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La pobreza en la Argentina es una bomba de tiempo

Domingo, 04 de abril de 2021 02:33

El escenario social de nuestro país es trágico y no hay paliativos para la magnitud de la crisis. El ingreso promedio de los hogares pobres fue de $29.567, mientras la canasta básica total, promedio del mismo grupo de hogares, alcanzó los $50.854.

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El escenario social de nuestro país es trágico y no hay paliativos para la magnitud de la crisis. El ingreso promedio de los hogares pobres fue de $29.567, mientras la canasta básica total, promedio del mismo grupo de hogares, alcanzó los $50.854.

Es injustificable que más de 19 millones de personas vivan en la pobreza y que casi 5 millones de ellas ni siquiera cuenten con ingreso suficiente como para cubrir la canasta alimentaria. Es decir, que pasen hambre. El Indec refleja solamente la pobreza en 30 centros urbanos. No incluye las necesidades básicas insatisfechas de casi un tercio de la población que vive en áreas rurales.

Es injustificable, porque la Argentina cuenta con recursos naturales como para asegurar niveles básicos de alimentación a todos sus habitantes. Y porque es el mismo país que desde la organización nacional hasta muy avanzado el siglo XX atraía a inmigrantes de todo el mundo porque les ofrecía mejores sueldos y mayores posibilidades que los países desarrollados de entonces.

La pobreza es injustificable, pero es explicable en la incompetencia de una clase dirigente (política, sindical, empresaria, intelectual y universitaria) que desde hace décadas se empeña en sacar ventajas ocasionales, ante una sociedad agotada por debates ideológicos anacrónicos y discursos mesiánicos que buscan culpables y eluden la autocrítica.

Los indicadores de pobreza se acercan a los de la crisis hiperinflacionaria de 1989/90 y a la catástrofe producida tras la salida de la convertibilidad, pero es más grave que ambas, porque ahora queda en claro el fracaso de todas las fórmulas aplicadas en el camino.

La inestabilidad de nuestra macroeconomía es una de las más graves del mundo. Invertir en nuestro país es un riesgo demasiado grande.

Desde 2001 a la fecha las inversiones extranjeras crecieron en todo el planeta, pero en nuestro país se derrumbaron. A nivel regional, en Argentina cayeron más que en el resto: en el 2000 atraía el 19,9% del total de inversiones en Latinoamérica y el Caribe, en 2010 el 5,39% y en 2019, apenas el 3,05%.

Nadie puede confiar en la Argentina, cuando el Estado no puede garantizar compromiso alguno porque cada gobierno que llega deshace lo que hizo el anterior, y cuando se va deja todo peor que antes.

La raíz de la pobreza debe buscarse en el desempleo real, que es mucho más alto que el ilusorio 11% de la población económicamente activa reconocido por el Indec.

El desempleo se calcula en base al número de personas que buscan trabajo. Estimaciones privadas consideran que, si se toma en cuenta que dos millones de personas no pudieron salir a buscar trabajo en la cuarentena, el porcentaje llegaría al 29% de la población activa.

La CGT y las organizaciones sociales coinciden en que la cifra total de desocupados se encuentra cercana a las 4.500.000 personas.

Corroborando estos datos, el Observatorio de la Deuda Social Argentina informó que, en 2020, del total de las personas laboralmente activas, el 14,8% sobrevivía con subempleo inestable, y el 14,2% estaba en el desempleo. En definitiva, cerca de 9.000.000 de personas en estado de vulnerabilidad.

Desde principios de siglo, la cantidad de argentinos que depende del Estado para vivir se triplicó y hoy son casi 20 millones de personas que cobran asignaciones, planes, jubilaciones y pensiones, además del personal del Estado que aumentó el 70%.

Este esfuerzo de las arcas del Estado, que llevó el gasto público del 24 al 42 % del PBI, no ha servido para hacer retroceder la pobreza.

Estabilizar la macroeconomía exige una mirada realista y liderazgos que ayuden a ubicar al país en la compleja realidad de la economía mundial. No es fácil, pero Argentina y Venezuela son dos de los pocos países han caído mucho más profundamente que el promedio.

Hace falta un golpe de timón.

Sin inversión genuina y sin trabajo, la pobreza será una bomba de tiempo. La diatriba demagógica contra las empresas y la irresponsabilidad de muchos discursos políticos, sindicales y académicos que prometen paraísos utópicos solo nos llevará a profundizar el caos.

 

 

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