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Juana Manuela

Viernes, 18 de septiembre de 2020 00:00

Sobre el final de su vida, el poeta y gobernador salteño Joaquín Castellanos, evocó a una serie de personajes esenciales que él había conocido durante su existencia.

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Sobre el final de su vida, el poeta y gobernador salteño Joaquín Castellanos, evocó a una serie de personajes esenciales que él había conocido durante su existencia.

Entre a quienes destaca dice: "la figura de Juana Manuela Gorriti es la de una mujer extraordinaria por sus cualidades intrínsecas, por los accidentes románticos de su vida y por su acción personal durante el largo período en que fue centro y directora de una corriente cultural memorable en Sudamérica. Más que una gran escritora, fue una gran educadora; y más que escritora y educadora, fue una mujer superior".

Castellanos trató y frecuentó a Juana Manuela en sus últimos días, y dada su jovialidad, señala que nunca fue una anciana, sino un alma joven. Otra destacada amiga de Juana Manuela fue Juana Manso, quien la describe como una mujer de inteligencia preclara y conversación cautivante, al punto de que era imposible sustraerse de sus historias y sus vivencias. El célebre escritor peruano, Ricardo Palma, quien compartió tertulias literarias con Juana Manuela en sus largas estancias en Lima, también le profesó un profundo respeto intelectual y compartieron una noble amistad.

Una verdadera salteña

Juana Manuela Gorriti nació en la localidad de Horcones, Rosario de la Frontera, un 15 de junio de 1818. Otros dicen que en 1816 y esta última fecha parecería tener más asidero. Era hija del Dr. José Ignacio Gorriti, dos veces gobernador de Salta y diputado ante el Congreso de Tucumán y de Feliciana de Zuviría, hermana de Facundo, quien presidió la asamblea que sancionó la primera Constitución de Salta en 1821, como también le cupo ese honor como presidente de la Asamblea General Constituyente que sancionó la Constitución Nacional de la Confederación Argentina, el 1 de mayo de 1853.

Por la amistad de su padre José Ignacio con Martín Miguel de Gemes, es que en Perfiles, Juana Manuela retrata de manera magistral al héroe gaucho. En realidad es el único testimonio vívido de alguien que conoció personalmente a Gemes. Describe, su rostro, facetas de su personalidad, su uniforme y el carisma del caudillo. La belleza de su prosa es incomparable. Los avatares políticos que sumieron al país en una larga guerra fraticida, hicieron que el Dr. Gorriti y su familia se exiliaran en Bolivia. La primera ciudad que los cobijó fue Tarija. Allí Juana Manuela, comenzó a deslumbrar con su simpatía e inteligencia. Intercambió saberes de la cocina salteña con la tarijeña. Hasta la fecha, las empanadas dulces que se comen en esa pintoresca y querida ciudad boliviana, que durante mucho tiempo perteneció a Salta, se llaman "salteñas" en su homenaje.

Siendo autodidacta, desde joven incursionó en el mundo de las letras, y en el decurso de los años, conoció a Manuel Isidoro Belzú, jefe político y militar boliviano de coraje temerario y carácter recio que llegó a la presidencia de Bolivia.

Instalada en la ciudad de La Paz, con Belzú tuvo dos hijas: Edelmira y Mercedes. Sin embargo, por las continuas contiendas que se desataron entre Belzú y sus adversarios en las pugnas del poder, el matrimonio comenzó a resquebrajarse, pues al decir de Juana Manuela, su propia casa era el epicentro de múltiples conspiraciones. No tenía paz ni sosiego. Las conjuras y sus maquinaciones salían desde el hogar de los Belzú, lo que les causó persecuciones y animadversiones. Esta situación la llevó a tomar distancia y marcharse con sus hijas a Lima. En el Perú, Juana Manuela alcanzó celebridad y su consideración intelectual. Es donde marcó su impronta. Sin embargo, en una de las tantas revueltas que protagonizara su exmarido, esta vez contra el general Mariano Melgarejo, fue asesinado de un tiro en la cara, en el propio Palacio del Quemado, sede del gobierno boliviano. Dos días después llegó Juana Manuela a recoger personalmente sus restos mortales, en medio de serios tumultos, personalmente los bajó de la sala donde se hallaban insepultos y ensangrentados, los limpió y les dio sepultura. Nadie se atrevió a entrometerse y este hecho le generó una profunda admiración, por su entereza y coraje en el pueblo boliviano. De regreso a Lima, se embarcó en un extenso viaje que la depositó en las costas de California. No había nada que su observación dejara librado al azar.

Posteriormente se radicó en la ciudad de Buenos Aires, donde residió hasta el final. Mientras tanto su prolífica obra literaria crecía a pasos agigantados. Ya entrada en años, emprendió un viaje en tren hasta Rosario de la Frontera, que por entonces es donde terminaba el recorrido ferroviario. Sus recuerdos de la infancia y el perfume de su querida tierra natal no la abandonarían nunca más.

La escritora

De prosa ágil y galana, actualmente pueden leerse sus relatos con fruición y empaparse de las características de una época que va desde la independencia argentina, boliviana y peruana hasta la consolidación de esos estados como repúblicas independientes.

Fue protagonista y testigo.

Escribió los siguientes libros: La cocina ecléctica; Panoramas de la vida, en dos tomos; Misceláneas; La Tierra Natal; Perfiles; Vida política y militar del general don Dionisio Puch; Veladas literarias en Lima; Oasis en la vida; El mundo de los recuerdos, entre otros.

Esta vastedad literaria la llevó a reflexionar sobre lo siguiente: "una vez que se ha entrado en el camino de las letras, es necesario marchar, marchar siempre. Nada de reposo. Todo descanso parece una deserción".

Su vida se apagó en el año 1892 y primeramente fue inhumada en el cementerio porteño de la Chacarita. Desde 1999, sus restos descansan en Salta, en el Panteón de las Glorias del Norte.

Tal vez algún día, los restos de su padre el Dr. José Ignacio Gorriti, uno de los máximos próceres salteños, sean repatriados desde Bolivia. Su retrato está colgado en la sala de sesiones de la Legislatura salteña.

Su hermano el canónigo Juan Ignacio está en la Catedral de Jujuy y su otro hermano, el valeroso Pachi, principal espada de los gauchos de Gemes, descansa en la Basílica menor de San Francisco. Pero esa es otra historia.

 

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