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17 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Mario Rivetti: "Uno mismo debe creer fielmente en el oficio de escribir... y escudriñar el propio laberinto"

Músico, docente, escritor, y con una rica producción cultural, presenta "La tinta profunda del otoño (Anotaciones de un escritor)", su último libro, en un importante circulo literario de Buenos Aires.
Lunes, 23 de octubre de 2023 11:25

Mario Rivetti escribe desde siempre. Músico, docente, escritor, tiene una rica producción cultural. "La tinta profunda del otoño (Anotaciones de un escritor)" es su último libro, lo presentó en mayo aquí en Salta, en el Paseo de los Poetas, y lo presenta en un importante circulo literario de Buenos Aires, en Barrio Norte más precisamente, el 27 de octubre. Prologado por la escritora Liliana Bellone, la publicación se propone como un diario de quien escribe y testimonia el tiempo y espacio que habita, y lo hace desde historias propias y escuchadas, con la ficción como fondo para recorrer lugares y personajes de Salta.

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Mario Rivetti escribe desde siempre. Músico, docente, escritor, tiene una rica producción cultural. "La tinta profunda del otoño (Anotaciones de un escritor)" es su último libro, lo presentó en mayo aquí en Salta, en el Paseo de los Poetas, y lo presenta en un importante circulo literario de Buenos Aires, en Barrio Norte más precisamente, el 27 de octubre. Prologado por la escritora Liliana Bellone, la publicación se propone como un diario de quien escribe y testimonia el tiempo y espacio que habita, y lo hace desde historias propias y escuchadas, con la ficción como fondo para recorrer lugares y personajes de Salta.

"El ordenamiento no lineal de esta cronología resulta ser consistente y cierto, verosímil, ya que implica la cronología de la memoria y el olvido, captados en 'la tinta', o sea en los trazos de la escritura", dice Bellone sobre la propuesta de Rivetti, disponible en librerías de la ciudad. El Tribuno habló con el escritor salteño que con su arte da cuenta de un mundo siempre en transformación.

¿Por qué "Anotaciones de un escritor"?

La anotación tiene que ver con percepciones, observaciones analíticas que se adicionan en las fronteras de un texto. En este caso, considero que toma una dimensión de hitos narrados que marcan momentos de conmoción vital en el libro de la vida, cuyas hojas se van escribiendo con cada paso en este universo de encuentro con la palabra. El discurso de un artista no es un sendero sinuoso de tránsito ininterrumpido y monótono. Hay infinitos puertos, estaciones y paradas que conforman el mapa profundo de la producción literaria, ellos son las puntadas que mutan como nudos en la telaraña de la existencia, los denomino anotaciones, piezas simbólicas de un rompecabezas que se mueven en el río de la vida construyendo la gran novela que aludirá el nombre de su caminante.

¿Qué buscás con tu literatura?

Escribir es un acto de búsqueda que conlleva encuentros y desencuentros, más son estos últimos, tal lo planteaba Proust. El arte de la palabra lo imagino como una gran garganta que se va componiendo de a poco con todos sus elementos, así se agregan una a una las cuerdas vocales que darán voz al escritor. Es enunciar un tiempo y un espacio a mi congénere, edificar la historiografía de las experiencias de haber pasado por el mundo; como ponerle música a la muerte y no sólo queden la evidencia hecha cenizas, silencio frente a la placa de bronce que lleve impreso el nombre de mi documento. Escribir implica explorar dimensiones no siempre visibles a la sombra mundana, como también un compromiso ético y estético que lleva asociados el estudio, la disciplina, entre tantas otras dinámicas necesarias. Sospecho que uno escribe para legitimar su discurso, llevar los espectros imaginarios al estatuto de todo aquello simbólico y genuino. Esto es sólo posible partiendo de una postura narrativa natural y auténtica, entiendo que uno mismo debe creer fielmente en el oficio de escribir. A veces, recomiendo eso a los escritores nóveles que me consultan: negarse a abandonar la creencia en su arte, escudriñar las profundidades del propio laberinto para poder leer el talante secreto y misterioso de la propia palabra. Ahí reside la escritura como experiencia estética.

¿Desde cuándo escribís?

Escribo desde mi infancia. Recuerdo que solía redactar cuentos de terror, eran sangrientos y bastante explícitos. Luego, vino un período de latencia, pero en la adolescencia nuevamente surgió como una forma de expresarme, de vivir inmiscuido, presente en las emociones y afectos que me atrapaban… Con el pasar de los años, libros, maestros, estudio y mentores mediante, el acto de simple formulación se fue transformando, enriqueciendo, envistiéndose con una categoría de otro estatuto subjetivo y artístico. A veces, me preguntan sobre las etapas, no creo en eso. Más bien uno es como un barco en el mar, a veces, casi fagocitado por las zozobras de la tempestad, otras bajo el sol o las estrellas en la noche silente y abrumadora. Las aguas que menciono, las pienso como eternas, sin arribos, ausente de viajes o retornos… sólo se está yendo y nunca se sabe si en avance o retrocesos, lo importante está en la magia de navegar, el viaje, ahí se conciben las bitácoras, los diarios, las anotaciones...

¿Tenés referentes en la escritura?

