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Cuando la solidaridad no tiene fronteras

La ayuda para un niño con distrofia muscular llegó desde Suiza.
Jueves, 03 de junio de 2021 01:42

Esta historia comenzó en noviembre el 2020, cuando una abogada oriunda de Pichanal fue consultada para realizar una guarda.

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Esta historia comenzó en noviembre el 2020, cuando una abogada oriunda de Pichanal fue consultada para realizar una guarda.

Eloísa Pequien, una mujer muy humilde, de 60 años, es ordenanza del hospital y comenzó los trámites de la guarda de sus 3 sobrinos, los hermanos Mansilla. Así fue que la abogada Soledad Rallé tomó conocimiento de la historia de estos tres hermanos y de la tía que lucha por la guarda, esto le permitiría que su sobrino José Mansilla reciba asistencia de la obra social para afrontar el tratamiento para esta enfermedad poco frecuente llamada distrofia de Duchene.

Allí la letrada empezó a indagar y se enteró que el pequeño José Mansilla, de 7 años, sufría una enfermedad que atrofia los músculos y no le permite realizar una vida normal ni asistir a la escuela.

Más allá de realizar los trámites legales, que aún siguen su curso, la letrada decidió utilizar las redes sociales para conseguir una silla postural para este niño de sonrisa amplia pero con muchas limitaciones. Inmediatamente la repuesta llegó, nada más y nada menos que del otro lado del mundo, una argentina que vive en suiza, tía de Soledad Rallé, se puso en contacto, "gracias al corazón generoso de Pilar Alfaro, quien desde Suiza nos hizo llegar los $72.000 para comprar la silla postural, junto a sus sobrinos Maximiliano y Facundo Bernal se pusieron en marcha no solo para que el pequeño tenga su silla, sino que le entregaron barras de cereales y alimentos nutritivos para la familia", comentó Soledad profundamente emocionada ante tan noble gesto solidario.

Pilar, asistente social, nunca olvidó sus raíces y gracias a ella hoy José puede llevar una vida más digna y, lo más importante, seguir estudiando, un derecho que muchas veces es vulnerado por la dura realidad que vive nuestro país.

"El día que José pudo sentarse en su silla me di cuenta que todo el esfuerzo valió la pena, ver cómo la gente se conmovió y no dudo en ayudar para mejorar los días de José".

Hoy asiste a la escuela, puede salir a la vereda a jugar con los chicos y la felicidad que reflejan sus ojos no tiene precio.

 

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