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Desafíos de una época crítica

Viernes, 02 de abril de 2021 02:09

"Quiero una Salta prospera, productiva, justa, equitativa y solidaria". Esta definición que Gustavo Sáenz pronunció como cierre de su discurso ante la Asamblea Legislativa expresa el pensamiento de la mayoría de los salteños, y pareció un alegato contra la "grieta" y la inveterada costumbre política de "echar culpas y eludir la autocrítica". También dijo que "la pandemia aún no ha terminado", que estamos viviendo uno de los períodos más difíciles de nuestra historia y que el crecimiento de la pobreza es uno de los problemas más graves del país. No hizo promesas ni alimentó falsas ilusiones.

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"Quiero una Salta prospera, productiva, justa, equitativa y solidaria". Esta definición que Gustavo Sáenz pronunció como cierre de su discurso ante la Asamblea Legislativa expresa el pensamiento de la mayoría de los salteños, y pareció un alegato contra la "grieta" y la inveterada costumbre política de "echar culpas y eludir la autocrítica". También dijo que "la pandemia aún no ha terminado", que estamos viviendo uno de los períodos más difíciles de nuestra historia y que el crecimiento de la pobreza es uno de los problemas más graves del país. No hizo promesas ni alimentó falsas ilusiones.

La pandemia es el problema inmediato. La "inmunidad de rebaño" es la clave para frenar las mutaciones que engendran nuevas formas virales (sudafricana, Manaos, británica por ahora) y que hacen más incontrolable e imprevisible la pandemia. Más allá de los espejismos, nadie en el mundo cree que la solución esté cercana. Las dificultades para conseguir vacunas aparecen en todas partes, y en nuestro país se agravaron por la politización absurda de las negociaciones con los laboratorios. Además, la aplicación de las dosis parece complicarse más de lo esperado, entre otras cosas, por el desconcierto que se observa a nivel nacional. La OMS y el plan de vacunación oficial del país establecen que la "inmunidad de rebaño" requiere que esté vacunado el 27% de la población de cada país del mundo, empezando por el personal de la salud en contacto con enfermos, las personas mayores y con patologías precedentes, y, luego, diversos estamentos del plan estratégico. Y que, con o sin vacunas, el distanciamiento social es responsabilidad de cada provincia y de su gente.

Pobreza y pandemia coinciden en un punto: la estrategia sanitaria es fundamental para prevenir enfermedades. Si la salud pública no se convierte en política de Estado, el dengue, la desnutrición y todos los males que se ensañan con las poblaciones de las áreas marginales seguirán apareciendo y reapareciendo. La mortandad de niños wichi en enero de 2020 es la prueba de que esto no puede depender de un gobierno, sino del Estado.

En el laberinto

El crecimiento de la pobreza en los últimos dos años coloca al país en una situación cercana al colapso social. El Estado siempre deberá ocuparse de los pobres y destinar fondos al subsidio de alimentos para los excluidos. Lo que no puede es convertirse en empleador principal, como ocurre en Salta, ni hacer del subsidio una forma habitual de ingresos de la mitad de las familias, porque es insostenible en el tiempo y porque termina favoreciendo el trabajo en negro y el clientelismo político.

La magnitud del problema de la pobreza se ve en las fluctuaciones que muestran las curvas de ingresos registradas en las dos primeras décadas. Estamos en un laberinto. La Provincia depende de la coparticipación para cubrir el 75% de sus gastos. Es decir, depende de la recaudación del Estado nacional, que la reparte como quiere (y siempre prefiere que sea en el área metropolitana). Vivimos atados a una política económica ineficiente que termina aumentando el gasto, crea impuestos para financiarlo, desalienta la inversión, con lo que genera menos ingresos y más pobreza y así reproduce eternamente los problemas.

El país federal

En esa ineficiencia las provincias del Norte Grande se llevan "la parte del ratón". La pobreza estructural es el paisaje "del otro país". Más allá de la retórica, quien llega a la Casa Rosada, desde Río Gallegos, La Rioja o Puerto Madero coloca a la gran región norte en el último lugar de la agenda, porque el gran mercado electoral y comercial está en el Conurbano y porque la mayor parte de los ingresos de una economía estancada desde hace décadas está en la franja central del país. Hoy el boicoteo oficial a los biocombustibles, clave para la generación de empleo en la región, demuestra que los intereses petroleros pesan más que las urgencias del país federal.

Nada de ilusiones. El Ferrocarril Belgrano fue desmantelado porque el Norte Grande no puede con el peso de las automotrices, las empresas de transporte y los gremios que las representan. Los objetivos que ayer planteó el gobernador exigen políticas realistas, posiciones claras de solidaridad regional y firmeza ante las autoridades nacionales.

El Estado nacional se deja hipnotizar con su realidad inmediata. Las soluciones de fondo dependen de que las provincias de la región acuerden objetivos comunes y que el Congreso subordine su desempeño al mandato de su gente y no al de un circunstancial líder portuario.

Es histórico: los problemas estructurales exigen de los líderes visión de futuro y compromiso de cuerpo y alma.

 

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