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19 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Los años 70: un tabú

Viernes, 29 de julio de 2022 02:10

La violencia insurreccional y la dictadura son temas muy sensibles para nuestra sociedad, pero sería muy provechoso para avanzar hacia la unidad nacional y cicatrizar heridas, reverlos, abordarlos con la mayor neutralidad posible. 
La gente clamaba a gritos que los militares actuaran: así fue. Los militares no debieran haberse quedado en el poder: sin duda. Las cabezas de las Fuerzas cometieron atrocidades siendo Estado: sí. No tendría que haber habido desaparecidos: también. Asimismo, nadie puede negar que fue un enfrentamiento, donde ambas partes se consideraban “en guerra”; un enfrentamiento cruel iniciado por una insurgencia armada. Que puede haber habido algunos jóvenes idealistas, quizás, pero en los hechos se levantaron en armas. No es un invento; ellos mismos lo dijeron. Es completamente comprensible que las Fuerzas Armadas se consideraran convocadas a la defensa de la Patria. Esto no justifica inhumanidades, que las hubo, de ambas partes. Los mismos montoneros hicieron de público conocimiento y se jactaron de su accionar. ¿Por qué ellos son hoy reivindicados como héroes y víctimas? La respuesta se infiere claramente.
Tras cuarenta años de aquella guerra, estamos frente a una realidad muy injusta que se aleja completamente de los hechos ocurridos en aquel entonces. La cúpula del Ejército, los responsables de dirigir a sus subordinados y quienes sabían los fines de las directrices que impartían (como se sabe el Ejército es una institución verticalista), ya no están y hoy recaen las condenas sobre sus subordinados. El gran mito que un relato de odio logró instalar en la opinión pública tiene que ver con que todos los miembros de las Fuerzas -por el sólo hecho de haberlas integrado en los años 70-, fueron genocidas y torturadores. 
Frente a una herida nacional que no se cierra, hace veinte años, sectores políticos -muchos de los cuales jamás se habían ocupado ni de la represión ni del juicio a las Juntas ni del indulto posterior- alzaron en campaña la bandera de los Derechos Humanos, no para realmente cicatrizar la herida y hacer justicia. Nos damos cuenta de esto porque, de lo contrario, no habría causas armadas con testigos mendaces. 
Así como no se puede generalizar y prejuzgar a todos los integrantes de las Fuerzas; tampoco podemos hacer lo mismo con todos los integrantes de organizaciones de DDHH. Pero son evidentes las irregularidades y el “curro escondido”, porque ha sido ya denunciado con prueba documental hace años. La intención política de base fue tomar esta deuda nacional para utilizarla y recrear enemigos que ya no están. En un gobierno en el que hay muchos funcionarios vinculados de alguna manera con las antiguas organizaciones armadas, llama la atención que levantaran esta bandera recién a treinta o cuarenta años después de los hechos. . 
