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El eclipse de la vieja tradición feudal

Martes, 12 de octubre de 2021 02:50

La mentira tiene patas cortas....

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La mentira tiene patas cortas....

Se atribuye a Abraham Lincoln la frase: "se puede mentir un poco a muchas personas durante un tiempo, o mucho a pocas personas también durante un tiempo; pero no se puede mentir a todo el mundo, todo el tiempo".

La Argentina de esta tercera década del Siglo XXI parece estar enfrentándose a este último escenario, el de excesivas mentiras practicadas durante demasiado tiempo y por muchos políticos en general.

El relato

Pero hay un caso especial, y es el que brinda la expresión del peronismo que ha dado en llamarse "kircherismo", que desde sus comienzos se ha manejado a través del "relato".

Una narración con la que pretende proponer, por ejemplo, una historia donde el terrorismo solamente fue practicado por militares, pero no por la guerrilla montonera, o la que sostiene que los únicos gobiernos exitosos y que le proporcionaron "felicidad" al pueblo son los gobiernos peronistas "K", ya que el propio Perón es mirado con desprecio y el gobierno de Menem directamente es rechazado como "no peronista" según este relato.

Pues bien; si la frase atribuida a Lincoln es correcta, entonces la Argentina estaría saturada de estas mentiras, porque los propios "K" se reconocen peronistas cuando les conviene, lo que no quita que un conspicuo ministro les haya recordado alguna vez a los "compañeros" que: "la marchita se la guardan en..." cierto sitio escatológico; en cambio, nunca le reprocharon "falta de peronismo" a Menem cuando ambos, el propio Menem y los "K", eran gobierno de sus respectivas jurisdicciones.

 

Todo esto hace pensar que el resultado electoral del 12 de septiembre estaría indicando que los argentinos están reaccionando mucho más a los datos de la realidad (esa que es "la única verdad") que a los del relato "K".

Los señores

El feudalismo "nacional" y "provincial": el feudalismo, dejando de lado los aspectos económicos, fue, y sin duda sigue siéndolo, un mecanismo institucional, explícito o implícito, por el cual el gobernante ejerce un poder de sometimiento sobre la población vinculada a su territorio de influencia.

Este poder que puede basarse en un ordenamiento directo del tipo de la relación "señor - vasallo", o puede tener formas más indirectas, con algún ropaje democrático, aunque igualmente eficaces a los efectos de que el "señor feudal" pueda mantenerse en el poder.

Por supuesto, no hay que ir atrás en el tiempo (Edad Media) ni en el espacio (Europa) para encontrar ejemplos ilustrativos, ya que el conurbano bonaerense exhibe sobradas muestras del ejercicio del poder feudal a través de los así llamados "barones", que formalmente son los intendentes de las ciudades del Gran Buenos Aires, o de muchas de ellas. Desde luego, hay también abundantes ejemplos de este esquema en muchas provincias (la mayoría), si bien el "poder feudal" tiene distintas intensidades, desde los grados más elevados (Formosa, Santiago del Estero) hasta los más matizados, donde puede incluirse tal vez a nuestra Salta, ya que los poderes legislativo y judicial, si bien no muestran una independencia total respecto del ejecutivo, al menos manifiestan a veces cierto "vuelo propio", al mismo tiempo que la prensa es sin dudas independiente y razonablemente diversificada.

A escala nacional, en cambio, el "feudalismo", entendido como el sometimiento de los poderes y la prensa al ejecutivo, no está, en este caso, "eternizado", como ocurre con muchos intendentes y algunos gobernadores. Por fortuna, es mucho más remoto, con la excepción de los gobiernos militares y parte de las presidencias de Perón, y, especialmente, la prensa independiente, cumple un muy aceptable papel de contrapeso cuando los gobiernos nacionales muestran una impronta hegemónica.

¿Fin de un ciclo?

¿Ha concluido la etapa de los feudalismos provinciales y municipales?

Parece difícil acertar acerca de si los feudalismos provinciales y municipales han alcanzado un límite, o, por el contrario, tienen todavía "plafond" para perpetuarse por más tiempo.

En efecto, la pobreza cada vez mayor que se asocia a la población donde imperan los gobiernos más crudamente feudales, les permite a estos "señores" mantenerse en el poder, en algunos casos indefinidamente como se señalaba, "gracias" al sometimiento económico, o en términos de oportunidades de empleo o entrega de dádivas diversas. Sin embargo, por aquello que habría sostenido Lincoln (y apoyados en el refrán: "no hay mal que dure cien años"), las mentiras propuestas a granel y en forma sistemática parecería que han alcanzado su techo, a juzgar por el amplio rechazo que ha cosechado el gobierno nacional, lo mismo que muchos de los gobiernos locales, a los "relatos" refritados en las elecciones del 12 de septiembre pasado.

Por supuesto, literalmente, "no está dicha la última palabra", puesto que hay una suerte de balotaje el 14 de noviembre, donde se llevará a cabo la "verdadera" elección, en la que el gobierno nacional tendría su oportunidad de "darla vuelta".

Para esto, ya está apelando a su receta "infalible": en ausencia de colchones y chapas, toda vez que aún no se han presentado las lluvias fuertes y su secuela de inundaciones, ahora se están repartiendo cocinas, garrafas y otros "regalos desinteresados", confiados en que "es la economía, estúpido" es lo único que las personas tienen en consideración para confiar su voto a los "señores feudales".

Sin embargo, aun cuando la economía obviamente, cuenta, "no sólo de pan vive el hombre", y otras cuestiones, tales como la seguridad, la educación, la libertad y la dignidad, también forman parte de los valores que una sociedad incluye para regir su vida y seleccionar sus preferencias, incluyendo también el voto que coloca en las urnas.

¿Las ideas son más importantes que los intereses?

 Keynes sostenía que las ideas son más importantes que los intereses, y lo demostró, defendiendo con firmeza sus propuestas de reemplazar el patrón oro por un sistema monetario menos rígido, o la necesidad de darle un protagonismo de complementariedad a los gobiernos (“el estado no está para reemplazar al mercado, pero sí para hacer lo que nadie hace”), enfrentando así a la ortodoxia económica de entonces.

 La alternativa

    Un ejemplo más cercano es el de nuestra Argentina, cuando Raúl Alfonsín elevó a su partido, de un lugar “segundón” en la política, al de ganar las elecciones en 1983, apoyado en un discurso que sintonizaba con las demandas de la sociedad; entre otras, la de dejar atrás la etapa de los golpes de estado (“hay que ponerle una bisagra a la Historia”) y devolverle a las fuerzas armadas su papel específico en la República.
    Sin duda, la ausencia de ideas, y el distanciamiento entre las estructuras burocráticas de los partidos y las demandas sociales, explican la pérdida de densidad y sintonía con la sociedad que sufren algunos de aquellos, y eso facilita el papel de los “señores feudales”, a la vez que exhibe su capacidad de permanencia en los gobiernos.
Es por lo tanto de la mayor importancia complementar el hartazgo de la gente por la decadencia a que la someten los “señores feudales” dada su incapacidad y desaprensión para elevar las condiciones de vida de la sociedad, con un sacudón en las ideas de los partidos políticos democráticos. Unido al imperativo de vigorizar esas ideas y propuestas, y, a falta de líderes muy carismáticos, complementarlos con el trabajo de equipo, conformando un núcleo de propuestas audaces, imaginativas y realizables, las que, sin duda, serán capaces de “seducir” a una sociedad hastiada de incompetencia y de acumular problemas básicos que no se resuelven nunca, mientras se deteriora día a día su calidad de vida y frustra su legítimo anhelo de construir un país mejor. 

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