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5 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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¡40 años de democracia no es nada!

Sabado, 16 de diciembre de 2023 23:12

Parecía mentira…

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Parecía mentira…

Después de una "dura" dictadura, que como otras se interrumpió por inconsistencias internas más que por cumplir sus "objetivos", en 1983 se alumbra una nueva etapa para los argentinos, bajo la presidencia de Raúl Alfonsín.

Varias cosas sorprendían. Por un lado, la mezcla de emoción y extrañeza por haber recuperado el estado de derecho con plenas libertades, y por otro, que esa recuperación hubiera sido lograda por un "partido segundón", como se consideraba a la UCR, si bien ese triunfo no era tan extraño, al haberse apoyado en la toma de conciencia de la sociedad de la ejemplaridad del gobierno de Illia (1963-1966), quien había fallecido en Enero de 1983; también, en el papel protagónico de Ricardo Balbín en su reclamo por las desapariciones de personas durante la dictadura, y finalmente, por la fuerza carismática del nuevo líder del radicalismo, Raúl Alfonsín.

Con la democracia se come, se cura, se educa…

La democracia fue un poderoso sostén para juzgar los excesos cometidos por la dictadura. También para ratificar el acuerdo del enviado del papa Juan Pablo II que evitó la guerra con Chile, rampante luego de que el Papa evitara a último momento el inminente comienzo de hostilidades en 1978. También se pudo desarmar una de las dos principales "hipótesis de conflicto", la que la Argentina tenía con Chile por el desacuerdo respecto de las islas australes, laudado a favor del país transandino pero no aceptado por el gobierno militar, logrando también desarticular la otra "hipótesis", esta vez con Brasil, en este caso, por los acuerdos que dieron paso más tarde a la creación del Mercosur.

Desafortunadamente, por errores propios que mantienen aún su arrastre en parte de la UCR, y por circunstancias externas desfavorables, la democracia no alcanzó para resolver problemas estructurales profundos, particularmente el de la inflación, que luego de un exitoso freno gracias al Plan Austral se disparó nuevamente provocando una hiperinflación en 1989, a la vez que una parte importante de las fuerzas armadas mantuvo su actitud prepotente con varios levantamientos insurreccionales afortunadamente sofocados, actitud explicada (aunque no justificada) por inevitables desequilibrios en el juzgamiento de los militares acusados de violaciones a los derechos humanos. Este "combo" no le permitió a Alfonsín completar sus seis años de gobierno, si bien sí se logró el traspaso de un gobierno democrático a otro, especial anhelo de Alfonsín, lo que no se daba desde 1928 en el recambio presidencial entre Alvear e Yrigoyen.

El "salariazo", la "revolución productiva" y "el dólar recontra alto"

El peronismo que había visto frustrada su expectativa de retornar al poder en 1983, logró su objetivo en 1989 de la mano de Carlos Menem, triunfando cómodamente en las elecciones presidenciales frente al candidato radical Eduardo Angeloz. Su promesa era lograr una fuerte suba del salario (el "salariazo"), un importante crecimiento de la economía (la "revolución productiva") y posicionar al dólar en un valor "recontra alto", todo lo cual supuestamente resolvería el problema de la inflación y el estancamiento de la economía que acompañó, junto con la inflación, la etapa de Alfonsín.

Estos propósitos de Menem no se consiguieron de inmediato, e incluso la economía experimentó nuevamente un pico de hiperinflación en 1990. Sin embargo, en 1991, de la mano del nuevo ministro de Economía, Domingo Cavallo y su Plan de Convertibilidad, la economía consiguió en corto tiempo estabilizarse y aún alcanzar los niveles internacionales de inflación (2% anual). Al mismo tiempo, la economía comenzó a crecer en forma sostenida, mejorando el poder de compra de los salarios y modernizándose una gran parte de los equipos de capital.

Estos logros le permitieron a Menem acordar con Alfonsín una reforma de la Constitución que le posibilitó la reelección, a la vez permitió que el peronismo se imponga en todas las elecciones desde 1991. No obstante, muchos errores de importancia y episodios de gravedad institucional y de seguridad, como la venta de armas a Ecuador en su conflicto con Perú, dos atentados terroristas contra la comunidad judía, la explosión de una fábrica militar en Río Tercero, Córdoba, la muerte dudosa, sospechada de asesinato, de su hijo y numerosos hechos de corrupción, hicieron que el peronismo fuera derrotado en 1997 y especialmente, en las elecciones de 1999 en las que se impuso nuevamente un candidato radical, Fernando de la Rúa, quien curiosamente cosechó el apoyo popular que tenía la Convertibilidad que había sido gestada en el gobierno peronista de Menem.

