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5 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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VIDEOS. “Ví soldados completar su instrucción en el mar, pero de ninguna manera fueron enviados a morir"

Entrevista a Mario Luis Castagneto, militar retirado, jefe de la Compañía de Comando 601 en la guerra de Malvinas.
Jueves, 31 de marzo de 2022 22:08

El 24 de abril de 1982, a las 9 de la noche, cuando arribó a las Islas Malvinas, Mario Luis Castagneto en realidad debería haber estado entrando en una iglesia para casarse con Mercedes, su novia salteña. Una semana antes, desde Buenos Aires, donde asumió como jefe de la Compañía de Comando 601, la llamó y le dijo que todo quedaba suspendido porque se iba a la guerra. Así fue. Felizmente, luego, el casamiento se celebró el 28 de agosto de ese año.

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El 24 de abril de 1982, a las 9 de la noche, cuando arribó a las Islas Malvinas, Mario Luis Castagneto en realidad debería haber estado entrando en una iglesia para casarse con Mercedes, su novia salteña. Una semana antes, desde Buenos Aires, donde asumió como jefe de la Compañía de Comando 601, la llamó y le dijo que todo quedaba suspendido porque se iba a la guerra. Así fue. Felizmente, luego, el casamiento se celebró el 28 de agosto de ese año.

Una anécdota después de cuatro décadas. Mario Luis, que hoy tiene 74 años, le abrió las puertas de su casa a El Tribuno para compartir su experiencia en el conflicto bélico. Se instaló en Salta hace 13 años, un par después de retirarse de la vida militar activa y aclaró que de acuerdo a la ley sigue integrado al Ejército como presidente de las Tropas de Montaña. 

Nació en La Rioja, pero sus padres eran de Buenos Aires. Siguió los pasos de su papá e ingresó al Ejército a los 12 años, en 1960, más tarde se recibió de oficial y llegó a ocupar varios cargos de mandos, uno de ellos de comandante. Mario Castagneto recordó que el 2 de abril de 1982 estaba en Campo de Mayo, en el cuartel, y cuando se despertó temprano ya había mucho “ruido”. Se había declarado la guerra de Malvinas. “Fue una sorpresa absoluta”, rememoró. En ese momento, la Compañía de Comandos 601 estaba en formación, por lo que no fue tan sencillo ir a la guerra. Se pasó un tiempo tratando de explicar a sus superiores la importancia de estar allí. La autorización llegó dos semanas y media después, pero para una comitiva de cuatro y con otra anécdota. “Los vuelos militares estaban colapsados con el traslado de unidades completas; entonces lo que hice fue sacar el pasaje en Aerolíneas Argentinas, subimos al avión vestidos para la guerra, con municiones, nos sentamos en el último asiento, algo que hoy parecería un tanto insólito”. La orden era viajar hasta Río Gallegos, pero Castagneto y su equipo decidieron bajarse en Comodoro Rivadavia y esa misma noche llegaron a las Islas.

¿Cómo fueron sus días en Malvinas?

Los dos o tres primeros días fueron intensos. Llegamos cerca de las 9 de la noche y al día siguiente fui a verlo al gobernador para convencerlo de que trajese a la Compañía entera. Éramos 64 hombres, cuatro estábamos ahí, faltaban 60, finalmente lo conseguí. La compañía llegó el 27 con armamento, munición, empezamos a planear y ejecutar todas las acciones que teníamos previstas.

¿Qué intervenciones, misiones realizaron?

Faltaban cuatro o cinco días para el inicio formal del primero de mayo, el primer bombardeo con los aviones Vulcan. Me aboqué a la tarea de conocer el lugar, el terreno. Tratamos de imaginarnos que la única posibilidad era que el enemigo desembarcara en San Carlos o cerca, de hecho estuvimos ahí tres veces. Lo que hicimos fue instalar unos depósitos escondidos, enterrados con municiones, explosivos, baterías de radios y algo de racionamiento. Diseñamos un plan de infiltración, es decir, pasar desde la propia tropa hacia la retaguardia del enemigo infiltrándonos a través de las líneas enemigas, pero en Malvinas al ser una superficie estrecha se hacía muy difícil. 

