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Refugiados y migrantes, un drama del mundo global

En el planeta 79,5 millones de personas debieron huir de su país. A pesar de los compromisos, los países se resisten a recibirlos.  
Jueves, 02 de julio de 2020 19:47

El de los refugiados, migrantes y desplazados es uno de los temas críticos del siglo XXI. 
Involucra directamente a la condición humana. Pero también a las identidades culturales (los grupos identitarios de los países desarrollados lo demuestran), las inequidades y desequilibrios de un mundo globalizado (que pone en crisis el sentido de nacionalidad y pertenencia), la fragilidad de las instituciones y, por supuesto, la endeblez del arraigo de los valores de derechos humanos en las convicciones, muchas veces adulterados por razones étnicas o ideológicas. 

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El de los refugiados, migrantes y desplazados es uno de los temas críticos del siglo XXI. 
Involucra directamente a la condición humana. Pero también a las identidades culturales (los grupos identitarios de los países desarrollados lo demuestran), las inequidades y desequilibrios de un mundo globalizado (que pone en crisis el sentido de nacionalidad y pertenencia), la fragilidad de las instituciones y, por supuesto, la endeblez del arraigo de los valores de derechos humanos en las convicciones, muchas veces adulterados por razones étnicas o ideológicas. 

Escribió el pensador búlgaro Tzvetan Todorov: “Antes de la época contemporánea, el mundo jamás había sido escenario de una circulación tan intensa de los pueblos que lo habitan ni de tantos encuentros entre ciudadanos de países diferentes... La población de los países pobres intenta por todos los medios acceder a lo que considera el paraíso de los países industrializados, en busca de unas condiciones de vida dignas”. 

Hay ejemplos lacerantes, pero quizá el más actual en este año de pandemia sea la tragedia más de 6,6 millones de refugiados sirios tras casi una década de guerra civil. Según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados es el reflejo de la dureza de un conflicto que ha producido millones de desplazados internos y más de 300.000 víctimas mortales.
Casi tres millones están registrados en Turquía, el país del mundo que más refugiados acogía a finales de 2015, según la ONU; un millón huyó a Egipto, Irak, Jordania y Líbano.
Hace dos semanas, Acnur informó que en el mundo hay 79,5 millones de desplazados (entre 30 y 34 millones, niños y niñas). 
El 68% de todos los refugiados y venezolanos desplazados en el extranjero provienen de cinco países: Siria (6,6 millones), Venezuela (3,7 millones), Afganistán (2,7 millones), Sudán del Sur (2,2 millones), Myanmar (1,1 millones). Aunque todas las naciones se comprometieron hace setenta años a dar albergue a los desplazados, la inmensa mayoría se queda en los países vecinos al conflicto. Y los migrantes que huyen del hambre chocan contra la xenofobia de los supuestos anfitriones.
El 80% de las personas desplazadas del mundo se encuentran en países o territorios afectados por inseguridad alimentaria aguda y desnutrición, riesgos climáticos y de desastres naturales.

Fugas y rechazos

El caso de la migración venezolana nos resulta familiar. Ese idealizado paraíso de la democracia no resolvió un problema central: el de la exclusión y la pobreza. El mesiánico mensaje de Hugo Chávez y el grotesco espectáculo de Nicolás Maduro derivaron en crecimiento de la criminalidad (se sextuplicó desde 1998). Luego, la migración se aceleró por las persecuciones políticas, la debacle económica y el hambre. 
La presión de la migración centroamericana y mexicana en dirección a EEUU cobró espacio en la opinión pública, especialmente tras el acceso al poder de Donald Trump, quien alentó fobias, prejuicios y el resurgimiento de grupos ultrarracistas y reaccionarios. 
El escándalo de los migrantes africanos ( y las imágenes de horror en el Mediterráneo) muestran como se diluye la ilusión de una Europa como referencia cultural de la humanidad. 
Hablar de migración es referirnos a Estados fallidos, falta de voluntad política frente a necesidades insatisfechas, guerras, violencia étnica, violencia estatal, violencia para estatal, necesidades insatisfechas, grupos vulnerables y factores ambientales. Y las instituciones y normas actuales resultan ambiguas por lo cual los Estados que se comprometieron a no rechazar a los refugiados y a ofrecerles contención, encuentran “lagunas” para no hacerlo. 
Un drama del siglo
Entre 1970 y fines de los 90, los residentes en el extranjero registrados aumentaron de 75 millones a 150 millones. El régimen de refugiados moderno fue creado después de la Segunda Guerra Mundial. 
Desde 1951 está vigente la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados.
En teoría, ellos tienen derecho a solicitar asilo. En la práctica, los países bloquean el camino hacia la seguridad. En teoría, tienen derecho a la integración, o regresar al país de origen; en la práctica, se quedan atrapados en un limbo casi indefinido. En teoría, los refugiados son una responsabilidad global compartida. En la práctica, los países próximos al conflicto reciben a una abrumadora mayoría. 
Según el papa Francisco, “el auténtico desarrollo es aquel que pretende incluir a todos los hombres y mujeres del mundo, promoviendo su crecimiento integral, y preocupándose también por las generaciones futuras”. Nada hace pensar que el mundo va por ese camino.

La hora de la autocrítica
 Alexander Betts, catedrático del Centro de Estudios para los Refugiados, Universidad de Oxford, ante el rechazo a los sirios que huían de la guerra se “avergüenza de ser europeo”.

A pesar de la Convención de 1951, señala, no existe ningún marco de gobierno global coherente o unificado para las diferentes áreas. Betts habla de un “régimen complejo”, lleno de lagunas. Propone un “régimen adaptado” al nivel nacional de implementación en un mundo en el que están surgiendo nuevos problemas y retos pero en el que las instituciones oficiales se crean mucho más lentamente. “Creo que nuestros políticos carecen de una visión sobre cómo adaptar un sistema internacional de refugiados creado hace setenta años“, enfatizó el investigador de Oxford.


 

 

 

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