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El camino político de Massa con los salteños y la misión de reducir el desequilibrio

Domingo, 31 de julio de 2022 02:30

¿Para quién juega Sergio Massa? La respuesta es muy clara: para él. Pero ahora tiene una oportunidad que no puede desaprovechar. No solo está en juego su futuro político, sino las riendas que tomará el país, si es que hace algo. 
El superministro tiene olfato político y una extensa carrera política, con victorias y derrotas. También incurrió, como es común en muchos políticos, en el panquequismo o abandono el barco antes de que se hundiera. Algunos salteños pueden relatarlo con lujos de detalles. 
Por estos lares, la noticia de su designación tuvo diversas repercusiones. El kirchnerismo duro de Salta, que desprecia la gestión de Alberto Fernández y se encolumna con las críticas de Cristina, sabe que más que el salvador, Sergio Massa es el mal menor. El peso del tigrense puede garantizar que el Gobierno frene o desacelere una caída estrepitosa. 
“Yo voy a barrer a los ñoquis de La Cámpora”, había expresado Massa en 2015, en la campaña presidencial. Eso resonó mucho entre los dirigentes locales. 
Cuando dio ese mensaje en el estadio de Vélez, en ese entonces, Massa compartía fórmula con Gustavo Sáenz, actual gobernador salteño. Era una propuesta que salía de la grieta, en la amplia avenida del medio. Desde ahí creció el vínculo entre ambos. Antes de que se conociera la designación de superministro, Sáenz fue uno de los primeros mandatarios que salió a elogiar su capacidad. “No hay salvadores, pero sí dirigentes con capacidad y experiencia para cambiar la realidad. Sin dudas Sergio Massa es uno de ellos”, tuiteó en la mañana del jueves. Horas más tarde se confirmó el desembarco en el gabinete. 
El rol clave que tendrá Massa genera expectativa en el Grand Bourg. Sáenz, que se caracteriza por gestionar obras y recursos en la Casa Rosada, tendrá una línea más directa. Hay proyectos o etapas de trabajos, como la ruta 51, que Nación demora.
En su derrotero político, Massa fue parte del gobierno del kirchnerismo y cuando Cristina tuvo su primer mandato como presidenta, ocupó entre 2008 y primeros meses de 2009 el cargo de jefe de Gabinete. 
Después empezó su distanciamiento. En 2013 le dio un duro golpe en la provincia de Buenos Aires, en las legislativas. Su nombre se había posicionado y era un presidenciable. Pero naufragó. 
En 2019, también intentó ir por la avenida del medio, con Juan Manuel Urtubey, en ese entonces gobernador salteño, quien se vendía como presidenciable, aunque estaba muy lejos en las encuestas nacionales. Internaban armar “Alternativa Federal” con Ricardo Lavagna. Massa olfateó el fracaso y se sumó al Frente de Todos, luego que Cristina Fernández ungiera a Alberto Fernández como candidato a presidente. Hicieron borrón y cuenta nueva. 
Más allá de las idas y vueltas políticas, el rol que tendrá Massa es clave para tratar de que el Gobierno encuentre un rumbo, apaciguar la interna y acomodar la economía. No es una tarea fácil, con una inflación que genera un descalabro en la economía doméstica. 
Además, Massa debe poner una mirada federal, propósito que hasta ahora el tucumano Juan Manzur, como jefe de Gabinete, no logró. Al manejar la caja, Massa debe equilibrar el reparto de los subsidios para el transporte. Todos los que pasaron por el cargo estiraron las brechas entre la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el interior. 
Massa tiene una oportunidad, y un país espera que le vaya bien. El sector empresario lo ve con mejores ojos que a su antecesora, Silvina Batakis, quien tuvo un efímero paso por el cargo. La sociedad en su conjunto espera, por cierto, que no juegue un rol de “salvador”, pero sí que esté a la altura. En 2023 se cumplirán 40 años de la recuperación de la democracia. Es hora de encaminar políticas para el desarrollo y fortalecer el respeto de la instituciones. Massa tiene una misión muy profunda. 
 

