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Menem, el mundo y el futuro

Sabado, 20 de febrero de 2021 02:03

Carlos Menem comprendió con lucidez el axioma de Perón de que "la política puramente nacional es una cosa casi de provincias. Lo que importa es la política internacional, que juega desaprensivamente por dentro y por afuera de los países". Advirtió el advenimiento de un cambio de época y entendió que la Argentina tenía que adecuarse rápidamente a esa nueva realidad y actuar en consecuencia. Menem tuvo que asumir el gobierno en julio de 1989, seis meses antes del plazo constitucional para el que había sido electo, para hacerse cargo, sin beneficio de inventario, de una Argentina internacionalmente aislada, económicamente devastada por la hiperinflación y socialmente sacudida por la violencia y los saqueos a los supermercados. El mundo estaba en vísperas de la caída del muro de Berlín, acontecimiento que fue el prólogo de la desintegración de la Unión Soviética y del despliegue acelerado de la globalización del sistema productivo, con el rol crecientemente protagónico de las grandes corporaciones transnacionales, políticamente signado por el liderazgo indiscutido de EE.UU., en su condición de ganador de la guerra fría.

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Carlos Menem comprendió con lucidez el axioma de Perón de que "la política puramente nacional es una cosa casi de provincias. Lo que importa es la política internacional, que juega desaprensivamente por dentro y por afuera de los países". Advirtió el advenimiento de un cambio de época y entendió que la Argentina tenía que adecuarse rápidamente a esa nueva realidad y actuar en consecuencia. Menem tuvo que asumir el gobierno en julio de 1989, seis meses antes del plazo constitucional para el que había sido electo, para hacerse cargo, sin beneficio de inventario, de una Argentina internacionalmente aislada, económicamente devastada por la hiperinflación y socialmente sacudida por la violencia y los saqueos a los supermercados. El mundo estaba en vísperas de la caída del muro de Berlín, acontecimiento que fue el prólogo de la desintegración de la Unión Soviética y del despliegue acelerado de la globalización del sistema productivo, con el rol crecientemente protagónico de las grandes corporaciones transnacionales, políticamente signado por el liderazgo indiscutido de EE.UU., en su condición de ganador de la guerra fría.

 

En esas condiciones estructurales, internas y externas, aplicó otra enseñanza del descarnado realismo de Perón: "emplear la política de la fuerza que se tiene". En medio de la desintegración del Estado, apostó a la evolución y al sentido de esa nueva época histórica, que liquidaba definitivamente por inviable todo ensayo autárquico y aislacionista. Para hacerlo, empleó a fondo su liderazgo político, surgido del triunfo obtenido en las elecciones democráticas, primeras y únicas de su historia, en las que el peronismo decidió libremente su fórmula presidencial. Esa inequívoca legitimidad de origen le permitió encolumnar al conjunto del peronismo, clave para encarar transformaciones de fondo en la Argentina. La otra gran lección de Perón aprendida y ejecutada por Menem es la prioridad absoluta de la unidad nacional, definida en el axioma de que "para un argentino no debe haber nada mejor que otro argentino", como condición indispensable para la afirmación de la Nación. Así se empeñó en edificar una Argentina integrada hacia afuera y hacia adentro, enterrando todas las antinomias del pasado, aquellas viejas divisiones que otros se esmeran recurrentemente en resucitar. Con esas sólidas bases de sustentación política, que amalgamaban su liderazgo sobre el peronismo, ratificado en las elecciones presidenciales de 1995, con su mensaje de unidad nacional, avanzó en su proyecto de reinserción de la Argentina en el mundo. Pero su implacable realismo político no se limitó a la aceptación pasiva de las nuevas reglas de juego. Lo empleó también para articular la alianza estratégica con Brasil en el Mercosur, punto de partida para la construcción de un bloque de poder sudamericano con relevancia mundial y, con un audaz protagonismo posibilitó que desde 1998 la Argentina participara del nacimiento del Grupo los 20, el verdadero núcleo político del sistema de gobernabilidad mundial. Menem es una figura histórica cuya percepción básica era que la Argentina como Nación tiene un destino excepcional y una misión que cumplir y que como tal se desliza, a través de conflictos, avances, retrocesos y luchas, mediante el camino enaltecido de la política, para forjar su por venir.

 

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