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Selva Almada: "La lectura te hace una persona más abierta, más interesada por el otro"

Hasta este domingo se realiza la Feria del Libro de Salta, una cita anual que ya tiene 13 ediciones, y la escritora entrerriana ha sido una de las figuras importantes que ha participado del encuentro. Dialogamos con ella.
Sabado, 04 de noviembre de 2023 22:51

La voz poética de Selva Almada resuena con una nitidez innegable, y muy necesaria, en el país y el continente desde hace algo más de una década; hace dos, publicó por primera vez, eran poemas bajo el nombre "Mal de muñecas". Luego vendrían cuentos con "Niños" (2005) y "Una chica de provincia" (2007). Títulos que leídos desde el presente revelan ya algunos de los tópicos de una narrativa que deslumbró y cuestionó el presente con su primera novela, "El viento que arrasa", de 2012.​

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La voz poética de Selva Almada resuena con una nitidez innegable, y muy necesaria, en el país y el continente desde hace algo más de una década; hace dos, publicó por primera vez, eran poemas bajo el nombre "Mal de muñecas". Luego vendrían cuentos con "Niños" (2005) y "Una chica de provincia" (2007). Títulos que leídos desde el presente revelan ya algunos de los tópicos de una narrativa que deslumbró y cuestionó el presente con su primera novela, "El viento que arrasa", de 2012.​

Referencia de la literatura latinoamericana contemporánea, la escritora entrerriana ha demandado de su entorno respuestas a través de una escritura muy situada en el mundo que la sostiene. "Vamos a charlar con Betina Campuzano. Vamos a hacer un recorrido por todos los libros, y por ahí detenernos un poco más en la última novela, "No es un río", y en "Chicas muertas", una no ficción sobre femicidios, y en el libro 'El mono en el remolino, notas de rodaje de Zama, de Lucrecia Martel'", dijo en contacto con El Tribuno sobre su intervención del sábado último en la Feria del Libro de Salta.

Tres momentos con fuerte presencia de las provincias y sus pueblos. A "No es un río" se la presenta junto a "El viento que arrasa" y "Ladrilleros" como una trilogía, ¿cómo nació esa serie?

En realidad, no había un plan de una trilogía, sino que se fueron dando las novelas, con "El viento que arrasa", después "Ladrilleros"... las dos tienen una presencia muy fuerte del mundo masculino, los protagonistas son varones, y cuando empecé a escribir la última, "No es un río", ahí até cabos y dije "ah, acá otra vez aparece el universo de los varones, la pesca, las traiciones, los pactos...". Y en las otras dos también aparecen este tipo de cuestiones. Y en la cabeza se me armó una especie de serie, una trilogía, pero las novelas son independientes. No hay que leerlas en ningún orden en particular, pero sí comparten ese universo de protagonistas varones y atravesado por la violencia.

¿Y situadas en el Chaco?

Las dos primeras. "El viento que arrasa" y "Ladrilleros" comparten esa geografía. Las pensé, las imaginé en esa frontera entre el norte de Santa Fe y el sur del Chaco; pero "No es un río" ya transcurre en el Paraná, en el Litoral, en un sitio -me imagino- muy parecido a Entre Ríos, en alguna de las Islas que hay en el Paraná. Y sí, lo que hay y quizás sea como un guiño que cuando empecé a escribir la primera y la segunda que –como te digo- no las pensaba como una trilogía... en las dos hay una escena que remite a esa futura novela que sería "No es un río". En la primera, hay un momento en el que el pastor, que es de Paraná, recuerda su bautismo en el río Paraná y después visitan con su hija una zona de playa, que es la toma vieja en Paraná. Y en "Ladrilleros", uno de los personajes recuerda haber ido con su padre una vez a pescar y tiene un recuerdo muy luminoso. Así que esas dos escenas, sin saber que después iba a escribir una novela donde fuese central la pesca y el río, ahora pueden leerse en retrospectiva como un guiño que las comunica un poco más gráficamente a las novelas.

 "La escritura es el abismo, es el lugar adonde a veces me cuesta llegar pero cuando estoy ahí es una experiencia de mucha plenitud. Y escribo para eso, para estar ahí de vez en cuando...".