En cuanto a escritores, más que referentes hablaría de mentores. Cuando tendría unos 16, 17 años conocí a un gran escritor, Sergio Borja, salteño y muy poco conocido... con una pluma finísima. Fue prácticamente un mentor, alguien que te muestra un camino, te da una orientación para. Y al tiempo que lo conocí se va a México, a dedo. Estuvo en varios lugares hasta que se establece en un pueblo de Chiapas. Aparece después de mucho tiempo como un músico eximio y pintor, además de escritor. Y fallece muy joven, allá. Me mandaron "De lo cotidiano y el río", un libro maravilloso. Lo tengo aquí, en mi biblioteca. Y lecturas... La poesía de Jaime Dávalos, por supuesto Manuel Castilla; a nivel nacional, Borges, Lugones, Sabato, Mujica Lainez, Manuel Puig, Bioy Casares... Y me estoy olvidando de muchos. El camino de la escritura -que no termina nunca- es de mucho estudio, de mucha disciplina, de lecturas y recorrés permanentemente las letras que son como huellas...

Los bares están presentes en el libro, ¿qué significan para vos?

Mirá, el bar no son muchos lugares, es un solo lugar mítico que se va reconfigurando a medida que uno abre y cierra las puertas dispuestas en su interior. Como el Bar del Infierno de Dolina, ¿viste? Lo comprendo como un espacio donde reina el tiempo eterno, el imposible torna en posible, los hombres se vuelven retratos y sombras que van dibujando sus paredes con historias, lágrimas, cantos, aquella sonrisa de labios rojos, los moscardones sobre la humedad de la mesa, el azar del naipe… Como si todo quedara congelado en una suerte de tiempo perpetuo, similar o quizás el mismo de la narración. En un libro anterior comparé las horas barceras con los relojes de Dalí, comarca donde el hombre se dilata al igual que sus sueños, con extensiones que pareciesen trascender las humanas. Por ello, considero que a pesar de épocas pocos felices como la de los 70, por ejemplo, no cesaron de existir. El bar profana la historia en movimiento del humano, una suerte de Salamanca, si querés ponerle un nombre. Puede no ser visible, pero todos sabemos que ahí está, esperando al incauto, al bicho nocturno deseoso de entregar su sangre a cambio de la magia que sólo ese terruño cualifica en un néctar dionisíaco. Es una cueva al estilo túnel sabatezco, cuyos ladrillos inmateriales refugian al hombre de alma desamparada. Una suerte de bisagra entre los mundos posibles que fundan la existencia.

Viajás en tiempos y geografías de la región, ¿qué cambios ves en Salta?

Lo de geografía me recuerda a la tapa del libro, la mesa como el suelo terrestre y la vegetación hecha letras que se alimentan de hojas, a su vez, tinta. Una maravillosa ilustración de Aldana Soriano... La música, la curiosidad, los libros, la pedagogía de un padre nómade, el trabajo, las casualidades, me llevaron a recorrer muchas rutas de Salta, de otras provincias y países. No soy un creyente del cambio, pero sí de otro fenómeno un tanto más oculto y enigmático... Puesto que jamás se está en el mismo lugar, aún cuando la geografía sea la misma. Lo sé, parece un parafraseo de Heráclito. Me refiero a que los ojos, el pensamiento, la emotividad, la sensibilidad, el momento como sujeto, la historia, como otras tantas variables, acompañan cada vez que uno visita o revisita ya sea un lugar o un momento. A ese efecto, lo llamo transformación. La geografía salteña o de cualquier lugar va mudando conforme la observación se "contamina" de nuevos saberes, afectos, sumado a otros tantos accidentes identitarios. El resto, no sé, el tendido de nuevos caminos, edificios, casas, son mera anécdota. Porque la mirada trasciende el detalle, escapa al ruido mundano; vive como los oídos del alma, en la eternidad de la sinfonía.

Ser músico, ¿te suma como escritor?

Siempre está la pregunta: ¿que está primero: la música o la palabra? Cuando comencé a tocar la guitarra a los 5 o 6 años -me enseña Daniel Toro, que era muy amigo de mi papá-, ya sabía escribir y leer. Aprendí a los 4 años. La música te hace dar una doble vuelta sobre la palabra, porque la palabra en sí es un sonido. Y es un sonido musical. Son sonidos dispersos porque usamos la palabra para comunicarnos, para decir cosas, y nos perdemos la magia que tiene inserta. Y al estar unida irremediablemente a la música, encontré la musicalidad que está detrás de aquello que solo usaba para decir "buen día" o "pasame el pan". Hay una música interna, profunda, es la que suena y va hilvanando las palabras. Por eso, cuando uno lee se da cuenta de que es Lugones, García Márquez... Tenemos una música única, y, a la vez, la música y la palabra son indisociables.

Creador de espacios para el arte

"Estas historias están ilustradas por una gran artista, Verónica Dávalos", dice Mario Rivetti a propósito del espacio que le da a los bares en su último libro. Rivetti fue miembro de la SADE, coordinador cultural de la Asociación Salteña de Músicos, Artistas de Variedades y Afines, coreuta del Coro Polifónico de la Provincia, compositor registrado (Sadaic), director de la revista "Ars Litterarum", columnista de la revista "El Federal", corresponsal de la revista literaria "Sinalefa" (New York), creador y conductor del ciclo televisivo "Palabra de artista" y del ciclo radial "Palabras profundas".

Publicó "El laberinto de mis sueños" (poesía), "Reflejos del otoño" (narrativa"), "Ciudad mística" (cuentos).

 

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