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Una emboscada al destino de la Patria Grande

La muerte del general Güemes, el hecho que cambió la historia del continente. 
Viernes, 18 de junio de 2021 15:31
La fanfarria Alto Perú, con Infernales y Granaderos, en junio de 2018.

Liliana Bellone
Escritora

 

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Liliana Bellone
Escritora

 

El bicentenario del fallecimiento del general Martín Miguel de Güemes  coincide con el bicentenario de la declaración de la independencia del Perú. Efectivamente, el general José de San Martín, luego de entrar triunfalmente en Lima, proclama la independencia el 28 de julio de 1821 y hace jurar a los peruanos por la libertad ante la bandera que él mismo había creado.

Herido mortalmente, Güemes había fallecido el 17 de junio de 1821. San Martín se sintió muy conmovido por la muerte del héroe salteño, ya que había acordado con él una estrategia defensiva y de avance, en la que los regimientos gauchos cuidaron las espaldas del Ejército de los Andes, lo que le permitió trasponer la cordillera, libertar a Chile y luego al Perú.  Además, las milicias gauchas de Güemes debían dirigirse por tierra hacia Lima y unirse al Ejército Libertador que desembarcaría en las costas peruanas, y actuar a modo de “pinza” y encerrar a los realistas, como señala el historiador Atilio Cornejo y aportarían entre 2.000 y 3.000 hombres a la campaña. Güemes contaba con cerca de 8.000 milicianos, según señala el mismo historiador, lo que permite pensar que el número de soldados gauchos que se sumarían a la campaña podía rondar los 4.000 (para no dejar sin protección a la frontera norte), una cifra muy importante.  

San Martín había mostrado hacia Güemes gran reconocimiento y respeto por su efectividad y lo había nombrado General en Jefe del Ejército de Observación mientras él iniciaba el cruce de los Andes con los granaderos y sin el apoyo del gobierno de Buenos Aires.

Sin embargo el desplazamiento por tierra hacia el Perú no pudo cumplirse por la muerte del jefe salteño, resultado de un entramado de  intrigas y espionaje en la que no solamente estuvieron involucrados los realistas sino partidarios de la llamada “Patria Nueva”(1) que se oponían a la política de Güemes, ya gobernador de Salta y la de algunos funcionarios de Buenos Aires, la arrogante ciudad que veía perjudicados sus intereses económicos y aduaneros por la guerra, y que no solamente dejó desguarnecida la extensa frontera norte de las Provincias Unidas (desde Atacama a las selvas del Chaco y desde Tucumán hasta Tarija), sino que se resistía a que los escuadrones gauchos oficiaran de apoyo al Ejército Libertador.(2) Es necesario aclarar que a esa altura de los acontecimientos, Buenos Aires no aportaba ya a la Campaña  Libertadora y que San Martín solamente contaba con la asistencia de Chile y el dinero que le proporcionaban los corsarios. Entonces, el general argentino se vio en la necesidad de solicitar refuerzos al venezolano Simón  Bolívar, triunfador de Carabobo, Riobamba y Pichincha y que había asegurado la libertad de Venezuela, Ecuador  y Colombia. Los libertadores se reunieron en la costera ciudad de Guayaquil  anexada ya por Bolívar a la Gran Colombia. En el análisis de las cartas entre el Libertador Simón Bolívar y el Protector del Perú, el general San Martín, que  precedieron y sucedieron a esa reunión, Ricardo Rojas en su libro La entrevista de Guayaquil  (3) concluye en que ambos ejércitos, el sanmartiniano y el bolivariano, no reunían más de 8.500 hombres, la mitad de los que contaba el ejército del Rey apostado en montañas, sierras, pueblos y ciudades del Perú y el Alto Perú. Sin duda en este punto podemos revalorar el posible auxilio de Güemes a los ejércitos libertadores al mando de Bolívar y de San Martín, auxilio que no se concretó a causa de la muerte del héroe gaucho. Salvajemente emboscado y asesinado por la espalda, el general Güemes fue el único oficial de alto grado muerto en las guerras de la emancipación en territorio argentino. Tenía solamente 36 años. Las fuerzas de los regimientos gauchos hubieran representado para el Ejército sanmartiniano y bolivariano miles de hombres capaces de luchar en las adversidades más grandes, en una geografía que les era altamente conocida, pues eran hijos dilectos de la Nuestra América, como señala Ricardo Rojas,  haciéndose eco de la nominación del gran José Martí.