Y en el medio aparece "Chicas muertas", esas crónicas que también tienen mucho que ver con la violencia...

"Chicas muertas" es un libro que se publicó en 2014, lo escribí justo en el medio, ya había publicado "El viento…" y "Ladrilleros". Y sí, también comparte de alguna manera la geografía de las novelas, porque uno de los casos en el libro -son tres casos reales de femicidios que ocurrieron en los 80-, el de María Luisa Quevedo, transcurre en el Chaco; otro caso -el de Andrea Danne- transcurre en Entre Ríos y el tercero, de Sara Mundín, ocurre en Córdoba. Digamos que tienen ese escenario que es la provincia, los pueblos de provincia. Y fue un libro que me llevó mucho tiempo porque, por supuesto, hubo detrás una investigación, entrevistas, revisar los archivos de los diarios... habían pasado más de 20 años, en algún caso 25 años de los femicidios. Fue revisar los expedientes, fue un trabajo de investigación bastante largo, y bueno después el trabajo de escritura...

¿Por qué elegiste ese título?

Cuando leía los archivos, veía como si hicieran lo imposible por no repetir palabras y buscar sinónimos de "víctima", por ejemplo, de "occisa"... Entonces era la víctima, la occisa, esto, lo otro y lo otro... y en algún momento -parecía que se les habían acabado los sinónimos- decían "la chica muerta". Y cuando lo vi, me pareció muy contundente esa frase, "chica muerta", y un poco lo empecé a llamar como de entrecasa las chicas muertas, mis chicas muertas, porque es un libro con el que estuve mucho tiempo hasta escribirlo. Y después cuando finalmente lo escribí, me pareció que ese era el título. Primero, en la editorial se discutió un poco porque les parecía demasiado fuerte, que iba a espantar a los lectores pero, bueno, finalmente, por suerte, me dieron la razón y así se llamó y así se llama el libro.

Con un tema que no era mencionado como femicidio, por ahí se te referencia mucho con el movimiento feminista y con esta visibilización de eso que no tenía nombre todavía...

Claro, el libro salió justo un año antes del Ni Una Menos; ya había una coyuntura que acompañaba... se estaban poniendo sobre la mesa este tipo de cuestiones, nos estábamos preguntando y preocupando cada vez más por el tema de la violencia de género, por los femicidios, y el libro sale en ese contexto. Y al año siguiente se crea el movimiento Ni Una Menos que, ya sabemos, fue una explosión en ese momento, y el libro ya estaba ahí, entonces eso también le dio mucho impulso, por supuesto.

"Vivo en Buenos Aires, pero sigo siendo tanto o más provinciana que cuando vivía en Entre Ríos".

 Selva Almada ha escrito ficción y crónicas con igual belleza y riesgo. Foto gent. Grillo Valdez 

"El mono en el remolino, las notas de Zama" es un libro indefinible e interminable, estás parada allí, mirando y contás... Hablame sobre esa experiencia...

Fue una experiencia para mí muy rica, muy rara también, porque nunca había estado en el rodaje de una película, nunca había estado en un set de filmación. Me invitaron a participar y a ver el trabajo de Lucrecia y el trabajo que iban a hacer en la película durante el rodaje y después podía escribir sobre eso el libro que a mí se me ocurriera, y una de las cosas que también me atrajo de la invitación -además de poder ver cómo trabajaba ella- era que iba a tener también escenarios fuera de Buenos Aires. Gran parte de la película se rodó en Formosa, en Pedrado, Corrientes, en otros pueblitos correntinos y una parte acá en Buenos Aires y otra, en Chascomús. Estuve allí mirando, tomando notas, tratando de no molestar (risas) porque en un rodaje es como que todo el mundo tiene un rol muy definido y yo, de repente, era la que estaba allí, mirando. De toda esa experiencia salió este libro de un formato particular. Lo pensamos como un libro particular. Los textos son muy breves, son como instantáneas, pequeñas observaciones, cosas que a mí me llamaron la atención. Bueno, también tiene algunas fotos del rodaje. La verdad que me gusta mucho cómo quedó, y me parece que es un libro curioso dentro de su propuesta.

