbiología. 
Este dato nos obliga a entender que esta civilización superurbanizada exige que la salud pública sea una prioridad del Estado. Una necesidad de la sociedad. No de un partido o un gobierno. 
La enseñanza que nos deja el COVID 19 es que la inversión en ciencias de la salud, investigación, tecnología, infraestructura, atención primaria, acción preventiva, llevadas a cabo por el sector público o el privado, deben ser consideradas de interés público.
Es necesario tomar la iniciativa. En algunas regiones de nuestro país la desnutrición, la deshidratación y la falta de agua potable constituyen una endemia; debemos convertirla en un objetivo superador. La pandemia es una experiencia amarga, de la que debemos salir más solidarios y mas conscientes de que la Patria ( la chica y la grande) es el hogar de todos.
La cuarentena fue muy dura para los más vulnerables y eso también debe llevarnos a luchar juntos por una sociedad más fuerte, más contenedora, sin excluidos ni ignorados.
La llegada de una buena vacuna generará esperanzas, pero no resolverá los problemas de fondo.
Es imprescindible rendir un homenaje a los que se pusieron en la línea de fuego: más de 50 mil casos confirmados de COVID-19 entre médicos, enfermeros y auxiliares. Entre ellos se registraron más de 200 muertes, la mayoría, menores de 60 años. En Salta, los profesionales de la salud fallecidos por COVID 19 fueron más de treinta. 
La cuarentena produjo el cierre de escuelas, que no fue compensada por la improvisada enseñanza virtual que llegó a una parte de la población escolar y generó la pérdida de un ciclo lectivo. 
Esta es también una experiencia, donde debemos asumir una actitud superadora: es imprescindible evaluar colectiva e individualmente el nivel de conocimientos de los alumnos y planificar la recuperación con objetivos de corto, mediano y largo plazo. 
Y, por supuesto, hacer todo lo posible para que en febrero comience el ciclo lectivo con clases presenciales. Pero también, empezar a valorar la importancia de la tecnología en la era de la inteligencia artificial y el internet de las cosas.
Este 2020 ha sido un año difícil, pero no el peor de nuestra historia. Un año de pérdidas humanas. Para muchísimos argentinos, además del año de la pandemia, será el año de la muerte del mayor ídolo de la historia del fútbol, Diego Maradona, una figura deportiva que conmovió al mundo.
Este anuario está dedicado a todos aquellos que perdieron mucho con la pandemia. A los que se sienten impotentes, para transmitirles un mensaje de esperanza. Y a los que sacaron fuerzas de flaqueza y afrontaron el desastre con espíritu positivo, con entereza y supieron cambiar sus actividades, los que se “reinventaron” y se adaptaron a la “nueva normalidad”, dos conceptos de moda, pero que dicen mucho de los tiempos que nos esperan.
Todos ellos son personalidades inspiradoras, capaces de insuflar esperanza a los demás en momentos tan complejos.
Nuestro mundo quedó al desnudo cuando un virus mostró su vulnerabilidad. Mirar hacia adelante significa saber que otros virus pueden aparecer en los inmensos conglomerados, pero también, tomar en cuenta los grandes conflictos de la sociedad contemporánea: las tensiones por la desigualdad, la transformación vertiginosa del trabajo, la incertidumbre frente al cambio climático y el replanteo del orden internacional.
El COVID 19 debe ser para nosotros un llamado de atención; una invitación a elevar nuestra mirada para conocer mejor a la sociedad en que vivimos y vigorizar los lazos solidarios.
Los emprendedores, mujeres y hombres que no se resignan y ponen el alma para salir adelante, son un ejemplo de decisión. 
Del mismo modo  los médicos, auxiliares,  enfermeros, camilleros, y personal de la salud, pública o privada, son un ejemplo de compromiso. El secretario de Salud, Sergio Humacata, muerto por COVID 19, es para nosotros un emblema de ese compromiso colectivo.
Ojalá que en este 2021 que empieza cundan estos ejemplos de responsabilidad social y sensibilidad humana. Las tragedias también muestran el rostro de los héroes, cuyas vidas potencian y renuevan a los pueblos.

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Termina un 2020 que nos sorprendió con una pandemia que afectó la vida cotidiana, los hábitos, el trabajo y la economía del mundo. 
El COVID 19 nos demostró, de golpe, que la ciencia médica no nos ha vuelto invulnerables  a las pestes: más de 80 millones de personas contagiadas y casi dos millones de muertos en el mundo son una tétrica prueba de la fragilidad humana.
