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Estados Unidos: Réquiem en re menor

Viernes, 14 de mayo de 2021 02:20

Estados Unidos. Aquel gigante del norte cuyo modelo todos aspiramos a emular en nuestro país en algún momento de nuestras vidas. Hoy languidece como boxeador retirado recordando, no sin cierta melancolía, su época de gloria y esplendor. Pero, cabe preguntarnos ¿qué sucedió con el gran imperio norteamericano? Para ello debemos hacer un breve repaso histórico.

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Estados Unidos. Aquel gigante del norte cuyo modelo todos aspiramos a emular en nuestro país en algún momento de nuestras vidas. Hoy languidece como boxeador retirado recordando, no sin cierta melancolía, su época de gloria y esplendor. Pero, cabe preguntarnos ¿qué sucedió con el gran imperio norteamericano? Para ello debemos hacer un breve repaso histórico.

Dos siglos y medio

En 1776, las trece colonias británicas en América declaran su independencia de la corona. Este podría haber sido un hito más en los tomos de historia, pero obtuvo una doble peculiaridad. En primer lugar, fue el primer proceso de emancipación fuera del viejo continente.

Por otro lado, se independizaron de una Gran Bretaña en plena época dorada, lo cual constituyó un precedente fundamental para la independencia de las naciones americanas.

Medio siglo más tarde, John Adams, uno de los padres fundadores, expresa las directrices de lo que pasó a llamarse Doctrina Monroe: América para los americanos.

Esta constituyó un mecanismo de defensa para las incipientes naciones del hemisferio, dado que cualquier intromisión europea sería vista como un ataque y vería aparejada una respuesta norteamericana (similar a lo que fuera el artículo 5 de la OTAN, a más de un siglo de su existencia).

Hacia la mitad del siglo XIX, comienza a desarrollarse la idea del Destino Manifiesto: la creencia cultural de que los Estados Unidos eran una nación elegida por Dios.

Este fue el postulado que estableció las bases para la expansión y consolidación de las fronteras nacionales, desde el Atlántico hacia el Pacífico, y tan al sur hasta llegar al río Grande, quitándole una gran porción del territorio a México.

Para finales del siglo XIX, establecidas su frontera y forma de gobierno, comienza la proyección de poder en su área de influencia: La Doctrina del Gran Garrote o "Big Stick". El presidente Theodore Roosevelt, en aras de mantener la influencia política y económica promulgada bajo la Doctrina Monroe, añade lo que pasó a llamarse el "Corolario Roosevelt". En pocas palabras, esto significaba que se reservaba el derecho a intervenir militarmente en aquellas naciones cuyos deseos interfieran con los objetivos estadounidenses.

Probablemente el caso más paradigmático sea la independencia de Panamá y posterior creación del canal bajo su tutela.

Una vez entrado en el siglo XX, el presidente Woodrow Wilson enumera sus famosos trece puntos en el Congreso como argumentos del ingreso estadounidense en la Gran Guerra. Dicho suceso resultó determinante para la victoria de los aliados ante el repliegue de Rusia tras la Revolución de Octubre. La antigua colonia británica asistía a quien fuera su metrópoli, un Reino Unido diezmado por los esfuerzos de una contienda que nunca pensaron se extendería por tanto tiempo. Más relevante, la Primera Guerra Mundial resultó ser la prueba cabal de que Washington se encontraba en una situación de iguales ante las potencias europeas.

Después de 1945

Para fines de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos sería más bien un primus interpares. Es la época dorada de la nación y el inicio de la Pax Americana.

En aquél entonces, el país consolida su supremacía global ostentando un 35% del PIB mundial (hasta la Guerra de Corea donde vuelve a oscilar en 25%) y siendo, hasta 1949, el único país en poseer armas nucleares, pieza clave para la rendición del Imperio de Japón.

Lo más importante de esta época fue el legado institucional: la creación de Naciones Unidas y las instituciones de Bretton Woods.

Washington, a sabiendas de que su posición hegemónica no perduraría en el tiempo, se propuso el establecimiento de una arquitectura institucional para regular el comercio, las finanzas, la paz y seguridad internacionales.

