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VIDEO La médica que le canta a cientos de pacientes con COVID-19 y se hizo viral

Adriana Fernández, es médica y trabaja en el centro de internación de La Matanza. Sorprendió a sus pacientes con música de Fito Paez. Hace un año se recibió. 
Viernes, 14 de agosto de 2020 07:53
Adriana Fernández cuando se recibió junto a dos sobrinos.
Adriana Fernández de blanco y en el medio de la foto, en familia.

Esa mañana se animó a sacarle la guitarra. Había madurado la idea suficiente tiempo. Temía hacerlo porque es el instrumento de trabajo de Carlos, su marido compositor, y su herramienta de esparcimiento los fines de semana. “Se la tuve que extirpar quirúrgicamente”, dijo en chiste. En realidad, la maniobra fue más sencilla y determinante: “Le dije me la llevo y me la llevé”.

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Esa mañana se animó a sacarle la guitarra. Había madurado la idea suficiente tiempo. Temía hacerlo porque es el instrumento de trabajo de Carlos, su marido compositor, y su herramienta de esparcimiento los fines de semana. “Se la tuve que extirpar quirúrgicamente”, dijo en chiste. En realidad, la maniobra fue más sencilla y determinante: “Le dije me la llevo y me la llevé”.

Carlos no pudo componer. Adriana, en cambio, volvió a cantar en público. Lo hizo en el polideportivo Juan Domingo Perón de González Catán, un microestadio recostado a la vera del kilómetros 32 de la Ruta 3, en el partido de La Matanza. Lo hizo sin saber que la filmaban, sin saber que Fito Páez se encargaría de difundirlo.

“Este video me llego hoy a la manñana. Adriana Fernández, es la médica que toca la guitarra y canta, como los dioses, esta preciosa versioón de El amor despueés del amor”, publicó Fito Páez en su cuenta de Instagram.

El video muestra a una mujer de espaldas, vestida con ambo azul, lentes, pelo largo y marrón, con su pierna derecha flexionada y apoyada sobre un borde de cemento que sirve de regazo para su guitarra criolla. No se le ve la cara. Lo que se ve es un playón deportivo acondicionado para albergar enfermos de COVID-19. En vez de arcos, aros o redes, hay boxes, divisores blancos y otras médicas. Y se distingue la potencia de una voz que asegura, enfáticamente, que nadie puede ni debe morir sin amor.

Antes había interpretado Amor equivocado de Fabiana Cantilo. Su primera intervención fue una sorpresa. Le dio tiempo a la audiencia a tomar el celular y grabarla. Para cuando llegó el final de la canción de Fito, ya varios la estaban filmando. “Me costó un poco porque hacía mucho que no cantaba y menos para tanta gente. Me puse muy nerviosa”, admitió. Hacía tiempo que quería hacerlo: era cuestión de adquirir coraje para cantar y para robarle la guitarra a su marido.

“El único esparcimiento que tienen los internados es el uso de sus celulares. La doctora, recibida hace un año, a los 58 años, me pidió que trasmitiéramos esto: la urgente necesidad de toma de conciencia sobre los peligros que conlleva el COVID-19”, compartió el mismo Fito en sus redes.

Aunque tiene su sospecha, no sabe exactamente quién la filmó ni cómo ese material llegó a conocimiento del célebre artista de rock nacional: “No sé cómo pasó ni dónde lo subió. No tuve tiempo de hablar con nadie todavía. Pero jamás me imaginaba que iba a llegarle el video a Fito. Jamás me imaginé nada, en realidad”. Lo que sabe es que no dejará de hacerlo y que le gustaría que algunos de las personas que la documentaron le compartan el video. 

El polideportivo tiene capacidad para 162 camas y está dividido por género: el espacio de las mujeres es más grande para albergar a familias enteras.

Adriana empezó a trabajar allí hace poco. Porque hace poco fue inaugurado y porque hace poco es médica. Tiene 58 años y vive desde los 2 en La Tablada, donde se instalaron sus padres provenientes de Córdoba. Es madre de cuatro hijos: Luis de 36 años, Melisa de 34, Alejandro de 32 y David de 25. Se recibió en la Universidad de La Matanza el 14 de diciembre de 2019. Trabajó siempre, desde los 13 años. “Empecé sellando bolsas de residuos, seguí atendiendo un despacho de pan, aparado de zapatillas Skipy, celadora de transporte escolar y la lista sigue”, graficó. 

Hizo la carrera en siete años: uno más que el resto. Pediatría fue la razón de su demora. “Pero acá estoy, ¡llegué!”, celebró. Recién cuando su maternidad y su estabilidad económica le dieron oxígeno, pudo retomar sus estudios. Dejó de trabajar para materializar su deseo: “Medicina me llevó todo el tiempo. No podía trabajar. Tenía a mis neuronas herrumbradas”.

Convertirse en médica era una cuenta pendiente en su vida. La vocación la absorbió de las devociones de su padre, Juan Carlos. “Papá amaba al doctor Favaloro y tenía un libro que me compré hace poco para leerlo de nuevo. Me enamoré de esta profesión después de leer Memorias de un médico rural”, adujo.

Ella es, en verdad, un producto genuino de sus padres. A su papá, además de René Favaloro, también le gustaba la música. Adriana respetó y adoptó los amores de su linaje familiar. “Le gustaba Zitarrosa, Larralde, Yupanqui, Cafrune”, reveló. Él la llevó a que tomara clases de guitarra a los seis años con una excusa superior: “Cuando llegué de la primera clase lo primero que hizo fue pedirme que le enseñara a tocar la guitarra”.

Nueve años después conoció a Carlos, su marido, en un festival. Ella integraba un grupo de folclore. Él uno de rock nacional. El amor brotó de la sencillez de un gesto: “Era una época donde se usaban enteritos de jeans con muchos cierres y mi guitarra se estaba rayando con el bolsillo del pantalón. Él me prestó un pañuelo para taparlo”.

Se casaron cuando ella tenía 21 años, en 1981. El último diciembre cumplieron 38 años de casados. El mismo último diciembre que se convirtió en la doctora Fernández. Nueve meses después, Fito Páez le dedicó una publicación: la bautizó “la médica que toca la guitarra y canta como los dioses”.

Fuente Infobae 
 

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