La prensa de Buenos Aires difundió la muerte del general Güemes de un modo cruel y revanchista, diciendo que la patria se había librado del “abominable Güemes” y que felizmente  tendría en su horizonte “un cacique menos”, ignorando la alta jerarquía de un militar de carrera, que había defendido a la ciudad del puerto durante las invasiones inglesas y que había sido distinguido por su accionar heroico, que había contribuido con su valentía y táctica al primer triunfo del ejército patrio en Suipacha (Tupiza) en 1810 al mando de Castelli, que fue protagonista, ya como coronel, del combate del Puerto del Marqués (1815) que marcó una gran derrota para el Ejército Real y que el mismo general  San Martín le otorgó el grado de general en jefe del Ejército del Norte.

Luego de Guayaquil, el alejamiento de San Martín del mando del ejército y como Protector del Perú, sumerge al continente en la desazón y en los desencuentros. Simón  Bolívar terminará la campaña junto a Antonio José de Sucre en las célebres batallas de Junín y Ayacucho. Y surge la pregunta, ¿Que hubiera ocurrido si Güemes no hubiese muerto y hubiera continuado la lucha junto a San Martín o si hubiese sido designado por éste  para proseguir la guerra, ya que el  militar gaucho fue quien mejor comprendió el plan sanmartiniano? Recordemos que el Protector del Perú había puesto toda su confianza en Juan Antonio Álvarez de Arenales, militar nacido en España pero afincado en Salta, provincia a la que gobernó, y a quien menciona en su carta a Bolívar del 29 de agosto de 1822 como su sucesor en el mando. Finalmente, San Martín designa al frente del ejército cuando se aleja del Perú, al salteño Rudecindo Alvarado a quien  escribe el 21 de septiembre de 1822:


“Mi querido Rudecindo:

Voy a embarcarme:

Usted queda para concluir la gran obra. ¡Cuánto suavizará usted el resto de mis días y el de generaciones si usted la finaliza (como estoy seguro)con felicidad.” (4)

 ¿Qué fuerzas extrañas y oscuras determinaron la trágica muerte del héroe? ¿Qué voluntades movieron las fichas en el tablero de la guerra para que los ejércitos de la patria sufrieran tal pérdida? Tal vez, si el asesinato de Güemes no hubiera ocurrido, Bolívar y Sucre habrían contado con un gran aliado en Junín y Ayacucho. Y otra hubiera sido la historia, una historia que habría inclinado la balanza del lado de América del Sur y la Patria Grande y limitado la hegemonía de Buenos Aires; otra iba a ser la historia y la Argentina, Chile, Perú, Venezuela, Colombia, Ecuador hubiesen trazado el mapa de un territorio integrado y poderoso. La muerte de Güemes cubrió de niebla el continente, fue el mártir de una lucha y su acción contribuyó a la libertad pero a la vez fue el acto sacrificial que vino a cancelar un proyecto: la América del Sur unida, desde las costas del Caribe hasta Tierra del Fuego, desde los Andes a las selvas amazónicas, en el vasto espacio que el Himno Nacional Argentino canta en libérrimo tono de denuncia y rebelión:

“¿No los veis sobre México y Quito/ arrojarse con saña tenaz?/ ¿y cual lloran bañados en sangre/Potosí, Cochabamba y La Paz?/ ¿No los veis sobre el triste Caracas/luto, y llanto, y muerte esparcir?” (…)

“Desde un polo hasta el otro resuena/de la fama el sonoro clarín/y de América  el nombre enseñando/les repite: mortales oíd.”

 
La América extensa y reunida en un destino común, destino de Patria Grande, destino tronchado hace doscientos años y que debemos recuperar. 

 

Notas

1 - El partido de  la “Patria Nueva” reunía a los opositores de Güemes que encabezaba el partido de la “Patria Vieja”.

2- Los escuadrones gauchos poseían por disposición del general Güemes rango militar, lo que molestaba a las autoridades de Buenos Aires.

3-Rojas, Ricardo, La entrevista de Guayaquil, Buenos Aires, Losada, 1950.

4-Capdevila, Arturo, El pensamiento vivo de San Martín, Buenos Aires, Biblioteca Clásica y Contemporánea, 1982.

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