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Anita Olmos siempre le sonríe a la vida...

Esta artesana de la Quebrada del Toro tiene un arma poderosa para hacerle frente a la adversidad: su eterna sonrisa.
Domingo, 06 de diciembre de 2020 00:36

En la solitaria Quebrada del Toro habitan verdaderos titanes que enseñan con su silencioso amor por la vida. En cada comunidad dispersa y distante de los cerros de Rosario de Lerma, surgen los ejemplos de hombres y mujeres que aman el lugar donde han nacido, que lo llenan de frutos y flores aunque se trate de un desierto.

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En la solitaria Quebrada del Toro habitan verdaderos titanes que enseñan con su silencioso amor por la vida. En cada comunidad dispersa y distante de los cerros de Rosario de Lerma, surgen los ejemplos de hombres y mujeres que aman el lugar donde han nacido, que lo llenan de frutos y flores aunque se trate de un desierto.

Imagino un lugar arriba en los cerros del Toro donde las cascadas cristalinas y heladas se despeñan en verano, y los hilos de agua transitan ruidosos por el concierto de las piedras que se atropellan en ese viaje. Imagino a las cabras, a las llamas y a las ovejas con sus niños pastores esperando que muera cada día de horas eternas. Imagino el horno de barro encendido con leña para hacer crecer el pan del desayuno al alba. Imagino un atardecer cerca del cielo, sin pandemia, sin miedos. Y veo al cóndor en vuelo sobre las serranías y las breves planicies reverdeciendo en diciembre. Todo eso imagino cuando miro el generoso rostro de Anita Olmos, la amorosa artesana de El Toro.

"Anita lucha por sus hijos como una leona. Tiene cuatro hijos: Lorenzo, Jesús, Alfredo y Aldo. Oriunda de El Toro, actualmente vive cerca de Ing Maury junto a Jesús y Alfredo. Es una mujer multifacética, se dedica a las actividades del campo junto a su hijo Alfredo, busca agua y leña, hace un delicioso queso de cabra, diariamente saca a pastorear a sus ovejas y cabras, planta maíz, habas y ahora alfa", la describió Carlos Figueroa, vocero de la Fundación Alfarcito.

Y agregó: "Además, Ana es una de las grandes artesanas de Alfarcito. Gran parte de su tiempo lo dedica a su hijo Jesús, que tiene un serio problema neurológico. Siempre está atenta a sus necesidades, lo cuida con mucha dedicación y un amor del que solo es capaz una madre".

Ana tiene el don de la simpatía. Ella recibe a los turistas que pasan por Ingeniero Maury con una calidez especial. "Lo hace desde hace años cuando el padre Chifri recorría los cerros. Quien llega a su casa es recibido por una mujer muy dulce y humilde, que siempre tiene la sonrisa que ni los mayores sufrimientos le han podido quitar", describió.

Como no puede ser de otro modo, la huella de Chifri quedó gravada en el corazón de Anita. "A todos les cuenta lo que el "Padrecito Chifri" hizo por ella y sus hijos. Lo recuerda cuando llegaba con sus muletas hasta su casa y les daba la bendición a ella y a sus niños, compartiendo momentos inol vidables", expresó Carlos.

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