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19 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Cuando la superficialidad mata

Miércoles, 20 de julio de 2022 02:11

No hay que ser muy observador para darse cuenta de que la tendencia que tenemos los seres humanos a buscar “soluciones” fáciles está hoy exacerbada. Y es que se ha desviado la lucha genuina hacia otra que se pierde en la inmediatez y superficialidad; y no queda en ellas, sino que provoca consecuencias que matan, por dentro, por fuera. Dice el médico Mario Antonio Puig: “Donde tú pongas tu atención será siempre más real para ti”. ¿Dónde estamos poniendo nuestra atención?
La estrategia de crear enemigos para no abordar la responsabilidad personal correspondiente constituye un engaño que abraza la impunidad, como sucede hoy con algunos políticos que culpan a todos de su propia corrupción y obviamente evitan por todos los medios las consecuencias. Y aquí estamos, oprimidos en realidad por ellos. ¿Cuál es el verdadero peligro?
En el ámbito personal, una persona que detecta enemigos en todos lados, seguramente necesita sincerarse en relación a si ella no es su propio enemigo. Esta realidad requiere un trabajo de autoconocimiento, aceptación, voluntad de cambio... que cuesta.
Asimismo, vemos que movimientos LGTB hacen de la lucha, una cruzada contra la sociedad que se torna inevitablemente en contra de sí mismos. Y es que se desvían caminos personales a reclamos “en contra de” y no a favor de la dignidad de la persona. Son muchos los testimonios de gente arrepentida que denuncian esta realidad.
La omisión de problemas de fondo y de los respectivos esfuerzos por salir de ellos conduce al inevitable fracaso. Si para paliar la inflación se recurre a la emisión monetaria y a pseudopolíticas que no solo desatienden el problema -social, cultural, moral...- de base, sino que lo empeoran, indudablemente tendremos consecuencias graves como las ya actuales: una creciente pobreza que va matando día a día la vida y el potencial de tanta gente. Personas que buscan comida en los basureros, jóvenes que carecen de educación, otros sin empleo, sueños que mueren de inanición...
Estamos invitados a no perdernos en el afán de singularizarnos en vez de “ser” cada uno lo que es y desde allí florecer: un varón o una mujer únicos e irrepetibles. Esto tiene sumida a una juventud en el fondo, ávida de “ser”-, en soluciones mágicas como la droga y otras realidades que ocultan lo más exquisito de su ser. Decimos “aquí estoy” pero de una manera en que nos dañamos.
El adoctrinamiento pretende sustituir el rol de la educación. Despertar la voluntad de ser, el espíritu crítico, la unicidad, la misión, la vocación, son tareas arduas que requieren largo plazo, esfuerzo. Parece que hoy este concepto quiere ser cancelado cual si fuese contra los derechos. Las obligaciones se anulan.
El hecho de no tomar en cuenta las capacidades para ocupar cargos y hacer uso político de ello, mata proyectos. Mucha gente capaz termina como empleado de algún jefe contratado por el partido político de turno, que desconoce la materia que dirige y limita el desarrollo y potencial del empleado.
Algo que parece tan accesorio como el lenguaje inclusivo, como herramienta cultural que es, no lo es. El lenguaje es cooptado por intereses de un sector. Si a alguien se le ocurre que el lenguaje es discriminatorio porque no toma en cuenta los temperamentos, por ejemplo, entonces habría que introducir frases con el sanguíneo, el pigmeo... es una locura. Todos nos daríamos cuenta de la arbitrariedad de los fundamentos. Hemos visto la euforia en discursos que se pierden en el aplauso de la/lo/les y que lo más importante de la oración quedó diluido: se desvía el sentido de la frase.

