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Democracia, del discurso a la puesta en práctica

Jueves, 14 de diciembre de 2023 00:00

"El gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo", la frase con la que Abraham Lincoln definió la democracia y que forma parte del discurso que pronunció el 19 de noviembre de 1863 en el lugar donde se produjo la batalla de Gettysburg, en el marco de la guerra civil de los Estados Unidos, entre los estados del Norte y los del Sur, resuena por estos días con renovado significado. Puntualmente se refería a la necesidad de una nación y de un gobierno basados en la libertad y en la igualdad de todos los hombres ante la ley, sin discriminación de ningún tipo (1) .

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"El gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo", la frase con la que Abraham Lincoln definió la democracia y que forma parte del discurso que pronunció el 19 de noviembre de 1863 en el lugar donde se produjo la batalla de Gettysburg, en el marco de la guerra civil de los Estados Unidos, entre los estados del Norte y los del Sur, resuena por estos días con renovado significado. Puntualmente se refería a la necesidad de una nación y de un gobierno basados en la libertad y en la igualdad de todos los hombres ante la ley, sin discriminación de ningún tipo (1) .

Como ya hemos sostenido -de hecho y a 40 años de su recuperación como forma de organización social y política- existe una importante fractura entre los ciudadanos y la democracia, tal y como se entiende y se la ejerce en nuestros días (2.) Fractura fundamentada en una crisis de representación política de proporciones inéditas.

Ello implica, ni más ni menos, una crisis de la democracia, cuyas consecuencias no solo afectan a los actores de la democracia (partidos políticos, instituciones, sociedad civil, etc.), sino a la propia democracia. Allí reside la gravedad del estado terminal de nuestro país. En palabras de Acosta Sánchez: "… aquí la crisis es ternaria (tres aspectos): la de la representación involucra a la Constitución y ambas a la democracia" (3). Se trata de "una desarticulación del espacio público" (4). Según el Diccionario de la Real Academia Española, crisis significa "'mutación o momento decisivo, ya sea para agravarse o mejorar". Frente a ella hay que reaccionar y responder a los retos que plantea, lo que no implica en absoluto su desaparición. Sin duda este momento histórico y crucial puede llevar a reflexionar en profundidad sobre dicha crisis y, sobre todo, a conducir a un replanteamiento, una reorientación y un nuevo desarrollo.

Hasta aquí y de no existir un giro copernicano en la gestión de la cosa pública, esta situación determinará una consistente y progresiva degeneración del modelo democrático, con resultados absolutamente desconocidos, pero eventualmente predecibles: nos encontraríamos con un debilitamiento generalizado de la sociedad entendida como comunidad política, una ruptura de los lazos existentes entre sus miembros, una pérdida de la conciencia de lo colectivo (lo que ya claramente sucede y venimos afirmando) y, en definitiva, una desaparición progresiva, no formal, pero sí material (en la práctica y en su ejercicio), de la democracia tal y como la entendemos y valoramos en nuestro contexto histórico (5).

En este sentido, recordemos que toda república se sostiene en base a ciertos preceptos centrales, que son:

* El estado de derecho. En una república todos los habitantes de la nación gozan de los mismos derechos y deberes, que consagran su participación social y política en términos de igualdad ante la ley. Las leyes aplican a todos sin distinción.

* El imperio de la ley. Todas las repúblicas se rigen por un texto legal fundamental, que es la Carta Magna o Constitución. Allí se encuentran escritas todas las leyes y principios jurídicos que rigen y determinan la vida en la república, y que se encuentran por encima de cualquier autoridad política que exista.

* La separación de los poderes. Los poderes públicos de toda república deben ser independientes y autónomos, de manera que provean de estabilidad política y jurídica a la nación. Tradicionalmente estos poderes son tres: ejecutivo, legislativo y judicial.

Nada de ello ha sucedido durante 40 años de recorrido institucional y pretendidamente republicano de nuestro país, donde la semántica respecto de nuestra organización política y social ha prevalecido. Es decir, el significado de la democracia como gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo -que todos conocemos y al cual la mayoría adhiere y anhela- ha permanecido sin una concreción cabal, consistente y perdurable. La república continúa perdida luego de 40 años.

En buena medida ello ha sucedido -entre otras tantas razones- debido al debilitamiento y la fragilidad de las instituciones públicas y la patrimonialización de estas a través del clientelismo político o económico; la inexistencia del papel transformador e integrador de las elites políticas junto a la disminución de la capacidad -conocimiento, habilidades y destrezas- de sus titulares; la crisis de los partidos políticos, actores clave y únicos de los sistemas políticos, que sufrieron y sufren procesos de endogamia (la denominada "casta"), opacidad, y de financiación, a veces, irregular e incluso ilegal; la pérdida de la visión del espacio público y de los valores públicos, en especial, de la ética pública y la moral; la corrupción política y administrativa, la falta de la suficiente transparencia pública y de la rendición de cuentas; las vías y medios de participación y de representación política insuficientes o meramente simbólicos; la disminución o la desaparición del debate público sobre las cuestiones públicas, donde la agenda política queda reservada a los poderes políticos, las elites y los grupos de presión; la pérdida de eficacia de la salvaguardia y la garantía de los derechos humanos formalmente consagrados en los ordenamientos jurídicos; la degradación, la lentitud, la ineficacia y la politización del servicio público de la justicia y del Poder Judicial (6).

Sumado a ello, hemos asistido -de un largo tiempo a esta parte- al nacimiento y la expansión de populismos con fundamento en ideologías de izquierda, cuyo legado actual resultan indicadores alarmantes respecto de pobreza, inclusión social, inflación, corrupción y ejercicio de derechos constitucionales.

Se ha dicho que el populismo (en el extremo en que se manifieste, vbg. de derecha o izquierda) no es una ideología, sino, sobre todo, una estrategia y una técnica para la conquista del poder (basta solo con revisar el actuar irresponsable de Sergio Massa durante los últimos meses)(7). En definitiva, la democracia -en nuestro país- necesita evolucionar desde lo puramente semántico a lo realmente pragmático, restaurando los vínculos normativos, éticos y jurídicos que hacen posible la convivencia social (8). Urgente y titánico desafío a partir del este diciembre.

1) Lincoln, A. "El discurso de Gettysburg y otros discursos", El Mundo. Madrid, 2008.

2) Luego de 40 años, la República sigue perdida -por el autor-. Diario El Tribuno de Salta. 27 de junio de 2023.

3) Acosta Sánchez, J. La articulación entre representación, Constitución y democracia: Génesis, crisis actual y Constitución española, Revista de Estudios Políticos, 1994, p. 151.

4) Arendt H., Eichman en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal. Barcelona. Ed. Lumen. 1999.

5) La Argentina y la ausencia de sentido colectivo -por el autor-. Diario el Tribuno de Salta. 18 de septiembre de 2021.

6) Plattner, M. F. ¿Está en declive la democracia? En Vanguardia Dossier ¿Está en declive la democracia liberal?, 89, enero-marzo, pp. 7-15. 2016.

7) Villacañas Berlanga, J. El populismo. Madrid. 2015.

8) John Stuart Mill, 1982.

 

 

 

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