Profecía autocumplida. Para la segunda mitad del siglo XX comienzan a evidenciarse las primeras limitaciones militares al poderío norteamericano: el armisticio en Corea, el auge del comunismo en pleno patio trasero de Estados Unidos y, por último, pero no menos importante, la humillante Guerra de Vietnam.

Tal como advirtió el presidente Eisenhower en su discurso de despedida, el complejo militar industrial había calado profundo en la política exterior norteamericana.

Y ello no sólo significó el evidente saldo de decenas de miles de vidas estadounidenses, sino también el desencadenamiento a las primeras limitaciones económicas al poderío norteamericano.

A comienzos de la década de 1970, se dieron dos hechos claves: el fin del Patrón Oro (convertibilidad fija del dólar a la onza de oro), y la crisis de la OPEP, que triplicó el valor del barril del petróleo y condujo a la economía estadounidense a una aguda recesión.

A finales de siglo parecía avizorarse un atisbo de esperanza: la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética.

El fin de la Guerra Fría, no obstante, condujo a una paradoja de la victoria. Todos los recursos invertidos y gastados en la amenaza soviética dejaron a EEUU en una posición de debilidad en relación a la que ostentaba al comienzo del conflicto bipolar.

El gigante agrietado

El (no tan) gigante norteamericano, imbuido de una añoranza hacia el espíritu de mediados de siglo XX, intentó liderar el mundo de nuevo.

Este nuevo mundo acompañó cuando se pidió una acción multilateral ante la invasión iraquí a Kuwait por parte de Saddam, así como cuando se buscaba una resolución al conflicto en los Balcanes. Sin embargo, dio la espalda a Estados Unidos cuando decidió invadir Irak y Afganistán. Este es el principio del fin de la Pax Americana.

 Hasta el nuevo milenio, se ha dicho que EEUU era un estandarte de seguridad, economía y política en el mundo. 
Pero tres escenarios pusieron en jaque estos rótulos: el ataque a las Torres Gemelas del 11 de septiembre, la crisis económica en Wall Street disparada por el caso Lehman Brothers en 2007, y la elección de un outsider antisistema como lo es Donald Trump, respectivamente.
Actualmente, el declive resulta evidente en el fin de una de las guerras eternas: Afganistán. Luego de 20 años de combate, el talibán sigue en terreno afgano. La administración Biden recientemente anunció el retiro de tropas y deja a Kabul librada a su suerte. Washington se encuentra ante una situación inusitada. En palabras de Guadalupe González, “Estados Unidos siempre se planteó cómo gestionar el ascenso, ahora Biden debe plantearse cómo gestionar el descenso”.
¿Qué sucedió entonces con la supremacía del capitalismo? 
Evidentemente, muchos entusiastas del “fin de la historia”, tal como lo postuló Francis Fukuyama, no supieron entender que si bien el comunismo fracasó como organización económica, supo sobrevivir como organización política. Naciones como China, Vietnam y Laos realizaron importantes reformas de mercado, al punto que China es hoy la principal potencia económica y Vietnam uno de los principales referentes comerciales a escala global.
¿Está el mundo en riesgo? No es necesariamente una mala noticia. La hegemonía estadounidense puede morir, pero no la hegemonía occidental. Ciertamente los valores republicanos de libertad social, política y económica trascienden las fronteras de un país. Si bien han tenido un principal defensor por muchos años, ese boxeador ha perdido el invicto. Sin embargo, ello no debería ser alarmante, sino más bien un desafío, dado que ahora la promoción de estos valores e ideales puede ser abordada por un grupo mayor.

En conclusión, ha llegado la hora de que EEUU empiece a sentarse junto con sus socios de la Unión Europea, Japón, Corea del Sur, potencias medianas de la Commonwealth como Australia y Canadá, y comiencen a delinear juntos estrategias de política exterior para los problemas de urgente resolución como el cambio climático y la inseguridad alimentaria, por no mencionar el desafío actual que supone el COVID. Es tiempo de que occidente muestre unión ante la adversidad y se gane los corazones y las mentes del resto del mundo.
 

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