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No hay que ser muy observador para darse cuenta de que la tendencia que tenemos los seres humanos a buscar “soluciones” fáciles está hoy exacerbada. Y es que se ha desviado la lucha genuina hacia otra que se pierde en la inmediatez y superficialidad; y no queda en ellas, sino que provoca consecuencias que matan, por dentro, por fuera. Dice el médico Mario Antonio Puig: “Donde tú pongas tu atención será siempre más real para ti”. ¿Dónde estamos poniendo nuestra atención?
La estrategia de crear enemigos para no abordar la responsabilidad personal correspondiente constituye un engaño que abraza la impunidad, como sucede hoy con algunos políticos que culpan a todos de su propia corrupción y obviamente evitan por todos los medios las consecuencias. Y aquí estamos, oprimidos en realidad por ellos. ¿Cuál es el verdadero peligro?
En el ámbito personal, una persona que detecta enemigos en todos lados, seguramente necesita sincerarse en relación a si ella no es su propio enemigo. Esta realidad requiere un trabajo de autoconocimiento, aceptación, voluntad de cambio... que cuesta.
Asimismo, vemos que movimientos LGTB hacen de la lucha, una cruzada contra la sociedad que se torna inevitablemente en contra de sí mismos. Y es que se desvían caminos personales a reclamos “en contra de” y no a favor de la dignidad de la persona. Son muchos los testimonios de gente arrepentida que denuncian esta realidad.
La omisión de problemas de fondo y de los respectivos esfuerzos por salir de ellos conduce al inevitable fracaso. Si para paliar la inflación se recurre a la emisión monetaria y a pseudopolíticas que no solo desatienden el problema -social, cultural, moral...- de base, sino que lo empeoran, indudablemente tendremos consecuencias graves como las ya actuales: una creciente pobreza que va matando día a día la vida y el potencial de tanta gente. Personas que buscan comida en los basureros, jóvenes que carecen de educación, otros sin empleo, sueños que mueren de inanición...
Estamos invitados a no perdernos en el afán de singularizarnos en vez de “ser” cada uno lo que es y desde allí florecer: un varón o una mujer únicos e irrepetibles. Esto tiene sumida a una juventud en el fondo, ávida de “ser”-, en soluciones mágicas como la droga y otras realidades que ocultan lo más exquisito de su ser. Decimos “aquí estoy” pero de una manera en que nos dañamos.
El adoctrinamiento pretende sustituir el rol de la educación. Despertar la voluntad de ser, el espíritu crítico, la unicidad, la misión, la vocación, son tareas arduas que requieren largo plazo, esfuerzo. Parece que hoy este concepto quiere ser cancelado cual si fuese contra los derechos. Las obligaciones se anulan.
El hecho de no tomar en cuenta las capacidades para ocupar cargos y hacer uso político de ello, mata proyectos. Mucha gente capaz termina como empleado de algún jefe contratado por el partido político de turno, que desconoce la materia que dirige y limita el desarrollo y potencial del empleado.
Algo que parece tan accesorio como el lenguaje inclusivo, como herramienta cultural que es, no lo es. El lenguaje es cooptado por intereses de un sector. Si a alguien se le ocurre que el lenguaje es discriminatorio porque no toma en cuenta los temperamentos, por ejemplo, entonces habría que introducir frases con el sanguíneo, el pigmeo... es una locura. Todos nos daríamos cuenta de la arbitrariedad de los fundamentos. Hemos visto la euforia en discursos que se pierden en el aplauso de la/lo/les y que lo más importante de la oración quedó diluido: se desvía el sentido de la frase.

Hoy se quieren elaborar tesis a partir de opiniones. Algunos quieren definir la dignidad subyugándola a caprichos de la posmodernidad. Asusta esa actitud de “hay que ver qué percibe cada uno que es la dignidad”. Y generan “realidades” que distraen de lo verdaderamente dramático que vivimos. ¿Por qué nos perdemos en estas “realidades”? Y bueno, inventar es más fácil que crear un verdadero cambio que realce la dignidad. El relativismo es caldo de cultivo de una visión superflua de la vida.
Palabras superfluas que se mueren en promesas políticas y junto a ellas la esperanza de muchos... discursos que evidencian una escisión entre la persona y sus palabras, generando una atmósfera de incredulidad y de “todos son iguales”.
¿Qué nos estamos haciendo? Fuimos un país rico en el más integral y bello de los sentidos, entonces... ¡podemos volver a serlo!, pero tenemos que abandonar caminos que no aborden la verdadera lucha.
Es mentira que luchar por la dignidad de uno y de los demás sea un esfuerzo vano. Luchar contra las propias malas tendencias, estudiar, trabajar, amar de verdad, llevar con aceptación una dura enfermedad, cuidar de gente que sufre, limpiar los baños, ser ama de casa, los padres que velan por sus hijos y por otros, el político que se juega por su pueblo y no escatima sacrificios... claro que vale. Todo nos exige, nos solicita, nos reclama en nuestra unicidad.
Pero no podremos salir de esta triste realidad si no nos jugamos por la verdadera lucha, la que exige esfuerzo. Es mentira que se puede ser feliz sin su colaboración porque el esfuerzo al que es llamado cada uno, nos talla, nos ayuda a crecer, a conocernos, a dar, a simplemente “ser para florecer”.
 

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