En aquel momento no me imaginaba un desembarco sobre Puerto Argentino con toda la defensa instalada. El primero de mayo nos sorprende en esa actividad, mi compañía tenía tres secciones, las tres estaban dispersas en las dos islas por lo cual el inicio de la guerra nos sorprendió para tratar de reunirlas y comenzar más con acciones que tuvieran que ver con el combate del enemigo próximo a desembarcar.

Había una teoría muy equivocada desde mi punto de vista, de que la población civil debería ser cuidada, conservada y protegida para que fuera amiga nuestra en el sentido de considerar que cuando terminara la guerra iban a ser ciudadanos argentinos. Pero los propios pobladores hablaban por radio, incluso con integrantes de la flota, patrullas infiltradas y les daba información. La población fue realmente un gran problema. En cuanto al marco general, el Ejército de fuerzas terrestres tuvo una particularidad muy grande dado que se instaló en un terreno inhóspito difícil de describir y estuvimos desde el 1 de mayo absolutamente aislados porque la superioridad naval era absoluta del enemigo.

Usted fue prisionero de guerra, ¿cuánto tiempo y cómo fueron esos días?

Sí, un mes. La guerra terminó el 14 de junio y estuvimos prisioneros hasta el 14 de julio. Fueron días difíciles porque las condiciones en las que estábamos eran muy precarias.

El día 13 de junio fueron los últimos combates y el 14 a la mañana, la rendición. En ese momento nos habían cruzado para la península de enfrente, a Puerto Argentino, porque allí había artillería de defensa aérea nuestra y había una infiltración, un avance enemigo de unidades más grandes que si se instalaban en ese lugar tenían un dominio perfecto sobre todo Puerto Argentino. Esa fue nuestra misión. Nos cruzaron a las una o dos de la mañana del 14, cuando llega la rendición yo me entero por radio. Había soldados de defensa aérea, deben haber sido los últimos muertos en combate que pudo haber en las islas, estaban cerca nuestro. Todos los prisioneros argentinos fueron llevados al viejo aeropuerto.

Fue una guerra que se desarrolló con absoluto honor y respeto a las leyes de guerra. Cuando me tocó estar en Alemania, en la escuela de guerra, los que más se me acercaban eran ingleses que habían estado en Malvinas con los cuales yo más compartía y me relacionaba.

¿La Compañía 601 tuvo muertos?

En mi Compañía no hubo muertos, solo heridos, a pesar de que vivíamos de bombardeos, de noche naval y de día aéreo. 

¿Qué sentía en esos días de guerra? 

Yo creo que no sentía nada, sentía que era responsable de la vida de mis hombres, que me había entrenado durante muchos años para eso y que tenía que hacer las cosas de la mejor manera posible, era como automático diría yo. Sí sentía frío, calor, las dificultades del camino por la turba, el bombardeo enemigo, de día y de noche, y por supuesto, en determinado momento también sentía no temor, no sé cómo mencionarlo, o si temor, cuando un avión del enemigo pasaba a cinco metros de la cabeza de uno. Trataba de confiar en Dios, en todo lo que me habían enseñado en el Ejército y en ese momento lo que más siente el jefe es la soledad del mando. Pensaba en que cada uno de mis hombres, sus esposas, novias, hijos, estaba entregando en mis manos su propia vida ,confiando en que si yo aprendí, estudié, me entrené antes en la paz iba a decidir en ese momento en la guerra lo mejor que pueda. Es una carga dura.

 

Un banderín de los ingleses amarillento por el tiempo es exhibido en un cuadro en el estudio de Mario Luis. Lo encontró atado en una de las radios del enemigo. La mitad de un viejo mapa de las islas, todo ajado y lleno de puntos, que durante la guerra le sirvió de guía. Su boina verde militar, algo quemada por dentro. Una foto del sargento Cisneros que era de la compañía 602, muerto en Malvinas, tierra de Malvinas, placas de identificación de soldados ingleses tomadas en combate contra ellos, la llave de su motocicleta, un silbato inglés y también cartas de su novia Mercedes con estampas pegadas al final del Señor y la Virgen del Milagro. Todas estas cosas están muy bien guardadas en una caja de recuerdos con tapa de vidrio que se puede ver sobre el escritorio de Mario Castagneto.

