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"Mi hermana trabajaba en alfabetización en los barrios"

A 45 años de la Masacre de Palomitas, Berenice Luque recuerda a su hermana Amarú como "muy alegre y solidaria". Fue una de las 11 fusiladas el 6 de julio de 1976 por el terrorismo de Estado.
Martes, 06 de julio de 2021 01:20

María Amarú Luque nació el 6 de abril de 1950 en la ciudad de Rosario. Se inscribió en Psicología en 1968 y terminó sus estudios en el año 1973. Militaba en la organización Montoneros, al igual que su compañero Rodolfo Pedro Usinger. Estuvo detenida en la cárcel de Villa de las Rosas, a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, hasta el seis de julio de 1976.

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María Amarú Luque nació el 6 de abril de 1950 en la ciudad de Rosario. Se inscribió en Psicología en 1968 y terminó sus estudios en el año 1973. Militaba en la organización Montoneros, al igual que su compañero Rodolfo Pedro Usinger. Estuvo detenida en la cárcel de Villa de las Rosas, a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, hasta el seis de julio de 1976.

Amarú fue asesinada esa misma madrugada, en la denominada "Masacre de Palomitas", ocurrida cuando militares buscaron a un grupo de 11 presas y presos políticos durante un apagón intencional en Villa Las Rosas, para trasladarlos y luego acribillarlos a balazos a un costado de la ruta nacional número 34, en un paraje conocido como Palomitas, en el departamento General Güemes, a más 60 kilómetros de la ciudad de Salta. Los cuerpos de María Amarú y Pedro fueron inhumados en el cementerio de Yala (Jujuy).

"Amarú me lleva dos años y medio. Yo soy fonoaudióloga y ella es psicóloga. Se había recibido muy joven y su vida pasaba por acompañar a los que más lo necesitaban", dijo Berenice Luque, la hermana menor de Amarú, que habla en tiempo presente de su hermana asesinada pero que, cuando los recuerdos la llevan a momentos felices, cambia al pretérito.

"Era tremenda y no le tenía miedo a nada. Miraba una serie de Narciso Ibáñez Menta siendo muy niña y no le tenía miedo. Le fascinaba ver las películas y leer los cuentos de terror, tenía en su cuarto un murciélago en formol y yo les tenía pánico a los bichos. Hacía pelear a las langostas", cuenta y se ríe Berenice.

La memoria la lleva y la trae entre ese presente propio y el pasado. "Tenía ese perfil arrollador y sin miedo. Y pienso que eso no le hizo bien porque no se cuidó. Había muchas señales, éramos muy jóvenes y pensábamos que nos llevábamos el mundo por delante. En Salta la cosa estaba pesada, pero bueno, me parece que la juventud de aquella época avanzaba totalmente confiada. Los dirigentes mandaban a hacer acciones muy peligrosas. Estaba el concepto de que no se podía retroceder y yo no estoy tan de acuerdo con eso. En ese momento yo me replegué con mi exmarido. No estábamos de acuerdo con lo que estaba pasando. Amarú se fue a Salta en un momento muy difícil porque ya estaba operando la Triple A. No justifico nada, pero tampoco hubo ningún cuidado porque el enemigo estaba en el frente y no midieron las consecuencias. Cuidarte era parte de esa estrategia y lucha que había que mantener y que no se hizo", recordó Berenice.

Las cartas de Amarú

Antes de que la mataran le escribió a su familia, dando cuenta de su vida en la prisión. El diario La Capital de Rosario reprodujo parte del texto el año pasado, en el aniversario 44 de una masacre que provocó conmoción a nivel nacional.

"La tristeza aprieta por dentro pero no voy a caer en el desaliento por todo lo que hay que hacer afuera. Con las compañeras nos damos fuerza y ternura pero el tiempo se estira lejos de los nuestros. Los días acá adentro son juventudes perdidas", dice la carta que le envía a la familia.

En ese informe periodístico Berenice también eligió el recuerdo de los momentos felices. "Mi madre (Ana María Zeno) contaba que mi hermana llegaba a casa, iba a la despensa y se llevaba cosas para la gente de la villa. O le abría el placard y le decía: tenés cuatro suéters, me voy a llevar uno, ¿o los usás todos juntos?", cuenta en el diario rosarino.

"Amarú fue una luchadora desde que comenzó la secundaria, ella tuvo una constancia de años; es decir que no fue solo un fuego que de repente se encendió. Era una persona sumamente solidaria, que trabajaba en los barrios humildes, en programas de alfabetización desde antes de todo. Hay una impronta de una personalidad solidaria en ella", dijo en El Tribuno. Ese "antes de todo" refiere al terrorismo de Estado.

Ella vino en dos oportunidades a Salta, para aniversarios del asesinato de su hermana. Pasaron 45 años del crimen y aún anda en la búsqueda de palabras que expliquen toda esa mezcla de recuerdos, de historias y acontecimientos terribles.

"No sé si es la palabra correcta, creo que no, pero me acostumbré. Antes no quería ni hablar del tema, lo corría de mi memoria. En realidad creo que había una negación y esa negación hoy ya pasó. Ahora, cada seis de julio, no es un día más. Lo tomo como parte de la historia de mi familia. Hoy no me trae lo terrible, me traen sus recuerdos buenos, me trae lo más lindo de su vida. Cada uno hace como puede", señaló.

Agradecimientos

Berenice Luque tiene muy buenos recuerdos de las organizaciones de derechos humanos de Salta y contó que mantiene un diálogo permanente con sus referentes.

"En Salta se están haciendo las cosas muy bien. Ellos todos los años refrescan la memoria y nunca bajaron los brazos. Tienen un trabajo de mucha constancia, de muchos años", remarcó Berenice.

Con respecto al concepto de "memoria", explicó que la considera como parte de una lucha cotidiana, algo por lo que se pelea todos los días. Adhiere a la idea de humanizar a las víctimas como estrategia para mantenerla, que es el camino y la estrategia que están tomando las organizaciones de derechos humanos en todas partes.

"Es muy interesante que podamos rescatar otra parte de la memoria, que es la vida cotidiana de las personas, lo previo de cada persona. Qué es lo que hacía cada uno. Y yo creo que eso es lo que se logra cada seis de julio. Estoy muy agradecida con las acciones que realizan desde hace 45 años las organizaciones de derechos humanos de Salta", concluyó.

 

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