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El país se identificó con una selección fiel a su historia

Sabado, 24 de diciembre de 2022 01:41

La magnífica performance de nuestra Selección nacional produjo un enorme impacto emocional, con una multitud inédita, casi un tercio de los 16 millones de habitantes del Área Metropolitana salió el martes a las calles para celebrar el arribo de los jugadores al país.

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La magnífica performance de nuestra Selección nacional produjo un enorme impacto emocional, con una multitud inédita, casi un tercio de los 16 millones de habitantes del Área Metropolitana salió el martes a las calles para celebrar el arribo de los jugadores al país.

Fue una movilización espontánea, ya que solo los futbolistas, con su sola presencia, fueron los convocantes. Y fue una manifestación absolutamente pacífica, solo animada por el deseo del festejo, que no llegó a ser empañada por algunos desmanes, hechos de violencia y agresiones. La autenticidad de la convocatoria permitió que episodios de esa naturaleza no se multiplicaran.

Por eso fue una fiesta que prolongó las cuatro semanas de emociones que tiñeron de celeste y blanco las pantallas de todo el mundo y sorprendieron a los ciudadanos de Qatar por la algarabía de nuestros compatriotas. Todos remarcaron la humildad y grandeza del equipo.

Los pueblos no viven solo de la política ni de los altibajos de la economía y el deporte brinda momentos muy intensos en los que los seres humanos buscan algo de sosiego y de esperanzas.

La identificación de la inmensa mayoría de los argentinos con el equipo liderado por Lionel Messi y dirigido por Lionel Scaloni no es solo el resultado del éxito. Desde sus hogares, las mismas multitudes acompañaron al equipo que fue subcampeón en Brasil en 2014, perdió varias finales regionales y obtuvo un título, después de esperar 28 años, la Copa Sudamericana, también en el estadio Maracaná.

Este trayecto, con sus esfuerzos, sinsabores y expectativas, mostró una línea ascendente y constante basada en la disciplina, el respeto por los rivales y por el público, el trabajo y, por supuesto, la excelencia de los futbolistas a quienes corresponde atribuir el mérito de la epopeya.

Todos los integrantes del equipo campeón nacieron en la Argentina, viven en Europa y demostraron tener el corazón celeste y blanco. Varios de ellos, Messi, "Dibu" Martínez y Scaloni llevan en el extranjero más de la mitad de su vida, pero todos optan por la Selección nacional y siempre vuelven al pueblo donde nacieron.

Por eso Rosario, Mar del Plata, Bahia Blanca, el pueblo santafesino de Pujato, Córdoba, Embalse y Calchín, La Plata, Fiambalá, Santa Rosa y barrios del conurbano reconocieron a los campeones como figuras relevantes de su propia historia.

La identificación de cada rincón del país con estos jóvenes exitosos, en excelente situación económica y miembros de la élite mundial, nace de la fidelidad a los orígenes de cada uno y a los valores colectivos que prevalecen por encima de narrativas ideológicas o diferencias políticas: el trabajo, la educación, el mérito, la eficiencia y la equidad.

Julián Álvarez, el delantero de 22 años que ganó la titularidad en pleno Mundial, lo sintetizó al hablar a su gente de Calchín. "Cada día nos sentimos todos más orgullosos de ser argentinos", dijo, y luego pronunció una frase que impacta, porque en ella sintetizó el sentimiento de la inmensa mayoría: "Siempre hay cosas para seguir soñando, es uno de los propósitos de la vida. Les digo a los chicos y adolescentes que sigan soñando, creyendo, que si trabajan y se sacrifican y todos los días, hacen las cosas bien y, sobre todo, si son buenas personas, cada día estarán más cerca de lograr sus objetivos y sus sueños".

El fútbol no resuelve los problemas del país, y tampoco es la esencia de la Nación. Pero genera sentimientos colectivos que oxigenan y dejan mensajes como este, en el que trabajar por los sueños es construir el futuro. En todos los órdenes de la vida.

La dirigencia argentina debería prestar atención a estas palabras de un joven que llegó al logro más grande de su carrera mucho antes de lo que esperaba. Al hablar con su gente puso en palabras lo que todos habíamos visto durante ocho años en las canchas: una ética del trabajo aplicada en la más alta competición atlética de nuestro tiempo.

 

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