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Un octubre negro que debe hacernos despertar

Lunes, 27 de noviembre de 2023 02:40

Lo que ocurrió el 7 de octubre en Israel debería ser un llamado de atención para el mundo entero. La barbarie de los terroristas de Hamas traspasó todos los límites morales, desnudando su sangrienta y peligrosa ideología.

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Lo que ocurrió el 7 de octubre en Israel debería ser un llamado de atención para el mundo entero. La barbarie de los terroristas de Hamas traspasó todos los límites morales, desnudando su sangrienta y peligrosa ideología.

Lo que ocurrió es espantoso y desgarrador. Pero más desgarrador aún es el feroz antisemitismo que vimos resurgir con fuerza en distintos rincones del planeta.

Hemos sido testigos de marchas en todo el mundo en apoyo a Hamas, con eslóganes antisemitas como: "judíos a las cámaras de gas" o "globaliza la intifada" (un llamado a la libre matanza de judíos). Hubo innumerables ataques contra sinagogas e individuos judíos, y muchas universidades en Occidente se convirtieron en lugares inseguros para sus estudiantes judíos.

Hubo otras manifestaciones aún más peligrosas, porque vinieron de organismos normalmente considerados respetables. Agencias de noticias como CNN o MSNBC dieron credibilidad a reportes falsos de Hamas sobre el Ejército israelí; la Cruz Roja Internacional no se preocupó inicialmente por los israelíes secuestrados; Unicef no demandó la liberación de los niños y bebés israelíes cruelmente separados de sus familias, y UN Women (la organización de la ONU que debe velar por los derechos de las mujeres) no dijo una palabra sobre las mujeres israelíes violadas, torturadas, secuestradas y quemadas vivas.

Entonces es imposible no preguntarse: ¿existe acaso algo que pueda hacer que el mundo se solidarice con Israel y los judíos? Si algo como esto no hace que las personas se conmuevan por las víctimas judías, quizás nada lo hará.

Si algo nos enseñó la historia es que algo muy serio ocurre en aquellas sociedades en las que se permite que el antisemitismo florezca. Se trata de sociedades enfermas que pierden la capacidad de distinguir entre el bien y el mal, lo que finalmente repercute en contra de ellas mismas.

Es cierto que la masacre del 7 de octubre no ocurrió en "un vacío", como afirmó recientemente en un muy desafortunado comentario el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres. Pero sus conclusiones acerca de las causas primarias de lo ocurrido son profundamente erróneas.

Ninguna política israelí puede justificar lo ocurrido. De hecho, Israel no tiene presencia alguna en la Franja de Gaza desde el año 2005. Y el enclave recibe millones de dólares de ayuda humanitaria todos los años por parte de la comunidad internacional, ayuda que en vez de utilizarse para desarrollar Gaza se utilizó para construir misiles, túneles y demás infraestructura del terror.

La verdadera causa de esta barbarie es la ideología de odio con la que generaciones de palestinos han sido adoctrinadas durante años. En las escuelas, que dicho sea de paso son administradas por una agencia de la ONU (Agencia para los Refugiados Palestinos o UNRWA), los libros de texto glorifican a los "mártires" que asesinan judíos; demonizan al Estado de Israel y replican teorías conspirativas de neto corte antisemita. Muchos de los maestros tienen conexiones con organizaciones terroristas. Y tanto las escuelas como las mezquitas y los hospitales son utilizados para esconder armas y cuarteles del terror.

La ONU, por lo tanto, tiene una enorme responsabilidad en el sostenimiento y la promoción de esta ideología de odio.

Desde chicos, tanto a los habitantes de Gaza como de Cisjordania se les enseña que el Estado de Israel no tiene derecho a existir, que los judíos son impostores en esa tierra (a pesar de los 4.000 años de presencia judía ininterrumpida en esa región), y que la razón de la existencia de cada uno de ellos es luchar, no por la construcción de un Estado palestino sino por la destrucción de Israel. Y de hacerlo en forma violenta.

Entender esta realidad es importante porque cuando la guerra acabe será necesario tomar las decisiones adecuadas, para que algo como esto no vuelva a ocurrir jamás.

Aún cuando Israel logre eliminar a los terroristas de Hamas y a su capacidad bélica, la ideología subyacente seguirá tristemente reinando entre los palestinos. Y en cualquier momento surgirá un grupo similar, con otro nombre, pero con la misma ideología extrema.

Entonces, lo que debe comenzar a analizarse desde ahora es cómo combatir esa ideología, mediante un enorme trabajo de reeducación que implique el rechazo absoluto al extremismo. Es una tarea necesaria e impostergable. Algunos analistas indican, con razón, que los ejemplos de Alemania y Japón, luego de la Segunda Guerra Mundial, podrían ser buenos modelos a seguir.

El Islam radical no es solo un problema de Israel y del mundo judío. Es una amenaza para la sociedad occidental en su conjunto, ya que su fin último es el establecimiento de un califato global, y la eliminación de todos los "infieles". Si la comunidad internacional no despierta y frena el avance de esta atroz forma de totalitarismo sufrirá tarde o temprano terribles consecuencias.

(*) Adriana Camisar es asesora especial para Asuntos Latinoamericanos y de la ONU de B'nai B'rith Internacional, la organización judía más antigua del mundo. Es además directora adjunta del Instituto Americano-Judío de Relaciones Internacionales (Ajiri).

 

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