La educación infantil temprana es el primer encuentro del niño con el sistema de educación formal. El Nivel Inicial abarca el conjunto de servicios educativos que se brinda desde los 45 días de edad hasta los seis años. Comprende al Jardín Maternal hasta los tres años y a partir de esa edad al Jardín de Infantes. Pero ¿todos entendemos la función que cumple? El fantasma del desconocimiento nos precede a las docentes del nivel, muchas veces, y ronda alrededor nuestro, inexorablemente, en cuarentena, porque hay una idea instalada de espacio de juego y nada más, o mucho más que todavía se desconoce. Nada como poner en primer lugar "el primer lugar". Para volver a pensar en el Jardín de Infantes quizás deberíamos volver a transitar sus aulas de antaño y llegar a los múltiples espacios que hoy habitamos y damos a habitar.
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La educación infantil temprana es el primer encuentro del niño con el sistema de educación formal. El Nivel Inicial abarca el conjunto de servicios educativos que se brinda desde los 45 días de edad hasta los seis años. Comprende al Jardín Maternal hasta los tres años y a partir de esa edad al Jardín de Infantes. Pero ¿todos entendemos la función que cumple? El fantasma del desconocimiento nos precede a las docentes del nivel, muchas veces, y ronda alrededor nuestro, inexorablemente, en cuarentena, porque hay una idea instalada de espacio de juego y nada más, o mucho más que todavía se desconoce. Nada como poner en primer lugar "el primer lugar". Para volver a pensar en el Jardín de Infantes quizás deberíamos volver a transitar sus aulas de antaño y llegar a los múltiples espacios que hoy habitamos y damos a habitar.
Porque no hay una experiencia igual en la escolaridad primaria después de transitar un Jardín. Como dice Eduardo Galeano, podemos ayudar a mirar generando eco en la mirada y dando valor. La simple pretensión de estas palabras: revalorizar el Nivel Inicial. Un nivel en el cual todas las cosas que se aprenden, los contenidos, pasan a ser un pretexto para mirar el mundo, desplegarlo y ponerlo entre las manos. En él enseñamos el deseo de saber. Hay una forma de tacto particular en el Jardín de Infantes, en la música, en el juego, en la voz, en un cuento. Porque respecto del mundo, el juego es lugar para aprender y en la sala se crea el clima para la reflexión y ese encuentro, compartiendo miradas para descubrir un mundo, que se hace posible en ese espacio o un patio con juegos, con canciones y palabras, pinceladas, paseos, experiencias científicas, narraciones. El compromiso lúdico está puesto a disposición para preguntarse, mirar y mirarse. Aprender a mirar el mundo y conectarse. Y allí nosotros los docentes, ofreciendo el mundo como un acto de amor que implica saber mirarlo, recortar y organizar, eso del mundo, que se ofrece para conocer. ¿Quién decide de qué modo transitar estos modos de conocerlo? La mirada sensible del niño, del docente y de la familia que acompaña.
El Jardín es escuela, una sala es aula, allí aprendemos a estar con otros. En ese nuevo espacio el niño se diferencia de otros. Y comienza a ser protagonista. El encuentro con el otro por primera vez, ese otro que no es mamá o papá, un otro desconocido. Un espacio poblado de gestos mínimos, diría Carlos Skliar, pero tremendamente habitado de grandes descubrimientos. Donde el poder es la palabra de cada uno.
Entender este trayecto del Nivel Inicial, desde ese lugar, no da margen a dudas. Cambiemos la mirada de las cosas. Así podremos valorizar la riqueza e importancia del primer paso y de manera comprensible y organizada mirarlo con detenimiento y maravillarnos, como niños, con lo que se va descubriendo. Por eso la experiencia del jardín es singular e irrepetible. Una experiencia corporal, sensorial y emocional única. Transitarla es dar lugar a abrir la experiencia.