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¿Para quién juega Sergio Massa? La respuesta es muy clara: para él. Pero ahora tiene una oportunidad que no puede desaprovechar. No solo está en juego su futuro político, sino las riendas que tomará el país, si es que hace algo. 
El superministro tiene olfato político y una extensa carrera política, con victorias y derrotas. También incurrió, como es común en muchos políticos, en el panquequismo o abandono el barco antes de que se hundiera. Algunos salteños pueden relatarlo con lujos de detalles. 
Por estos lares, la noticia de su designación tuvo diversas repercusiones. El kirchnerismo duro de Salta, que desprecia la gestión de Alberto Fernández y se encolumna con las críticas de Cristina, sabe que más que el salvador, Sergio Massa es el mal menor. El peso del tigrense puede garantizar que el Gobierno frene o desacelere una caída estrepitosa. 
“Yo voy a barrer a los ñoquis de La Cámpora”, había expresado Massa en 2015, en la campaña presidencial. Eso resonó mucho entre los dirigentes locales. 
Cuando dio ese mensaje en el estadio de Vélez, en ese entonces, Massa compartía fórmula con Gustavo Sáenz, actual gobernador salteño. Era una propuesta que salía de la grieta, en la amplia avenida del medio. Desde ahí creció el vínculo entre ambos. Antes de que se conociera la designación de superministro, Sáenz fue uno de los primeros mandatarios que salió a elogiar su capacidad. “No hay salvadores, pero sí dirigentes con capacidad y experiencia para cambiar la realidad. Sin dudas Sergio Massa es uno de ellos”, tuiteó en la mañana del jueves. Horas más tarde se confirmó el desembarco en el gabinete. 
El rol clave que tendrá Massa genera expectativa en el Grand Bourg. Sáenz, que se caracteriza por gestionar obras y recursos en la Casa Rosada, tendrá una línea más directa. Hay proyectos o etapas de trabajos, como la ruta 51, que Nación demora.
En su derrotero político, Massa fue parte del gobierno del kirchnerismo y cuando Cristina tuvo su primer mandato como presidenta, ocupó entre 2008 y primeros meses de 2009 el cargo de jefe de Gabinete. 
Después empezó su distanciamiento. En 2013 le dio un duro golpe en la provincia de Buenos Aires, en las legislativas. Su nombre se había posicionado y era un presidenciable. Pero naufragó. 
En 2019, también intentó ir por la avenida del medio, con Juan Manuel Urtubey, en ese entonces gobernador salteño, quien se vendía como presidenciable, aunque estaba muy lejos en las encuestas nacionales. Internaban armar “Alternativa Federal” con Ricardo Lavagna. Massa olfateó el fracaso y se sumó al Frente de Todos, luego que Cristina Fernández ungiera a Alberto Fernández como candidato a presidente. Hicieron borrón y cuenta nueva. 
Más allá de las idas y vueltas políticas, el rol que tendrá Massa es clave para tratar de que el Gobierno encuentre un rumbo, apaciguar la interna y acomodar la economía. No es una tarea fácil, con una inflación que genera un descalabro en la economía doméstica. 
Además, Massa debe poner una mirada federal, propósito que hasta ahora el tucumano Juan Manzur, como jefe de Gabinete, no logró. Al manejar la caja, Massa debe equilibrar el reparto de los subsidios para el transporte. Todos los que pasaron por el cargo estiraron las brechas entre la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el interior. 
Massa tiene una oportunidad, y un país espera que le vaya bien. El sector empresario lo ve con mejores ojos que a su antecesora, Silvina Batakis, quien tuvo un efímero paso por el cargo. La sociedad en su conjunto espera, por cierto, que no juegue un rol de “salvador”, pero sí que esté a la altura. En 2023 se cumplirán 40 años de la recuperación de la democracia. Es hora de encaminar políticas para el desarrollo y fortalecer el respeto de la instituciones. Massa tiene una misión muy profunda. 
 

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