En ese registro de imágenes con palabras están comunidades indígenas también, y su modo de moverse en el campamento de filmación...

Sí, participaron muchas personas de las comunidades locales. Hay personas qom, pilagás, otra comunidad bastante importante en el noreste, y después personas que no eran actores profesionales ni actrices profesionales y eso también era curioso. Estaba buena también la experiencia de ver cómo se incorporaban a ese set y cómo trabajaban no viniendo del cine y en la mezcla con actores que sí eran profesionales, y algunos muy conocidos.

"Parecía que se les habían acabado los sinónimos, decían 'la chica muerta'".

Hablando de cine, escribiste el guion de "Jesús López" junto con su director Maximiliano Schonfeld...

Con Maxi habíamos empezado a trabajar en la adaptación de un cuento mío, nos conocemos desde hace varios años, los dos somos entrerrianos. Pero después ese proyecto no prosperó. Él estaba por retomar un guion que ya tenía y me propuso trabajarlo juntos. Fue una experiencia muy linda, de mucha conversación, intercambio, escribir juntos. A mí me cuesta bastante lo formal de la escritura de guion, pero le encontramos la vuelta para trabajar en equipo.

Mariano Quirós también estuvo en la Feria, y habló sobre el provincialismo… En tu caso, cómo vivís esa relación con Buenos Aires. En tu literatura los escenarios están en el aún denominado "interior"...

Vivo en Buenos Aires hace más de 20 años, me mudé acá en el 2000, así que ya hace 23 años, pero sigo teniendo una relación muy estrecha con lo que llamamos el interior del país, con las provincias, con Entre Ríos, por supuesto, porque, además de ser el lugar donde nací y crecí y viví una parte de mi vida, tengo mi familia, mis amigos. Y después por el oficio de escritora también voy mucho a las ferias provinciales, a festivales. De hecho, Mariano hace un festival precioso en Resistencia que se llama Mulita, al que he ido varias veces. Y, entonces, tengo un contacto permanente, y mucho más desde hace algunos años que tengo una librería que se ocupa de tener libros editados en las provincias, libros de autores provincianos y provincianas y de hacer un trabajo de difusión de esas lecturas. Así que, bueno, vivo en Buenos Aires, pero sigo siendo tanto o más provinciana que cuando vivía en Entre Ríos.

La librería se llama Salvaje Federal, qué palabras...

Era un poco jugando con la consigna de "salvajes unitarios", dando la vuelta a salvaje federal y, además, lo de salvaje en el sentido de leer sin cargas, de ser arriesgados a la hora de leer, de no leer solamente lo que sale en los suplementos, lo que publican las grandes editoriales, sino también atreverse a investigar, conocer nuevos autores y autoras, atreverse a conocer esas literaturas que no son las que están en las vidrieras de las librerías. También lo de salvaje venía por eso de ser un poco más instintivos a la hora de leer.

¿Conocías Salta?

No, es la primera vez en la ciudad, la primera vez en la Feria, así que estoy muy expectante...

¿Qué es la literatura para vos? ¿Para qué escribís?

La lectura fue y sigue siendo un refugio y, al mismo tiempo, una salida imaginar otros mundos diferentes al mío, creo que la lectura te hace una persona más abierta y empática, más interesada por el otro. Y la escritura es el abismo, es el lugar adonde a veces me cuesta llegar pero cuando estoy ahí es una experiencia de mucha plenitud. Y escribo para eso, para estar ahí de vez en cuando...

Una voz...

Selva Almada es una de las escritoras más importantes de América Latina. "El viento que arrasa" fue un éxito de crítica y de ventas, ganó premios internacionales e inició una escritura, una voz, en la que lo local, lo propio, cobra una dimensión que renueva lecturas y escrituras sobre un continente que aún tiene mucho por decir. Ha sido traducida al francés, inglés, italiano, portugués, alemán, holandés, sueco, noruego y turco.

Sus libros "se mantienen unidos por una especie de rabia inquietante. La garganta se seca rápido. Imposible dejar la historia, apartar los ojos de la página. Imposible irse", escribió la crítica Salomè Kiner.

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