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Proyectos ambiciosos para reconstruir el país, que sólo serán viables con acuerdos en el Congreso

Viernes, 29 de diciembre de 2023 01:48

"Somos los trabajadores; no somos la casta". Ese es el título del documento que el miércoles emitió la cúpula de la CGT luego de presentar un recurso judicial contra el mega DNU promulgado por de presidente Javier Milei.

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"Somos los trabajadores; no somos la casta". Ese es el título del documento que el miércoles emitió la cúpula de la CGT luego de presentar un recurso judicial contra el mega DNU promulgado por de presidente Javier Milei.

Rodolfo Daer, Pablo Moyano, Carlos Acuña y el resto del staff fueron acompañados al Palacio de Tribunales por una movilización que desafió, más o menos moderadamente, al protocolo dispuesto por Patricia Bullrich ( y que, al final, se les fue de las manos ).

¿Habrán entendido los dirigentes que ellos son parte de "la casta"? ¿Que los trabajadores no se identifican con una dirigencia gremial que es corresponsable del deterioro del empleo y del salario?

La foto de la víspera, con la misma cúpula anunciando un paro general para el 24 de enero contra el decreto y el proyecto de ley ómnibus que están, ambos, a disposición del Congreso, parece pintar de la forma más expresiva la encrucijada política del país.

Javier Milei es presidente porque derrotó a un sector político que produjo el mayor desastre en las dos primeras décadas de este siglo, y lo logró gracias a que percibió la frustración de un país.

El decreto y la ley son instrumentos que el presidente utilizó para acelerar cambios que dejen atrás este tramo de la historia que fabricó casi 20 millones de pobres, que destruyó el poder adquisitivo del salario, que multiplicó los fracasos escolares y que dejó en plena crisis a todo el sistema de salud pública. Y la CGT, en tanto, de brazos cruzados.

¿Y van a hacer un paro general (político) para repudiar los instrumentos con que Milei intenta para salir del pozo y honrar sus objetivos de campaña?

Daer, Moyano y los suyos deben entender que empezó otra etapa, y que los argentinos están saturados de prepotencia y corrupción.

Claro, ambos proyectos están ahora en manos del Congreso, es decir un poder del Estado que tampoco inspira respeto después de cuatro años de inercias.

Para interpretar esta catarata de normas y reformas que propone el nuevo presidente hay que entender esa realidad: la crisis política no es de las figuras sino de las instituciones. Hay una crisis de representación que nace del atropello constante a la Constitución.

Revoluciones culturales

Javier Milei es la contra figura de Cristina Kirchner: ambos aspiran a realizar, cada uno, su revolución cultural. Pero las revoluciones son bastante más complejas de lo que quizá ambos piensan.

El kirchnerismo construyó una narrativa épica, en la que se esmeró en dividir la historia entre héroes y demonios, desde la Revolución de Mayo en versión Paka Paka, hasta la idealización de los años '70. El resultado fue una corriente ideológica de iluminados que dejaron al país peor de cómo lo encontraron, aunque se instalaron rápidamente como una nueva burguesía.

Milei parece ir por la misma ruta, pero con sentido opuesto y, lo más peligroso, que esté dispuesto a seguir por ese rumbo.

En el encabezado de la ley ómnibus, cuyo contenido deberá ser analizado, discriminadamente, por especialistas. Denomina al proyecto de ley como "Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos". Describe el escenario del país como dramático" y se refiere a "una grave y profunda crisis económica, financiera, fiscal, social, previsional, de seguridad, defensa, tarifaria, energética, sanitaria y social sin precedentes". Y es cierto. Pero el diagnóstico no es tan simple como que "esta crisis es el producto de haber abandonado el modelo de la Democracia Liberal y la Economía de Mercado plasmado en nuestra Constitución de 1853 y haber avanzado, durante décadas, hacia un modelo de Democracia Social y Economía Planificada …"

Milei atribuye a esta ley un paralelo con la obra de Juan Bautista Alberdi, "Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina", publicada hace 171 años. Es decir, que presenta el proyecto como una nueva Constitución, o al menos, del mismo carácter. Cristina proponía una revolución cultural que dejara atrás el modelo democrático nacido de la Revolución Francesa; el actual presidente, en cambio, propone una revolución restauradora.

Y desafía, a despecho de que cuenta con muy pocos diputados, advirtiendo que "el Congreso de la Nación Argentina debe adoptar un conjunto de medidas de emergencia para restituir la Democracia Liberal y la Economía de Mercado".

Ninguna autocracia nos sacará de la crisis.

El Congreso, donde La libertad avanza es minoría, lo que debe hacer es analizar todas las propuestas que, como el prólogo del proyecto anticipa, van a contramano de la cultura política dominante. Y que no son la verdad revelada por las Fuerzas del Cielo, sino una propuesta multifacética muy urgente pero que no puede resolverse en pocos días.

Nadie duda que el país debe cambiar de rumbo, liberarse del entramado burocrático que destruye al sistema productivo y alimenta la corrupción. También es cierto que es imprescindible empezar a vivir dentro de la ley, pero la visión liberal genuina siempre defiende la construcción del Estado y sostiene su rol esencial para la conducción de la sociedad hacia la armonía.

No forma parte del humanismo liberal la idea de la mano mágica del dios mercado. Lo indudable es que el intervencionismo endémico del país solo termina en degradación del trabajo y de la calidad de vida. La experiencia histórica demuestra que ni el populismo estatista como el que enarbola el kirchnerismo, ni el ultraliberalismo de Milei han generado sociedades armónicas y progresistas. Por el contrario, siempre terminan en fracaso.

Con el mega DNU y el proyecto de Ley Ómnibus, los legisladores deben ponerse a legislar y el presidente, desechar la vocación autocrática que insinúa; y aprender a dialogar. Y todos, deponer las ilusiones y empezar a actuar como la Constitución manda.

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