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Juana Azurduy, heroína y símbolo

Sabado, 29 de mayo de 2021 02:14

Juana Azurduy de Padilla es un mito y un símbolo. La mujer más conocida dentro una constelación de próceres masculinos.

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Juana Azurduy de Padilla es un mito y un símbolo. La mujer más conocida dentro una constelación de próceres masculinos.

Una heroína valiente que murió en la pobreza.

Una mujer que representa a muchas otras mujeres de su tiempo, que asumieron la guerra por amor a una patria naciente. La mejor manera de hablar de grandes personas del pasado es escucharlas o leer lo que ellas escribieron o dijeron y quedó registrado.

El día en que le entregaban el Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez dijo: "Hace once años, uno de los poetas insignes de nuestro tiempo, el chileno Pablo Neruda, iluminó este ámbito con su palabra. En las buenas conciencias de Europa, y a veces también en las malas, han irrumpido desde entonces con más ímpetus que nunca las noticias fantasmales de la América Latina, esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas, cuya terquedad sin fin se confunde con la leyenda. No hemos tenido un instante de sosiego..."; era en Suecia el 21 de octubre de 1982, años después de publicar en Buenos Aires y desparramar por el mundo la inefable "Cien años de soledad". Del mismo modo, quiero compartir una carta de Juana:

."El 7 de noviembre, el Libertador y sus generales convalidaron el rango de teniente coronel que me otorgó el general Pueyrredón, y el general Belgrano en 1816, al ascenderme a coronel, dijo que la patria tenía el honor de contar con el segundo militar de sexo femenino en ese rango. Fue muy efusivo, y no ocultó su entusiasmo cuando se refirió a usted. Llegar a esta edad con las privaciones que me siguen como sombra, no ha sido fácil, y no puedo ocultarle mi tristeza cuando compruebo como los chapetones contra los que guerreamos en la revolución hoy forman parte de la compañía de nuestro padre Bolívar. López de Quiroga, a quien mi Ascencio le sacó un ojo en combate; Sánchez de Velasco, que fue nuestro prisionero en Tomina; Tardío, contra quién yo misma, lanza en mano, combatí en Mesa Verde y la Recoleta, cuando tomamos la ciudad junto al general ciudadano Juan Antonio Álvarez de Arenales. Y por ahí estaban Velasco y Blanco, patriotas de última hora. Le mentiría si no le dijera que me siento triste cuando pregunto y no los veo, por Camargo, Polanco, Guallparrimachi, Serna, Cumbay, Cueto, Zárate y todas las mujeres que,a caballo, hacíamos respetar nuestra conciencia de libertad. No me anima ninguna revancha ni resentimiento, solo la tristeza de no ver a mi gente para compartir este momento, la alegría de conocer a Sucre y Bolívar, y tener el honor de leer lo que me escribe. La próxima semana estaré por Charcas y me dará usted el gusto de compartir nuestros quereres. Dios guarde a usted.( firma ) Juana" (Carta de Juana Azurduy a la señora Manuela Sáenz desde Cullcu, 15 de diciembre de 1825)

Cuanto sentimiento derramado en esas líneas dirigidas a otra mujer de la historia americana. No veo en ella odio, sino profunda tristeza.

Juana Azurduy nació el 12 de julio de 1780 en Toroca, Alto Perú (actual Bolivia), o quizá en Sucre. Era hija de una mestiza y un español acomodado. Ambos murieron cuando ella era pequeña y fue educada por una tía que la envió al prestigioso convento de Santa Teresa de Chuquisaca. Sin embargo, a los 8 meses Juana fue expulsada de allí, pues se sublevaba contra el rigor de las monjas.

Volvió a Toroca, y cerca de su finca conoció a Manuel Ascencio Padilla, con quien se casó el 8 de marzo de 1805. Tuvieron cuatro hijos. Azurduy y su esposo se sumaron a la lucha contra los españoles. Su acción fue tan destacada que los realistas pusieron precio a sus cabezas.

En 1810, producida la Revolución de Mayo, Manuel se conectó con los revolucionarios porteños y se sumó a la acción militar. Juana participó como organizadora, pero desde su finca y con sus hijos. Sin embargo, fueron perseguidos y debieron abandonar su hogar. Fueron luego apresados hasta que Padilla logró rescatarlos. Después de ello Juana se sumó al Ejército e, imitándola, otras mujeres lo hicieron.

El pueblo en armas

En 1813, Padilla y Juana Azurduy se pusieron a las órdenes de Belgrano, nuevo jefe del Ejército Auxiliar Argentino, que llegó a reclutar 10.000 milicianos, con un importante número de indígenas que se plegaron a la causa revolucionaria. Juana organizó el Batallón Leales, con numerosas mujeres en él. Participaron en la Batalla de Ayohuma el 9 de noviembre de 1813, que significó el retiro de los ejércitos argentinos del Alto Perú.

