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19 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Vencer el miedo y atreverse a cambiar

Es hora actuar con coraje y tomar las riendas de nuestro destino como sociedad, como país y como provincia. Esto supone generar nuevos liderazgos, nuevas ideas y solidez estratégica.
Martes, 02 de agosto de 2022 01:29

En 1963 István Bibó, teórico húngaro, acuñó el concepto de "histeria colectiva", analizando cómo algunos Estados democráticos eran incapaces de cumplir sus propias normas y cómo el término democracia estaba expuesto a un uso tan abarcativo que acarreaba una mala aplicación. Conforme lo expusiera la profesora norteamericana Holly Casé, Bibó pensaba que cuando los gobernantes, incluso los autoritarios, se declaran campeones de la democracia se debía echar mano a una prueba categórica: el miedo. El doctrinario sostenía que ser demócrata es por sobre todo no tener miedo. No tener miedo al funcionamiento de las normas del Estado democrático.

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En 1963 István Bibó, teórico húngaro, acuñó el concepto de "histeria colectiva", analizando cómo algunos Estados democráticos eran incapaces de cumplir sus propias normas y cómo el término democracia estaba expuesto a un uso tan abarcativo que acarreaba una mala aplicación. Conforme lo expusiera la profesora norteamericana Holly Casé, Bibó pensaba que cuando los gobernantes, incluso los autoritarios, se declaran campeones de la democracia se debía echar mano a una prueba categórica: el miedo. El doctrinario sostenía que ser demócrata es por sobre todo no tener miedo. No tener miedo al funcionamiento de las normas del Estado democrático.

Este agudo pensador, que fue ministro unos cuantos días durante la revolución de 1957, se negó a abandonar el Parlamento cuando las tropas soviéticas entraron en Budapest y esperó sentado en su banca a que lo detuvieran. Estuvo preso durante cinco años, en cuyo transcurso produjo una interesante obra bibliográfica sobre democracia y política.

En sus libros censuraba la irresponsabilidad de algunos líderes que decían ser grandes defensores de la democracia y se autoproclamaban liberales, pero que, cuando no eran capaces de hallar los medios y la energía suficiente para hacer frente a un problema caían en la tentación de recurrir a una displicente artimaña defensiva: "Sustituir un problema tratable al que ellos eran ineptos de encontrar salida por otro que se planteaba ya como si fuera insuperable".

Se puede observar cómo algunos políticos y ciertos representantes del establishment económico y financiero parecen haber padecido un ataque de histeria política. Fracasaron en la prueba de algodón que preconiza el teórico, al recurrir desvergonzadamente al miedo, pretendiendo convertir problemas políticos que pueden ser objeto de discusión y debate en cuestiones intratables.

Afortunadamente la sociedad de hoy ha adquirido la madurez suficiente para advertir esta estratagema y visibilizarla. Desde que se desarmó el modelo de desarrollo de industrialización sustitutiva que funcionó, aunque con efectividad decreciente, hasta mediados de los años 70, tanto bajo regímenes democráticos como dictatoriales, carecemos de un rumbo definido.

Séneca, filósofo y pensador que vivió durante el primer siglo después de Cristo, grabó una frase que parece pensada para nuestro presente: "No hay viento favorable para quien no sabe a qué puerto se dirige".

Nos movemos en círculos, ensayando diversas panaceas, pero después de cada vuelta estamos un escalón más abajo, en un proceso de declinación secular. Una combinación de impericia y negligencia, por un lado, y ambición desmedida, malicia y falta de transparencia, por el otro, están en la base de una deficiente administración.

Hoy observamos con preocupación que muchos gobiernos siguen improvisando y tomando decisiones equivocadas, fruto de la inoperancia y de la mediocridad.

De lo que falta no se habla

En cuanto a lo que falta, hay temas importantes que no han sido tratados por los distintos gobiernos. Así, en relación al sufragio universal, es sabido que el mismo enaltece su valor cuanto más transparente e inobjetable sea.

Denota sabiduría el aprender de nuestros semejantes con democracias ejemplares y de larga historia: en Dinamarca no pueden votar aquellos ciudadanos que reciben subvenciones del Estado; la jubilación, obviamente, no se considera subvención. Con esta cláusula se elimina el clientelismo, que constituye un fraude electoral, ya que, de alguna manera, se compra el voto.

En EEUU solo votan los ciudadanos nativos o naturalizados. Así se evita la procesión de extranjeros que viven en zonas limítrofes durante las elecciones, como ocurre en la Argentina, en donde estos extranjeros reciben subsidios (planes) y tienen DNI con domicilio en el país. Nos preguntamos cómo resultarían los guarismos con aplicar estas simples condiciones que harían las elecciones más justas y transparentes.

Otra cuestión de la que no se habla es la situación de los que reciben planes sociales y a los que no se les requiere que compensen ello con trabajo, si bien en algunas localidades se establece una jornada de dos horas, pero esta modalidad es escasa y en general no se les pide ninguna contraprestación.

Estas son algunas de las situaciones que traducen una problemática que los gobernantes consideran intratable en razón del costo político que implicaría su abordaje.

Se necesita una vuelta de timón

En estos 20 años sucedieron en el mundo cambios cruciales que nuestro país y varias provincias argentinas no entienden ni acompañan, atrapadas en sus recurrentes problemas que las mantienen estancadas. Pero quizá no todo esté perdido.

La política es un arte que exige dominio de los tiempos para abrir paso a escenarios nuevos. Durante 70 años nuestro país ha experimentado todas las formas del populismo con un Estado desmesurado sobre los hombros de una economía cerrada, sin inversión y con bajísima productividad. El resultado ha sido hiperinflación, ajustes, endeudamiento y default, con una brecha vergonzosa entre ricos y pobres.

En 2023 se necesitan consensos para hacer de Argentina un país normal, donde los dirigentes jóvenes puedan aspirar a la alternancia política con ideas renovadoras de verdad, sin recurrir al oportunismo, especulación, demagogia ni las zancadillas.

Es hora de los demócratas que pasen la prueba del miedo. Hoy tenemos una nueva generación de líderes que quieren crear una nueva política, con valores, ideas y estrategias que vienen convenciendo de que pueden contribuir a la mejora de la calidad de la democracia, a un mejor funcionamiento de la administración pública; algunos de ellos durante su desempeño en cargos electivos han dado muestra de tener el coraje de empezar a cambiar, y que no están dispuestos a caer ni en la mala educación ni en la frivolidad política, renunciando a sueños que sean imposible de alcanzar pero logrando todo lo que sea posible plantear. Por encima de todo, vienen demostrando que son demócratas sin miedo, dispuestos a ejercer la labor pedagógica de la que abdicaron sus antecesores por encontrarse estos consustanciados con la "vieja política".

Tomar las riendas de nuestro destino como sociedad supone alentar el surgimiento de estos nuevos líderes con visión estratégica, con ideas renovadas, con talento para levantar el nivel político, con capacidad de seguir sosteniendo los principios de nuestra Constitución, transparentes y proactivos, que estén dispuestos a construir y dialogar con quienes opinan igual y con los que no, a fin de moldear los consensos necesarios para lograr un cambio que pueda enderezar el rumbo de la provincia, reavivando así una nueva esperanza colectiva.

 

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