El nuevo gobierno había quedado atrapado en la lógica de la Convertibilidad, que le impedía expandir el gasto público con emisión monetaria, pero se enfrentaba a un abultado déficit fiscal, no existiendo espacio tampoco para incrementar impuestos, por lo que decidió reducir el gasto aplicando una baja en los salarios del personal de la administración pública, lo que provocó un violento rechazo, a la vez que tampoco la situación externa, con muy bajos precios de exportación, podía proporcionarle un alivio a la compleja economía heredada. Como le había ocurrido a Alfonsín, tampoco el Congreso le permitió aprobar las reformas estructurales necesarias y por añadidura, su Vice-Presidente, Carlos Álvarez, defeccionó, debilitando fuertemente a de la Rúa. Privado de apoyos institucionales mínimos y con el cuestionamiento de una parte de la UCR, de la Rúa, sin embargo, fue fiel a su condición de radical, "rompiendo" (renunciando a la Presidencia), pero no "doblándose" ("no voy a devaluar, ni voy a defaultear"…).

El peronismo, una vez conjurada la "Crisis de 2001" que fagocitó varios presidentes, además de de la Rúa, de la mano de Eduardo Duhalde se encontró con un escenario a su medida que le posibilitó retornar al "modelo" peronista clásico de cierre de la economía para proteger la "industria nacional" radicada sólo en un puñado de provincias, rompiendo para ello con la Convertibilidad, e impulsando una devaluación que inicialmente cuadruplicó el precio del dólar, aplicando además una pesificación asimétrica, bloqueando los ahorros en dólares de los particulares (el "corralón"), y provocando una fenomenal suba de precios inicial cercana al 40", un desempleo que trepó por encima del 15%, y una caída del PBI de aproximadamente el 10%, todo ello en 2002 bajo la presidencia de Duhalde, sin que faltara el default (aplaudido por el Congreso en Diciembre de 2001) y el reclamo posterior de los bonistas que tuvo que ser pagado por otra administración no peronista (gobierno de Macri, 2015-2019). La crisis de 2002, empero, fue capitalizada por el peronismo con su habilidad característica, que la "vendió, no como la "Crisis de 2002", sino como "la crisis de 2001": ¡una fenomenal crisis económica se había encubierto bajo la crisis política de 2001"… Como nota de color, la "venta" de la crisis de 2002 camuflada, se impuso y es aceptada y repetida, aun por radicales, como "la Crisis de 2001"…

Desde 2003, peronismo se escribe con K

En las anticipadas elecciones de 2003 se impuso el peronismo bajo un nuevo ropaje, de la mano de Néstor Kirchner, el gobernador hasta entonces de Santa Cruz, con la consigna de que la etapa de Menem no debía ser catalogada de "peronista", no obstante haber sido Kirchner y su esposa, Cristina Fernández, devotos aliados de Menem y su ministro Cavallo.

La nueva etapa retrotraía al peronismo de Perón, en cuanto al cierre de la economía, el autoritarismo y generoso populismo "del bueno", pero ahora no se trataba de peronismo de derecha, sino de izquierda, dando cobijo a montoneros y abrazando doctrinas retorcidas y perversas, como la del célebre Zafaroni, encargado de que los delincuentes "zafen" al suponérselos víctimas de la sociedad y no criminales vulgares. Los Kirchner, en su largo mandato de 12 años entre 2003 y 2015, y en la "etapa superior" del gobierno de los dos Fernández (y Sergio Massa) que culmina en 2023, habrían realizado, entre otros, sospechados negocios con los montoneros "víctimas" y los combatientes de Malvinas, poniendo en un pie de igualdad a asesinos explícitos e irredentos, al menos en gran parte, como los montoneros, con soldados, suboficiales y oficiales que, más allá de la exigencia absurda dada por sus superiores de enfrentar a una potencia mundial ganadora de dos guerras mundiales, cumplieron su deber con patriotismo y profesionalismo.