Este virus mutante, imprevisible y con una capacidad enorme de circulación dejó al desnudo asignaturas pendientes en las políticas preventivas de salud. 
Estamos en un tiempo en el que la astronomía  es capaz de predecir cuándo llegará un cometa o caerá un meteorito, pero los virus  -quizá, una consecuencia del modo de vida contemporáneo- sorprenden a la microbiología. 
Este dato nos obliga a entender que esta civilización superurbanizada exige que la salud pública sea una prioridad del Estado. Una necesidad de la sociedad. No de un partido o un gobierno. 
La enseñanza que nos deja el COVID 19 es que la inversión en ciencias de la salud, investigación, tecnología, infraestructura, atención primaria, acción preventiva, llevadas a cabo por el sector público o el privado, deben ser consideradas de interés público.
Es necesario tomar la iniciativa. En algunas regiones de nuestro país la desnutrición, la deshidratación y la falta de agua potable constituyen una endemia; debemos convertirla en un objetivo superador. La pandemia es una experiencia amarga, de la que debemos salir más solidarios y mas conscientes de que la Patria ( la chica y la grande) es el hogar de todos.
La cuarentena fue muy dura para los más vulnerables y eso también debe llevarnos a luchar juntos por una sociedad más fuerte, más contenedora, sin excluidos ni ignorados.
La llegada de una buena vacuna generará esperanzas, pero no resolverá los problemas de fondo.
Es imprescindible rendir un homenaje a los que se pusieron en la línea de fuego: más de 50 mil casos confirmados de COVID-19 entre médicos, enfermeros y auxiliares. Entre ellos se registraron más de 200 muertes, la mayoría, menores de 60 años. En Salta, los profesionales de la salud fallecidos por COVID 19 fueron más de treinta. 
La cuarentena produjo el cierre de escuelas, que no fue compensada por la improvisada enseñanza virtual que llegó a una parte de la población escolar y generó la pérdida de un ciclo lectivo. 
Esta es también una experiencia, donde debemos asumir una actitud superadora: es imprescindible evaluar colectiva e individualmente el nivel de conocimientos de los alumnos y planificar la recuperación con objetivos de corto, mediano y largo plazo. 
Y, por supuesto, hacer todo lo posible para que en febrero comience el ciclo lectivo con clases presenciales. Pero también, empezar a valorar la importancia de la tecnología en la era de la inteligencia artificial y el internet de las cosas.
Este 2020 ha sido un año difícil, pero no el peor de nuestra historia. Un año de pérdidas humanas. Para muchísimos argentinos, además del año de la pandemia, será el año de la muerte del mayor ídolo de la historia del fútbol, Diego Maradona, una figura deportiva que conmovió al mundo.
Este anuario está dedicado a todos aquellos que perdieron mucho con la pandemia. A los que se sienten impotentes, para transmitirles un mensaje de esperanza. Y a los que sacaron fuerzas de flaqueza y afrontaron el desastre con espíritu positivo, con entereza y supieron cambiar sus actividades, los que se “reinventaron” y se adaptaron a la “nueva normalidad”, dos conceptos de moda, pero que dicen mucho de los tiempos que nos esperan.
Todos ellos son personalidades inspiradoras, capaces de insuflar esperanza a los demás en momentos tan complejos.
Nuestro mundo quedó al desnudo cuando un virus mostró su vulnerabilidad. Mirar hacia adelante significa saber que otros virus pueden aparecer en los inmensos conglomerados, pero también, tomar en cuenta los grandes conflictos de la sociedad contemporánea: las tensiones por la desigualdad, la transformación vertiginosa del trabajo, la incertidumbre frente al cambio climático y el replanteo del orden internacional.
El COVID 19 debe ser para nosotros un llamado de atención; una invitación a elevar nuestra mirada para conocer mejor a la sociedad en que vivimos y vigorizar los lazos solidarios.
Los emprendedores, mujeres y hombres que no se resignan y ponen el alma para salir adelante, son un ejemplo de decisión. 
Del mismo modo  los médicos, auxiliares,  enfermeros, camilleros, y personal de la salud, pública o privada, son un ejemplo de compromiso. El secretario de Salud, Sergio Humacata, muerto por COVID 19, es para nosotros un emblema de ese compromiso colectivo.
Ojalá que en este 2021 que empieza cundan estos ejemplos de responsabilidad social y sensibilidad humana. Las tragedias también muestran el rostro de los héroes, cuyas vidas potencian y renuevan a los pueblos.

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