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16 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Sobrevivir desde el poder local

Viernes, 11 de noviembre de 2022 02:28

La realidad no se cambia desde Buenos Aires. Un intendente desde el sur profundo o desde La Quiaca tiene los problemas en cara y en vivo, mientras los debates en abstracto se desahogan en cafeterías caras del microcentro porteño. Sobrevivir en la Argentina y su coyuntura desde el poder local es la forma más cruel de la política, pero la más practica desde la transformación de la realidad. El rol de un intendente, un concejal, una delegada del barrio o la encargada del comedor de la comunidad tiene un impacto político y social de mayor llegada y utilidad que las largas horas de reunionismo por Instagram. Dicho de otra manera, las elecciones locales y la preservación del poder originario -ese que se ve todos los días- tiene una responsabilidad que sobrepasa a la capacidad de devolver en servicio las exigencias de la sociedad que es rehén de una macroeconomía perdida.

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La realidad no se cambia desde Buenos Aires. Un intendente desde el sur profundo o desde La Quiaca tiene los problemas en cara y en vivo, mientras los debates en abstracto se desahogan en cafeterías caras del microcentro porteño. Sobrevivir en la Argentina y su coyuntura desde el poder local es la forma más cruel de la política, pero la más practica desde la transformación de la realidad. El rol de un intendente, un concejal, una delegada del barrio o la encargada del comedor de la comunidad tiene un impacto político y social de mayor llegada y utilidad que las largas horas de reunionismo por Instagram. Dicho de otra manera, las elecciones locales y la preservación del poder originario -ese que se ve todos los días- tiene una responsabilidad que sobrepasa a la capacidad de devolver en servicio las exigencias de la sociedad que es rehén de una macroeconomía perdida.

La Argentina tiene un sistema de municipios riquísimo. En el país hay más de 2.300 gobiernos locales (solo el 15% gobernado por mujeres) que cada día hacen la labor de apuntalar la gestión más importante para el ciudadano: ordenar, legislar y promover un territorio dispuesto a ser vivible y a desarrollarse. Claro, siempre con los matices de la capacidad política y técnica de cada localidad, pero con el mismo problema: ¿cómo sobrevivir a un sistema político AMBA-centrista siendo parte de un país de tercios?

Esta columna piensa esa pregunta por qué este autor cree que la elección que más importa es en la cual los problemas de todos los días son los de todos los días. Eso solo ocurre en los municipios locales y, salvando las distancias, a nivel provincial. En Salta y en la mayoría del país las elecciones del 2023 serán de cambio, de exigencias viejas pero con nuevos odres, y con el grito al cielo que la inercia ideológica sin planes sea cosa del pasado. Así, los gobiernos locales toman relevancia, y debería ser allí donde pongamos el énfasis al estudiar a quien queremos elegir. La democracia se organiza desde las convicciones, pero no cuesta nada googlear un poco. Entonces, siendo parte de un poder local, ¿cómo se puede llegar mejor predispuesto para el período electoral que se avecina?

Conocer la realidad

Solo se puede actuar desde el conocimiento de la realidad.

La profesionalización de la política exige tener en el botiquín o caja de herramientas de la gestión la capacidad de conocer cuál es la percepción de los problemas cotidianos y chequear esos mismos con datos inobjetables. Dicho de otra manera, a modo de ejemplo, ¿se sabe cuáles son los cinco problemas más importantes de tu localidad?, ¿se sabe por estrato la capacidad productiva de tu pueblo?, ¿qué piensa el ciudadano de hacia dónde hay que invertir en el futuro?, ¿cuántos estudiantes se graduaron el año pasado? En fin, saber para actuar. Desde el conglomerado de datos y estadísticas, más la medición del pulso ciudadano, el poder local puede identificar los caminos de la gestión y los rincones por donde no ir.

Es clave que a medida que avanza el calendario hacia las contiendas electorales cada poder local, si ya no lo tiene, tenga en claro su diagnóstico de percepción y realidad. Sí, dirán que ya es tarde o que no importa por qué "seguro perdemos". Pero no, porque en esos datos es posible corroborar si lo hecho tiene algún correlato con las necesidades planteadas. Corroborar para justificar es también importante.

Si una gestión está en curso de terminar su mandato, rendir cuentas es tan importante como dejar el inventario intacto. Se trata de institucionalizar, desde el poder local, la capacidad de responder a las necesidades locales sin tener que adivinar qué hacer o dejarse llevar por ideas de pocos impuestas a muchos. Si desde el poder local se organiza una gestión a partir de datos, de encuestas, de cercanía con los problemas diarios, esa es una gestión que institucionaliza profesionalizar la política. Y en política, aun perdiendo, hay segundas chances. De esos casos sobran en la Argentina.