Si la realidad de estos “juicios de lesa humanidad” se difundiera, la sociedad abriría los ojos y se escandalizaría. Pre juicios que derivaron en juicios, algo inaudito en el Derecho.
Las heridas no se cierran con mentiras, con discursos de odio y venganza que distorsionan la realidad, como tampoco haciendo de los DDHH una gran inhumanidad, permitiendo el encarcelamiento por presunción o “portación de uniforme”. Supuestos testigos que declaran tras cuarenta años que la voz de tal subordinado era la del que terminan imputando. Un hombre que servía el café también condenado, ¿por qué? Y bueno, tenía que saber algo. Otro subordinado que firma la salida de un soldado porque su jefe se lo ordenó... Las causas son de una arbitrariedad e imprecisión llamativas.
¿Qué sentiría cualquiera de nosotros si un supuesto testigo viene tras cuarenta años a calumniarnos por haber pertenecido al Ejército de la Nación en los años 70? Todos querríamos ser juzgados por nuestros propios actos y no por haber pertenecido a dicha institución, ¿no es cierto? 
El excabo Flores no halló otro camino para hacerse escuchar que una agonizante huelga de hambre porque el Estado de Derecho no existe para él. Como perteneció al Ejército en los años 70 no hay nada más que hablar. El pre juicio de que se trata de un genocida es suficiente para conseguir un testigo mentiroso y armarle una causa. ¿Los derechos humanos son solo para los defendidos por las organizaciones de DDHH, aunque algunos calumnien, cobren venganza con triples indemnizaciones que burlan la historia y a la Patria? ¿Los integrantes de las Fuerzas Armadas no tienen derechos, aunque sean inocentes y las causas lo reflejen?.
La realidad es la realidad, aunque muchos no la quieran ver; la bolsa se rompe con el peso de la injusticia y esta pesa sobre quienes pueden hacer algo y no lo hacen. ¿Cómo en un Estado de derecho se puede hacer oídos sordos ante un hombre que muere día a día enfrentando una huelga de hambre porque quiere que escuchen su defensa, su inocencia y no puede hacerlo por la vía judicial? El excabo Flores es uno de tantos que padecen olvidados por cargar culpas que no les corresponden. En el prólogo del informe ‘Nunca más’, (Ed. 1986) se expresa: “... porque el oscuro temor de que cualquiera, por inocente que fuese, pudiese caer en esa infinita caza de brujas..., la lucha contra los subversivos”, con la tendencia que tiene toda caza de brujas, se había convertido en una represión demencialmente generalizada , porque el epíteto “subversivo” tenía un alcance tan vasto como imprevisible” y más adelante expresa: “... verdad y justicia, por otra parte que permitirán vivir con honor a los hombres de las Fuerzas Armadas que son inocentes y que, de no procederse así, correrían el riesgo de ser ensuciados por una incriminación global e injusta”. 
Increíblemente premonitorio... ¿a ellos quién los salva? Investiguen; eso es lo justo, porque no se trata de que “algo habrán hecho”, como tampoco que “nadie hizo nada”.
 

