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El Día del Niño se puede sorprender con un regalo directo al corazón

Mónica Sosa propone dar plantas que requieren pocos cuidados en macetas intervenidas. El recipiente está pintado con dibujos de “El Principito” y alberga mensajes sorpresa. 
Miércoles, 12 de agosto de 2020 20:30

El Día del Niño es una de las fechas en que más se disponen los consumidores a moverse gregariamente y dejarse dirigir por las modas televisivas. El consumo desmedido no mengua, ni en pandemia. Aún así surgen opciones de regalos que concilian el acercamiento a otros valores con el cariño del producto artesanal. 

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El Día del Niño es una de las fechas en que más se disponen los consumidores a moverse gregariamente y dejarse dirigir por las modas televisivas. El consumo desmedido no mengua, ni en pandemia. Aún así surgen opciones de regalos que concilian el acercamiento a otros valores con el cariño del producto artesanal. 

Mónica Sosa es profesora de Tecnología y trabaja doble turno en el nivel secundario. Hace ocho años empezó a pintar en tela y luego experimentó sobre otras superficies como madera, metal y vidrio. Respetuosa de la educación formal, cuenta que siempre le gustó pintar, pero que nunca tuvo tiempo de hacer un curso especializado en esa área, salvo uno inicial del que salió sin dominar todas las técnicas. 

“Uno siempre busca de hacer las cosas bien. No quería hacer cosas mamarrachas, sino después de haber estudiado hacer cosas bien hechas. En YouTube hay tutoriales sobre todos los temas y así me fui perfeccionando. Experimentando, equivocándome, arruinando pedazos de madera o lo que fuere y mejorando”, señaló. 

Sin embargo, unos expresivos búhos pintados sobre piedra de Carina Álvarez, una artesana local, captaron la atención de Mónica y aunque no la pudo contactar para capacitarse con ella o pedirle consejos de su técnica sí se sintió impulsada a experimentar sí misma. La materia prima, piedras chatas, era gratuita pero no tan sencilla de hallar en determinados lugares. De hecho, Mónica desde hace dos años vive con su esposo y su hijo en la zona norte, donde abundan las piedras ideales para imprimirles sus diseños, en el río Vaqueros o en los restos de material de construcción que sacan los vecinos de sus casas, pero antes debía salir a caminar con su marido para recolectarlas. El prólogo de su emprendimiento se completa con su adhesión a un grupo de intercambio de plantas, semillas y esquejes. Entre sus pares tuvo la visión de que las piedras decoradas eran, en realidad, un producto. 

“Como no tenía qué trocar, hacía piedras decorativas y las cambiaba por plantas. Ahí me surgió la idea de que las macetas alojaban piedras pintadas con frases y dibujos”, expresó. 

Un nombre elocuente

La denominación de su emprendimiento, Turmalina, le resonó a partir de los morfemas que comparte su segundo nombre, Alina, con turmalina, un mineral que se encuentra en los granitos y cuya apariencia, verde y encarnada, resulta encantadora de ver en la joyería fina. “Los chicos me dicen que trabajo con rocas”, comentó, iluminada su sonrisa por ese ida y vuelta inesperado que se da necesariamente cuando se elaboran objetos para disfrute de las infancias. 

Entre sus diseños tiene una línea de búhos, adultos y bebés; de niños con mascotas y la novedad: las inspiradas en El Principito, de Saint Exupéry. 

Este escritor y aviador francés murió sin haber visto el inmenso éxito que le depararía su obra, una fábula que, sin proponérselo, condensa lo que realmente importa: la amistad con sus luces y sombras, al mismo tiempo caduca e imperecedera. En este escrito no exento de misterios halló muchas frases significativas, algo complejas para niños. O tal vez, todo lo contrario. “Sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos”, “Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante”, “Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres”, “No era más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo”. En una piedra una de estas misivas, en otra un pequeño recorte del dibujo en la maceta. 

“Siempre trato de transmitir algo en cada cosa que hago. Las señoras que me compran me comentan: ‘Los ojos de los búhos me dicen ‘llevame’”. También las hice para otras fechas como para Reyes Magos, Pascuas y Día del Amigo”, expresó Mónica. Sin embargo, el público menudo es el que más cautiva a esta artista y se nota en cada anécdota que desgrana. 

“Vienen las nenas con su carterita, acompañadas de su mamá, y piden una vaquita, una lechucita”, recordó. 

El cuidado

“Manual de instrucciones para plantitas suculentas: 

1. Me da miedo la oscuridad, necesito ver la luz del sol.

2. Necesito agua cuando la tierra esté bien seca o mis hojitas se empiecen a arrugar (cada dos semanas).

3. No dejes caer agua sobre mis hojitas, sí en la tierra que está alrededor. 

4. Si una de mis hojas cae en la tierra, crecerá una nueva vida en ella”. 

Pinchadas en un palillo vienen también en el combo las indicaciones mínimas para mantener con vida una suculenta. “Quiero enseñarles a los niños a valorar lo natural, las plantas y las piedras, e inculcarles el cuidado de un ser vivo. Quiero que se fijen en otras cosas, no solo en el celular y los videojuegos”, afirmó Mónica, que en su contexto de pandemia pasa sus días entre consultas, tareas y videollamadas con sus alumnos. De esa vorágine escapa con su hobbie. 

“La pintura me relaja, me transporta a otro mundo, se puede venir todo abajo y estoy viendo el detalle, haciendo que quede prolijo. Siempre busco motivos para pintar. Capaz que en otra vida voy a ser maestra jardinera o lo fui...”, cerró.

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