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Los médicos cubanos

Martes, 28 de abril de 2020 00:00

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Como bien prueba hasta el hartazgo Juan "Tata" Yofre en su libro "Fue Cuba", el régimen comunista de la isla-cárcel fue el principal responsable extranjero de la guerra civil que vivió la Argentina en los '70. Ya en los años 60 Fidel Castro envió a Orán un grupo de militares cubanos a formar una insurgencia contra el gobierno del Dr. Humberto Illia. Uno de ellos, el capitán Hermes Peña ultimó al gendarme argentino Juan Adolfo Romero en las afueras del pueblo de Yuto (Jujuy). Otro militar caribeño, Abelardo Colomé Ibarra (Furry) luego de su paso por la selva oranense siguió su carrera en el ejército cubano hasta alcanzar el grado de general y ocupar el cargo de ministro del Interior de Cuba. Otro de esos cubanos invasores, Juan Castellanos fue capturado y purgó cárcel en el penal de Villa las Rosas de la capital salteña. El régimen genocida cubano, además de "aguantadero" de terroristas, también fue cómplice en atentados criminales. Es el caso del secuestro extorsivo por parte de los montoneros de los hermanos Juan y Jorge Born. El rol que le cupo a los cubanos fue el de sacar el dinero por valija diplomática. Cuando la limosna es grande hasta el santo desconfía. Habría que agregar que si el que la da es el enemigo, la desconfianza debiera ser absoluta. Este es el marco en el que hay que analizar el ofrecimiento del régimen genocida cubano de enviar médicos a la Argentina para luchar contra el COVID-19. Para empezar, a nadie debiera escaparle que ningún ciudadano puede salir de Cuba sin autorización del gobierno. El hijo de Hilda Molina, el Dr. Roberto Quiñones (ambos cubanos), debió pedir asilo como única manera de salir de la isla-cárcel; su madre estuvo presa del régimen durante años hasta que la presión internacional hizo que pudiera establecerse en la Argentina. De Cuba los médicos salen para trabajar ya como esclavos del régimen (éste cobra los servicios y luego les reparte migajas) o, ya como espías de la inteligencia cubana. En Venezuela así se infiltraron hasta constituir la guardia pretoriana de Chávez, primero, y de Maduro, después. En el Chile de Salvador Allende cumplieron idéntica función. Hasta llegaron a encargar a un agente para que enamorara a la hija de Allende con el objeto de penetrar al círculo más íntimo. Derrocado Allende por Pinochet, Beatriz Allende se suicidó al enterarse de que su marido tenía señora e hijos en Cuba y que no estaba dispuesto a abandonarlos. Había cumplido un servicio al estado cubano y la misión (la relación amorosa con Beatriz) había terminado. Así las cosas, no veo por qué se deba creer de buenas a primeras que los médicos-espías cubanos son más fieles al juramento hipocrático que al régimen al que sirven o al que tiene de rehenes a sus familiares. Por su parte, flaco favor hace el gobierno argentino a la tan declamada justicia social fomentando el trabajo esclavo. Pero hay algo todavía infinitamente más grave que no se tiene en cuenta. Es más, se sospecha que había sido desarrollada como tal y que su difusión se debió a un error. Qué es esto de entregarle, aunque sea parcialmente, el manejo de semejante virus a agentes de un gobierno enemigo de la Argentina. El gobernador jujeño Gerardo Morales que se ha enfrentado a Milagro Sala y Evo Morales (ambos simpatizantes confesos de la dictadura cubana) es, objetivamente, un enemigo para Cuba. Si yo fuera Morales, por si acaso, no dejaría entrar a ningún médico cubano en Jujuy.

 

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