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La violencia insurreccional y la dictadura son temas muy sensibles para nuestra sociedad, pero sería muy provechoso para avanzar hacia la unidad nacional y cicatrizar heridas, reverlos, abordarlos con la mayor neutralidad posible. 
La gente clamaba a gritos que los militares actuaran: así fue. Los militares no debieran haberse quedado en el poder: sin duda. Las cabezas de las Fuerzas cometieron atrocidades siendo Estado: sí. No tendría que haber habido desaparecidos: también. Asimismo, nadie puede negar que fue un enfrentamiento, donde ambas partes se consideraban “en guerra”; un enfrentamiento cruel iniciado por una insurgencia armada. Que puede haber habido algunos jóvenes idealistas, quizás, pero en los hechos se levantaron en armas. No es un invento; ellos mismos lo dijeron. Es completamente comprensible que las Fuerzas Armadas se consideraran convocadas a la defensa de la Patria. Esto no justifica inhumanidades, que las hubo, de ambas partes. Los mismos montoneros hicieron de público conocimiento y se jactaron de su accionar. ¿Por qué ellos son hoy reivindicados como héroes y víctimas? La respuesta se infiere claramente.
Tras cuarenta años de aquella guerra, estamos frente a una realidad muy injusta que se aleja completamente de los hechos ocurridos en aquel entonces. La cúpula del Ejército, los responsables de dirigir a sus subordinados y quienes sabían los fines de las directrices que impartían (como se sabe el Ejército es una institución verticalista), ya no están y hoy recaen las condenas sobre sus subordinados. El gran mito que un relato de odio logró instalar en la opinión pública tiene que ver con que todos los miembros de las Fuerzas -por el sólo hecho de haberlas integrado en los años 70-, fueron genocidas y torturadores. 
Frente a una herida nacional que no se cierra, hace veinte años, sectores políticos -muchos de los cuales jamás se habían ocupado ni de la represión ni del juicio a las Juntas ni del indulto posterior- alzaron en campaña la bandera de los Derechos Humanos, no para realmente cicatrizar la herida y hacer justicia. Nos damos cuenta de esto porque, de lo contrario, no habría causas armadas con testigos mendaces. 
Así como no se puede generalizar y prejuzgar a todos los integrantes de las Fuerzas; tampoco podemos hacer lo mismo con todos los integrantes de organizaciones de DDHH. Pero son evidentes las irregularidades y el “curro escondido”, porque ha sido ya denunciado con prueba documental hace años. La intención política de base fue tomar esta deuda nacional para utilizarla y recrear enemigos que ya no están. En un gobierno en el que hay muchos funcionarios vinculados de alguna manera con las antiguas organizaciones armadas, llama la atención que levantaran esta bandera recién a treinta o cuarenta años después de los hechos. . 
Si la realidad de estos “juicios de lesa humanidad” se difundiera, la sociedad abriría los ojos y se escandalizaría. Pre juicios que derivaron en juicios, algo inaudito en el Derecho.
Las heridas no se cierran con mentiras, con discursos de odio y venganza que distorsionan la realidad, como tampoco haciendo de los DDHH una gran inhumanidad, permitiendo el encarcelamiento por presunción o “portación de uniforme”. Supuestos testigos que declaran tras cuarenta años que la voz de tal subordinado era la del que terminan imputando. Un hombre que servía el café también condenado, ¿por qué? Y bueno, tenía que saber algo. Otro subordinado que firma la salida de un soldado porque su jefe se lo ordenó... Las causas son de una arbitrariedad e imprecisión llamativas.
¿Qué sentiría cualquiera de nosotros si un supuesto testigo viene tras cuarenta años a calumniarnos por haber pertenecido al Ejército de la Nación en los años 70? Todos querríamos ser juzgados por nuestros propios actos y no por haber pertenecido a dicha institución, ¿no es cierto? 
El excabo Flores no halló otro camino para hacerse escuchar que una agonizante huelga de hambre porque el Estado de Derecho no existe para él. Como perteneció al Ejército en los años 70 no hay nada más que hablar. El pre juicio de que se trata de un genocida es suficiente para conseguir un testigo mentiroso y armarle una causa. ¿Los derechos humanos son solo para los defendidos por las organizaciones de DDHH, aunque algunos calumnien, cobren venganza con triples indemnizaciones que burlan la historia y a la Patria? ¿Los integrantes de las Fuerzas Armadas no tienen derechos, aunque sean inocentes y las causas lo reflejen?.
La realidad es la realidad, aunque muchos no la quieran ver; la bolsa se rompe con el peso de la injusticia y esta pesa sobre quienes pueden hacer algo y no lo hacen. ¿Cómo en un Estado de derecho se puede hacer oídos sordos ante un hombre que muere día a día enfrentando una huelga de hambre porque quiere que escuchen su defensa, su inocencia y no puede hacerlo por la vía judicial? El excabo Flores es uno de tantos que padecen olvidados por cargar culpas que no les corresponden. En el prólogo del informe ‘Nunca más’, (Ed. 1986) se expresa: “... porque el oscuro temor de que cualquiera, por inocente que fuese, pudiese caer en esa infinita caza de brujas..., la lucha contra los subversivos”, con la tendencia que tiene toda caza de brujas, se había convertido en una represión demencialmente generalizada , porque el epíteto “subversivo” tenía un alcance tan vasto como imprevisible” y más adelante expresa: “... verdad y justicia, por otra parte que permitirán vivir con honor a los hombres de las Fuerzas Armadas que son inocentes y que, de no procederse así, correrían el riesgo de ser ensuciados por una incriminación global e injusta”. 
Increíblemente premonitorio... ¿a ellos quién los salva? Investiguen; eso es lo justo, porque no se trata de que “algo habrán hecho”, como tampoco que “nadie hizo nada”.
 

 

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