A partir de ese momento comenzaron a realizar acciones guerrilleras contra los realistas. En 1814 Padilla fue derrotado y perseguido, y también su familia. Juana intentó poner a salvo a sus hijos, pero en la huida cayó en la zona de pantanos, donde los pequeños enfermaron. Al poco tiempo todos murieron. Según se dice, desde entonces las acciones de Juana y Manuel fueron impiadosas contra el enemigo. En 1815 Juana dio a luz a otra niña, Luisa, a quien dejó al cuidado de la aborigen Anastasia Mamani. Debido a su actuación, tras el triunfo logrado en el Combate del Villar, Juana recibió el rango de teniente coronel el 13 de agosto de 1816. Poco después su marido fue herido de muerte, los realistas cortaron su cabeza y la exhibieron públicamente. En 1817 Juana recuperó la cabeza de su marido para trasladarla a un templo y rendirle honores. Recién en 1824 Antonio José de Sucre logró la anhelada independencia tras derrotar a los realistas en la batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre. Juana pasó varios años solicitando al gobierno boliviano, ya independiente, sus bienes confiscados.

Sucre le otorgó una pensión que luego le fue quitada, en 1857. Murió indigente el día 25 de mayo de 1862 cuando estaba por cumplir 82 años y fue enterrada en una fosa común. Sus restos fueron exhumados 100 años después para ser guardados en un mausoleo que se construyó en su homenaje en la ciudad de Sucre. 

Las heroínas anónimas 

El 23 de octubre de 1816, el general Manuel Belgrano le escribió: “En testimonio de la gran satisfacción que han merecido de nuestro Supremo Gobierno, las acciones heroicas nada comunes a su sexo, con que usted ha probado su adhesión a nuestra santa causa que defendemos, le dirige por mi conducto el despacho de teniente coronel, doy a usted por mi parte los plácemes más sinceros...”
No fue la única, sino el símbolo de muchas revolucionarias.. 
A estas mujeres se refería Juana.
Las heroínas anónimas de la coronilla de Cochabamba, que en la batalla del 27 de mayo de 1812, ante los pocos hombres que quedaron para la lucha, tomaron las armas, en cumplimiento del juramento que hicieron en el Cabildo Abierto del día anterior. Fueron las primeras que con los fusiles, cañones y municiones fueron al punto de San Sebastián donde colocaron las piezas de artillería. En el informe del soldado Francisco Turpín al general Belgrano atestigua que allí murieron treinta mujeres, seis hombres, y tres fusileros. Murieron por la patria, y por eso el 27 de mayo es el Día de la Madre en Bolivia. 
Bartolina Sisa, nacida el 25 de agosto de 1750 en La Paz, Bolivia. Una mujer dura, aguerrida, que dominaba la onda y el fusil, y que además montaba a caballo, que armó y condujo a un grupo de indígenas para la lucha contra los españoles. Se casó con Julián Apaza, que modifico su nombre por el de Túpac Katari. Después de ver descuartizar a su marido, el 5 de septiembre de 1782, fue condenada a muerte por el oídor Tadeo Diez de Medina, condenada a ser atada a la cola de un caballo y arrastrada hasta morir.
Micaela Bastida, nacida en 1745 en Perú, hija de negro e indígena, que en 1762 se casó con Jose Gabriel Condorcanqui, el que adopta el nombre de Túpac Amaru II. Participa en las batallas junto a su marido y otras mujeres con sus hijos. Fue una líder respetada y seguida por los indígenas. Sabia en los consejos como en la administración como en la guerra.

Juanamanuela

Hija de la independencia, Juana Manuela Gorriti, nacida el 15 de junio de 1818, salteña, hija de unitarios, tuvo que exiliarse en Bolivia donde se casó con Manuel Isidoro Belzu, hombre fuerte, temerario, que participo en numerosas revueltas en la naciente Bolivia. Cuando le vinieron a avisar de su muerte escribió: “El 27 de marzo de 1865, dos días después de la fecha de la carta de Ud., Belzu, mi marido, el hombre que enlutó mi destino entero, vencedor de un combate en el que el pueblo derrotó a un ejército, fue asesinado. Corrí en medio del combate, llegué hasta donde yacía el desventurado, lo levante en mis brazos y en ellos lo lleve a casa, a ese hogar que él había abandonado tanto tiempo hacía... lo vengaré con una noble y bella venganza , haciendo triunfar la causa del pueblo , que era la suya”. Muchas mujeres lucharon por la independencia, y sus herederas son las que hoy siguen luchando por los derechos de los más vulnerables; que se animan a levantar la voz por una justa causa.

*Fragmento de la participación de la autor en el homenaje que la agrupación La Senda Gloriosa de la Patria rindió a los héroes de la Revolución de Mayo. 

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