También es importante lograr la capacidad interna de descifrar los rumbos de la ciudadanía, porque los poderes centrales tampoco lo saben; pero al momento de exigir para bajar recursos piden certezas. La estrategia de saber para actuar es el cortafuegos contra la desinteligencia estatal y la centralidad de las oficinas en Buenos Aires.

Gobierno participativo

Casi la mitad (48,8%) de los municipios de la Argentina tienen menos de 2.000 habitantes. Una escala ideal, pero no excluyente, para poner en práctica un gobierno participativo, abierto, y cogestionado desde el liderazgo comunitario. Esta es la segunda clave: descentralizar y cogestionar para ganar legitimidad, riqueza de ideas e hiperlocalización de soluciones. Los gobiernos locales -más allá de su escala- pueden tender una estrategia que incluya en sectores al liderazgo emergente hacia soluciones totales para todo el pueblo o ciudad. Ver un mapa de tu localidad y trazar estratégicamente sectores o regiones políticas que nutren a la gestión local de ideas, de legitimidad, y de llegada directa al territorio. Es bajar a las calles que faltan por mejorar para no solo plantar un árbol, pero abrir una instancia de cogestión con el liderazgo hiperlocal para diseñar prioridades, presupuestos, esquemas de control, revisión de planes y compartir los logros como comunitarios, sin nombre y apellido. La dinámica de la política que cogestiona con el liderazgo local es clave en camino al 2023, porque no hay mejor campaña de reelección que la constante y a vistas de la ciudadanía. Dar el cambio técnico y simbólico ahora tampoco es llegar tarde, porque no se puede esperar resultados haciendo siempre lo mismo. Descentralizar el municipio para tender una red de cogestión local es clave en el contexto de Argentina, porque lleva a debates más realistas sin anuncios rimbombantes o fotos de obras que nunca se harán. A veces pasa al olvido, pero la construcción política no es a base de anuncios sino a partir de la creación de legitimidad desde las relaciones políticas con la comunidad. Dicho de otra manera: ¿cuándo fue la última vez que te visitó la Mnicipalidad para ver cuáles son las prioridades de tu barrio? Normalmente la excusa es la falta de recursos económicos para afrontar esas prioridades. Ahí la trampa: aun sin recursos, el proceso de legitimación política es simbólicamente importante porque incluye e interpela a los actores reales de la sociedad. Además, se puede, siempre y aun con presupuestos escuetos, priorizar lo local buscando financiamiento regional, internacional o revisando una estructura de costos y su eficiencia.

La responsabilidad

La tercera clave ronda en la necesidad de transiciones ordenadas. Gobernar es un honor, un deber y una responsabilidad. Como tal, el poder local no le pertenece a nadie más que al conjunto. Los recursos del Estado -en todas sus escalas- son sensibles a la rendición de cuentas.

Al terminar una gestión local, en vistas al 2023, poder demostrar lo hecho con justificación es dar un salto de calidad. Si todavía no se hace, ahora es la oportunidad de dejar un municipio ordenado, con reseñas de rendición de cuentas, con los papeles al día para la auditoria, con un documento sintetizador de los hitos de gestión. Esto es clave porque la política argentina (y en parte mundial) tiene el afán de pasar sus primeros momentos de gestión hablando de herencias, del pasado, de las culpas de otros. Para prevenir esta altísima pérdida de tiempo, dejar una transición ordenada -aun si fuese entre el mismo signo político- minimiza el hartazgo social que se la pasa escuchando del pasado y poco de las soluciones del presente. Todavía a nivel nacional se habla de la última década. Poco se planifica de la que viene. A nivel local, justificarle a sociedad qué hizo el poder de turno para mejorarle la vida, es hacer democracia. Y aquí una virtud: si la gestión se equivocó, es una oportunidad inmensa de reconocerlo, estudiar los factores del problema y, en un ejercicio de aprendizaje, dejar constancia sobre cuál tendría que haber sido el camino correcto. Aprender para no lamentar. Aprender para mejorar. Por ello, en estas tres claves el poder local puede sortear en parte los vaivenes del contexto complicado de la Argentina, potenciando su rol territorial al lado del ciudadano de cada día.

Mientras en el 2023 se esté hablando (¿gritando?) sobre quién tiene la culpa de que las gestiones locales -las 2.300- quizás puedan demostrar que otro rumbo es posible.

 

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