Hay familias que sostienen que mandaron a los colimbas jóvenes a la guerra a morir...

Eran soldados de 18 años, cuando yo me recibí como oficial los soldados eran de 21 años, luego la ley cambió. Eran muy jóvenes, muchos de ellos cuando se desató la guerra habían tenido muy poca instrucción, había regimientos que llamaron a los soldados que se habían ido de baja en diciembre o enero; otros no pudieron hacer eso y tuvieron que llevar los soldados que se incorporaron en febrero, con lo cual estamos hablando de dos meses y medio de instrucción. Yo vi soldados completar su instrucción en el mar, pero de ninguna manera fueron enviados soldados a morir. 
Los soldados de 18 años son mis héroes preferidos, no solo eran muy chicos y tenían poca preparación, sino que tenían un corazón de oro, lo único que querían era luchar y pelear por su Patria. Por supuesto, que hubo algunos que no se desempeñaban de esa manera, pocos, pero la masa de esos soldados fueron verdaderos héroes. En todos los lugares donde estuve, más de 60, pude ver soldados de 18 años, los vi en Puerto Argentino, en Darwin, en Howard, en Puerto Fox, en todos los lugares yo percibía una entrega absoluta, un orgullo total. 

Siempre muestro en mis charlas un cartel que los ingleses tienen en Monte Longdon donde fueron los combates más difíciles, ahí ellos ponen las edades de sus muertos, hay siete u ocho que tenían entre 17, 18 y 19 años. La diferencia es que estaban muy bien equipados y bien instruidos. En el cartel, ellos ponen, no chicos de la guerra, sino ‘Señores de la Guerra’. Así se sentían nuestros soldados, con todas las carencias absolutas que tenían por la edad, la logística, pero con la confianza absoluta en sus jefes. 

Es lo que yo identifico como “el heroísmo de todos los minutos”, el vencerse a uno mismo todos los días para soportar las dificultades y seguir fiel al cumplimiento de la misión, a pesar de todas las improvisaciones, a pesar de que la guerra fue declarada, desatada sin pensar que iba a desarrollarse. Los mandos o el poder político de ese momento no imaginaban que la guerra se iba a desatar. Pensaron que solamente iba a ser la operación Rosario.

Toda esa improvisación, el despliegue prematuro, la falta de comunicaciones, la falta de inteligencia, la falta de equipamiento, la falta de instrucción de muchos hacía que las actitudes fueran siempre más importantes que las aptitudes, es decir, poseían menos aptitudes que el enemigo porque tenían peor equipo y estaban menos instruidos, pero en cuanto a sus actitudes yo diría que eran tan buenos o mejores que aquellos que se aproximaban a sus posiciones, estoy hablando de todos los que combatieron en las Islas.

Después de 40 años, cómo considera la decisión de ir a la guerra...

Para uno sobre todo en la jerarquía que yo tenía eso no cuenta, obviamente que con el diario del lunes he visto una guerra muy difícil de ganar porque no peleamos solamente contra Reino Unido, peleábamos contra una gran concentración de países que le proveían información satelital de dónde nos encontrábamos, qué posiciones teníamos, los ayudaban con armamentos, transporte, con todo tipo de apoyo tecnológico y humano sin fuerza presente de otros países. Hoy le llamarían la organización del tratado del atlántico norte que estaba en apoyo a esa operación que no iba a permitir que un miembro de la OTAN fuera derrotado.

Dentro mío hay una alegría inmensa, yo nací en 1948 y desde que fui a primer grado me enseñaron que las Malvinas eran argentinas. El estar pisando las islas en ese momento, tener la oportunidad de ir para mí era una alegría y un orgullo increíbles, recuperarla para la Patria, integrarlas de vuelta al continente era como además de un sueño la concreción de todo una carrera militar que yo había desarrollado, de ahí hacia arriba quienes tomaban las decisiones las hubiesen tomado sin reflexionar, sin pensar o para obtener un objetivo político personal o sectorial no debo opinar. 

