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13 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Van Gogh y la cuestión social

Sabado, 07 de octubre de 2023 01:20

Todos conocemos la faceta de Vincent Van Gogh en la que nos deslumbra con noches estrelladas, brillantes girasoles, luminosas habitaciones, retratos policromados y paisajes con torbellinos de pintura multicolor, pero casi pasa desapercibida una previa etapa de su vida, más oscura, pero también más profunda.

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Todos conocemos la faceta de Vincent Van Gogh en la que nos deslumbra con noches estrelladas, brillantes girasoles, luminosas habitaciones, retratos policromados y paisajes con torbellinos de pintura multicolor, pero casi pasa desapercibida una previa etapa de su vida, más oscura, pero también más profunda.

Van Gogh nació en plena Revolución Industrial (marzo de 1853) en el pequeño pueblo holandés de Zundert. A pesar de su escasa población (21.000 habitantes) Zundert tiene la feria de flores más antigua de Europa y una de las más grandes del mundo, que se celebra anualmente en el mes de septiembre. El amor de los holandeses por las flores quizá explique la perturbadora belleza de las lilas, girasoles, amapolas, gladiolos, peonias, crisantemos, etc. que rebosan en las pinturas de Van Gogh (llamativamente no recuerdo que haya pintado tulipanes, considerada flor nacional de los Países Bajos).

A los 25 años Van Gogh no tenía una vocación definida y ya había trabajado en una galería de arte, luego como empleado en una librería; también dio clases de francés y ofició de ayudante de un pastor metodista. Duró muy poco en cada empleo. En ese tiempo ya experimentaba una urgencia espiritual de dedicarse a consolar a los más desposeídos, quizá inspirado en su severo padre, el pastor protestante Theodorus Van Gogh. Esa vocación lo llevó a Ámsterdam para intentar completar la carrera de Teología; sin embargo falló en los exámenes, entre otras cosas, porque él no creía que el latín fuera una lengua para predicar a los pobres. Luego se trasladó a Bruselas, donde se inscribió en la Escuela de Evangelización Práctica. Allí, ante el profundo fervor religioso de Vicente y sus ansias por predicar entre los más sufridos pobladores, sus superiores lo enviaron, en 1879, como misionero a la próspera pero cruel e inhóspita zona minera del Borinage.

La Revolución Industrial solo fue posible gracias a la genial invención del escoces James Watt: la máquina a vapor. Pero estos artefactos que proliferaron para ser aplicados en un sinfín de actividades (industria textil, ferrocarriles, minería, barcos, etc.) necesitaban combustible, mucho combustible, muchísimo combustible. Para la época el único carburante disponible era el carbón. La zona del Borinage es considerada una de las cunas de la revolución industrial después de Inglaterra, por la extraordinaria producción de carbón extraída de sus numerosas minas. Allí fue nuestro buen Vicente.

Antes de partir hacia la zona minera, Van Gogh escribió a Theo (su leal hermano) una carta desde un bar de obreros, llamado Au Charbonnage (que traducimos como "En la mina de carbón), junto a la carta envió uno de sus primeros dibujos. Le escribía: "Los obreros se reúnen allí para comer su pan y beberse un vaso de cerveza a la hora de comer. También yo estoy destinado a las minas".

Permanece en el Borinage solo 22 meses, pero lo marcarán para el resto de su vida. En otra de sus más de 600 cartas escritas a Theo, a poco de llegar le dice: "Las aldeas tienen un aire desolado, desierto, muerto, porque la vida está concentrada bajo el suelo y no arriba". "Hay que hacerse minero", declara en abril del 79. Y tratará de hacerlo con toda la fuerza de su carácter y de su fe. Llegará a mimetizarse con los mineros. "Releo a menudo tas páginas de La cabaña del Tío Tom. La esclavitud existe todavía por todas partes en este mundo". Desde Bruselas, el 15 de octubre del 80, agrega: "Mi viejo, si hubiera tenido que quedarme todavía un mes más en el Borinage hubiese caído enfermo de miseria... Creo que he afrontado y sufrido todo durante estos dos años". En esos dos años se había dedicado por completo al cuidado de los mineros, despreocupándose de la ropa, de la comida y de los asuntos terrenales. Vincent había decidido compartir plenamente su vida con los mineros, viviendo en una barraca, durmiendo en el suelo y ayunando, e incluso bajando a predicar a las minas.

La zona del Borinage era conocida como el "país negro" no solo por la agobiante oscuridad provocada por las nubes de hollin que no permitían nunca ver las estrellas, sino por las condiciones extremas de explotación de los trabajadores. Las minas del Borinage se deshacían de cientos de mineros cada año: quemados, aplastados, envenenados por el gas, las cenizas o la inexistencia de higiene. Marx y Engel habían profetizado que, si no surgía en Inglaterra la revolución proletaria, se produciría en esta región. De hecho, años más tarde, en la zona se comenzarían agrupar incipientes sindicatos socialistas que luego se extenderían por todo el continente. Durante décadas la zona fue testigo de oleadas de huelgas sangrientas y brutales represiones. "Los comedores de patatas" es el cuadro más famoso del Van Gog de esta época, en el representa a una humilde familia en una mísera habitación casi entre tinieblas, amontonada alrededor de una mesa, comiendo unas escasas papas. La idea de Van Gogh era mostrar la pobreza y la dura realidad de la vida campesina, lo que resaltó con rostros toscos y manos huesudas. En sus escritos afirma: "He querido dedicarme conscientemente a expresar la idea de que esa gente que, bajo la lámpara, come sus patatas con las manos que meten en el plato, ha trabajado también la tierra, y que mi cuadro exalta el trabajo manual y el alimento que ellos mismos se han ganado honestamente". En 1887 escribió a su hermana Guillermina: "Este es mi mejor trabajo".

Aunque la pieza tiene un tono de carbón y barro, hay un intenso brillo en las casi grotescas caras de los personajes, parecería que se los escuchara hablar mientras intercambian extrañas miradas. El intenso amor de Van Gogh por la humanidad quedó reflejado en otra carta donde escribió: "Prefiero pintar los ojos de los hombres que las catedrales, porque en los ojos hay algo que no hay en las catedrales, aunque sean majestuosas e imponentes: el alma de un hombre, aunque sea un pobre vagabundo o una muchacha de la calle, me parecen más interesantes".

Con las pinturas de Van Gogh ocurre como en la vida misma: nos deslumbramos con los estallidos de colores, con los fuegos artificiales, pero las verdades más insondables permanecen en lo oscuro, en lo profundo.

 

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