El "kirchnerato" tuvo un paréntesis durante el gobierno de Mauricio Macri, que, de la mano de una alianza con la UCR y la coalición Cívica, logró entre 2015 y 2019 en algunos aspectos atenuar la decadencia categórica que le impuso a la Argentina el gobierno peronista. Sin embargo, por errores de diagnóstico que son endémicos en la Argentina desde la irrupción del peronismo en la década de los cuarenta del siglo pasado (una economía cerrada, un sindicalismo unitario, una

industria en gran parte obsoleta y poco o nada competitiva, junto a otros "aciertos"), la inflación y el estancamiento económico no pudieron ser resueltos, lo que allanó el camino para otra experiencia peronista. El resultado del Gobierno que termina en 2023 es una catástrofe inédita en la Argentina: un importante salto inflacionario, desvalorización sistemática de la moneda, fenomenal endeudamiento interno (en pesos) y externo (en dólares), pobreza e indigencia descomunales, violenta caída en los ingresos (particularmente salarios y jubilaciones), estancamiento de la economía, un Banco Central desprovisto de reservas internacionales y peor aún: con deudas; alineamiento internacional con las peores dictaduras del mundo, inseguridad incontenible unida al avance irrefrenable del narcotráfico y una fuga masiva de argentinos, particularmente jóvenes, privados de posibilidades y esperanzas.

Un posible balance de 40 años de democracia

En cuarenta años de democracia ininterrumpida, los partidos políticos mayoritarios han conseguido un puñado de éxitos y una extensa colección de fracasos. Posiblemente el mayor éxito haya sido el de resistir los embates que, en estos cuarenta años, provinieron menos de actores externos -los golpes militares, "el imperio" (¿…?)- y más de implosiones internas dentro del sistema, que afortunadamente sólo consiguieron éxitos parciales en frenar los mandatos constitucionales. En cambio, los partidos políticos tradicionales y sus coaliciones no han logrado resolver el problema estructural principal (del cual la mayor parte de los demás son tributarios), que es el de la inflación.

Esta se produce por el elevado y sistemático déficit fiscal, pero también por la capacidad de las empresas, en un contexto de economía cerrada, de imponer precios para los cuales el déficit fiscal provee de la demanda suficiente: ¡un combo inmejorable! Sin embargo, ninguno de los partidos mayoritarios ha sido capaz de identificar y mucho menos de actuar sobre las causas de la inflación.

En relación al déficit fiscal, si bien hay consenso amplio en su cuota de responsabilidad sobre la inflación, respecto al cierre de la economía parecería que rige la "omerta": "de eso no se habla". Por una parte, los economistas se reparten entre los que adhieren obstinadamente a la ortodoxia que atribuye la inflación excluyentemente al déficit fiscal y su financiamiento monetario, y los que, explicablemente, al ser consultores de las empresas monopólicas no pueden expresarse a favor de la apertura de la economía, esbozando en el mejor de los casos, justificaciones tales como "hay que defender la industria nacional" (de tres provincias), o "no se puede abrir la economía con la enorme carga impositiva". En otras palabras: "la inflación no es tan mala, después de todo".

Lo curioso es que el peronismo intuye la cuota de responsabilidad del cierre de la economía en la inflación, pero cree que la solución son los controles de precios, tal vez como concesión a que el peronismo es el Frankenstein creador de la industria monopólica y, en todo caso, se anima a practicar un poco de cosmética, pero no a soluciones de fondo.

Así las cosas, las coaliciones otrora mayoritarias debieron ceder su espacio al partido que ha triunfado en estas elecciones, La Libertad Avanza, en parte por el hartazgo de la sociedad ante la incapacidad de estas coaliciones de obtener soluciones concretas a los problemas de la Argentina, y en parte por haber entendido que la expansión del gasto público y el avance ominoso del estado atenta contra las libertades. Claramente, los otrora partidos mayoritarios deberán entender que, o aceptan ser correas de transmisión de la problemática de la sociedad, o tendrán que ceder posiciones a favor de las nuevas formaciones políticas que comprendan el estado de cosas y ofrezcan soluciones creíbles.

El reemplazo del peor gobierno de la Argentina en su historia viene de la mano de Javier Milei, quien gana las elecciones presidenciales de 2023 con una amplia diferencia de casi doce puntos por sobre su contrincante oficialista, además ministro de Economía, Sergio Massa, quien en un récord de 13 meses logró duplicar la inflación, triplicar el precio del dólar e incrementar la pobreza e indigencia, además de concretar el vaciado de reservas del Banco Central y elevar la deuda de la Argentina.

El nuevo presidente defiende las ideas de la libertad y de la competencia perfecta en Economía. ¡Viene a reemplazar al gobierno de Alberto Fernández, Cristina Fernández y Sergio Massa, protagonistas de la más completa INcompetencia perfecta de la historia económica argentina…!

*Se vuelve a publicar esta nota ya que hubo un error de edición el 10/12/2023.

 

 

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