A mi me da la impresión después de muchos años que sí, que mucho de eso ocurrió, es decir, que la guerra se desató sin tener en cuenta como realmente iba a ser el desarrollo de la misma en función de todo esto que le estoy diciendo y se debió haber reflexionado mucho más para hacerla de otra manera, pero no es mi tarea esa. Es la de combate efectivo sobre las Islas.

"Los soldados de 18 años son mis héroes preferidos, no solo eran muy chicos y tenían poca preparación, sino que tenían un corazón de oro, lo único que querían era luchar y pelear por su Patria"

¿Qué decía su familia?

Mi papá era militar y estaba muy orgulloso, me dijo después cuando volví: ‘hacía muchos años que no rezábamos juntos con tu mamá abrazados en la cama’. 

Cuando terminó la guerra y volvió a casa ¿qué sintió?

Primero era raro porque habría una canilla y salía agua, pegarme un baño o subirme por primera vez a mi auto que había quedado tres meses parado. Primero era extraño. Luego rápidamente me fui adaptando, en ese momento yo tenía una relación muy especial con mi abuela, ella vivía en Formosa con mi tía, me mandó los pasajes y me fui, era una época de inundaciones, caminaba a lo largo del río, iba y volvía. Hay muchas cosas que pasan por la cabeza, de los recuerdo de aquello que uno ha vivido pero fue un regreso normal, el ser humano somos todos absolutamente diferentes, hay soldados, oficiales y suboficiales que la pasaron muy mal al regreso, muy mal, psíquica y físicamente, hay padres y madres también que sufrieron muchísimo, en mi caso fue tranquilo. 

Volvió alguna vez a Malvinas...

No no, no, tengo muchos amigos que han vuelto incluso salteños, familiares de salteños muertos en Malvinas que han vuelto, yo no creo que pudiese volver. No por lo menos vivo. No creo que pudiera volver y recorrer los mismos lugares donde estuve en otra situación totalmente diferente. No, no creo.

“Nuestro pueblo nos apoyó mucho, llegaban constantemente cartas de chicos de los colegios, donaciones, algunas llegaban y otras no, pero nosotros algunas pocas cosas recibimos y sentíamos el cariño, el apoyo de la gente”

¿Qué hace cada 2 de abril o en su caso cada 24 de abril?

Yo nunca recuerdo el 2 de abril, para mi es un día más, aún cuando obviamente fue una operación bien planeada, la única bien planeada de la guerra, pero nunca lo celebro. Para mi el día a recordar y mientras fui jefe de la Compañía de Comando, del regimiento comandante, tuve muchos cargos, siempre en las formaciones que hacemos las hacemos el 14 de junio. Yo siempre dije que el 2 de abril era un día de alegría desbordante un tanto insensata, impensada, de multitudes, de gente que se juntaba sin saber a qué se iba a enfrentar. En cambio, el 14 de junio, era el día completo en cual teníamos que ser capaces de reconocer todos nuestros errores, las cosas que nos habíamos equivocado, las dificultades para no fallar nuevamente. Y no me refiero a la guerra sino a nuestro destino como país, como Patria, como Nación.

A los 74 años uno a veces se cansa un poco de ver tantos desencuentros, entonces creo que es mejor recordar el día de la derrota, que para nosotros es victoria, por la sencilla razón de que es el momento de la reflexión serena, madura, tranquila. Se puede evaluar con un criterio absolutamente diferente al del fragor del instante mismo de la guerra. nos deberíamos servir a todos los argentinos hoy para tratar de hacer de esta Patria una nación realmente unida. 

Me gustaría agregar un mensaje para los más jóvenes. Que los más jóvenes a pesar de las desilusiones que se desvivan por hacer crecer este querido país que se lo merece. Que traten de luchar con todas sus fuerzas, son jóvenes y tienen esas fuerzas, a veces las decepciones de las circunstancias políticas los llevan a desilusionarse y es lo peor que ocurre cuando uno pierde la voluntad de luchar. A veces cuando uno tiene alguien en quien cree puede segregar adrenalina y combatir fuertemente, en cambio, cuando se decepciona es como que baja todas las defensas y se entrega. Ojalá eso no ocurra nunca con nuestros jóvenes, que sigan peleando por esta Patria querida. 
 

 

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