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19 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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El nudo gordiano de nuestra Patria

La decadencia vertical de nuestro país nace de una política nacional que transita por un rumbo profundamente equivocado. La Argentina enfrenta una encrucijada de la que debe salir recuperando su identidad histórica.
Sabado, 15 de abril de 2023 01:42

El doctor Pedro Barcia, hace unos meses, me invitó a participar en una de sus generosas quijotadas patrióticas. Me explicó que estaba convocando a 36 intelectuales comprometidos con el futuro del país, para que escribieran libremente artículos sobre sus propuestas para encarar la necesaria resurrección de la Argentina y frenar un proceso de decadencia vertical que lleva algo más de 80 años.

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El doctor Pedro Barcia, hace unos meses, me invitó a participar en una de sus generosas quijotadas patrióticas. Me explicó que estaba convocando a 36 intelectuales comprometidos con el futuro del país, para que escribieran libremente artículos sobre sus propuestas para encarar la necesaria resurrección de la Argentina y frenar un proceso de decadencia vertical que lleva algo más de 80 años.

Me sorprendió cuando me dijo que yo era uno de los elegidos para ayudar a nuestros compatriotas a volver al camino recto, que los argentinos habíamos perdido desde mediados del siglo XX, para peregrinar sin un rumbo definido en un espacio sembrado de obstáculos y de conflictos imprevisibles.

Entre los intelectuales convocados que aceptaron ese desafío de repensar la Argentina, figuraban Abel Posse, Abel Albino, Rosendo Fraga, Alieto Gauadagni, Juan Llach, Luis Alberto Romero y una pléyade de personalidades de fuste.

Me entusiasmó la idea de poder aportar un pequeño grano de arena a este propósito de crear una nueva visión sobre la arquitectónica política que debe advenir para que la Argentina vuelva a ser un país desarrollado y que logre retomar un lugar de preeminencia en el mundo.

La dificultad que encontré "ab initio" fue determinar cuál es el nudo gordiano que debemos cortar con tajante decisión para enderezar decididamente nuestros pasos hacia el perdido destino venturoso, y decirle a una exhausta y yacente Argentina: íLevántate y anda!

Mi intención era encontrar la secreta clave del gran morbo nacional que nos precipitó de ser el país de la aurora ,"la tierra de promisión", "el refugio de toda raza afligida y de toda humanidad triste", "la cornucopia de la abundancia", la patria de "los ganados y las mieses" -que además de merecer las bellas metáforas y adjetivaciones poéticas transcriptas, figuraba entre los diez países más prósperos y pujantes del mundo- a un lugar insignificante, de oscuridad, de desolación y de nostálgica tristeza, que nos ubicaba entre los patéticos perdedores del planeta.

Descubrí que esta decadencia vertical, revelaba una alineación de la política nacional en una dirección profundamente equivocada. Entonces decidí escribir un breve artículo que denominé "Argentina, en la encrucijada" que desnuda a aquellos que proclaman una doctrina persistentemente hegemónica, pero profundamente errónea.

Ellos creen percibir que la Argentina está ubicada entre los países subdesarrollados de América Latina y del mundo. Estos "gurúes" desde su lamentable error de visión, infringieron al país un enorme daño moral al adoptar la doctrina de la exaltación del pobrismo y el rechazo del trabajo que dignifica al hombre y sedujeron a las masas, con las dádivas que denigran a quienes las aceptan.

Hemos caído en la demagogia del subsidio, los planes del clientelismo a ultranza, la decadencia de la educación, la imagen de un Estado dilapidador que genera déficitis "ad infinitum" y que no brinda seguridad ni educación ni ampara a nuestros ancianos, que ha destruido sistemáticamente el sistema productivo nacional y que multiplica las villas miserias, donde sobreviven millones de nuestros compatriotas sin esperanza.

En estos tiempos oscuros por la pérdida del rumbo correcto, hemos multiplicado exponencialmente a los pobres. Partimos desde un modesto 5% a fines de la década de los ochenta a un desorbitado 50% en la dramática actualidad del año 2023. Esta situación debe terminar tajantemente. Debemos levantar la mirada, asociarnos a los países democráticos y progresistas como lo hizo la generación del 80, cuando el país creció y se ubicó en la decena de las naciones más prósperas del mundo.

El Estado no puede ser una bolsa sin fondo. El gasto público debe convertirse en inversión útil; inversión que debe brindar a todos los ciudadanos una educación de excelencia que es un factor imprescindible para el desarrollo humano. Otro gasto necesario es el que debemos aplicar a la prestación de un servicio de salud pública que debe convertirse en un bien comunitario del que gocen todos los ciudadanos argentinos igualitariamente. No se deben escatimar los recursos necesarios para lograr que la seguridad pública ponga freno al crimen organizado y también a la delincuencia sanguinaria y desmadrada que cada día enluta a víctimas inocentes. El dinero del Estado estará bien utilizado cuando se destine a afianzar la Justicia y asegurar su independencia. Es también imprescindible afrontar la reconstrucción de la Defensa Nacional, porque hoy somos un país inerme. La situación internacional demuestra que los países no pueden descuidar este aspecto del cual depende su subsistencia. Hay que recordar el sabio axioma romano: "Si quieres paz, prepárate para la guerra".

El Estado debe ser reducido drásticamente, pero no en las funciones esenciales señaladas: seguridad, justicia, educación, salud, previsión social y defensa.

El crecimiento sin mesura del Estado, termina por aplastar la producción nacional, por destruir la moneda y provocar la inflación incontenible. En forma urgente se deben levantar las retenciones, disminuir la presión tributaria, terminar con el dispendio y la orgía del reparto de los recursos escasos que deben sostener los servicios esenciales del gobierno.

Hay que poner freno a la intervención del Estado en la economía. Liberar las energías productivas de la nación que bastaron para convertirnos en el "Granero del Mundo" y en una esperanza para la humanidad.

Pero por sobre todas las cosas, para reubicarnos adecuadamente debemos declarar nuestra pertenencia al mundo libre, a las democracias, a los países que han hecho un culto del progreso. Debemos integrarnos a las naciones que crean riqueza, que generan continuamente el bienestar para humanizar la vida de sus habitantes, que se organizan para vivir una vida que merezca ser vivida plenamente.

Debemos terminar con los arquetipos dictatoriales que solo han causado miseria, degradación humana y pérdida de las libertades básicas. Devolver al pasado a los viejos y nuevos marxistas, que intentan retornar perfeccionando sus métodos para lograr la absoluta sujeción de los pueblos ilusionados.

No podemos seguir asociados a la tiranía nicaragüense, al fracasado "paraíso cubano", al siniestro gobierno venezolano que ha expulsado a millones de sus compatriotas y ha sumido en la miseria a los que se quedaron. No es conveniente seguir caminando del brazo con la Rusia imperialista, cruel y totalitaria, porque nuestra Patria nació liberando pueblos hermanos, vertiendo en todo el continente la generosa sangre argentina para que todos sus pueblos fueran libres.

Esta determinación debe ser tomada con la visión y la fuerza con que lo hicieron nuestros próceres: San Martín, Belgrano y Güemes, cuya pasión patriótica exaltamos, porque ellos lucharon por la libertad y por un gobierno patrio que construyera un país donde la vida sea digna de ser vivida. En el siglo XIX luchamos denodadamente contra una tiranía sangrienta que terminó siendo derrotada. Nos dimos una Constitución Republicana y Federal que volvía a ubicarnos en el enjambre de las naciones que habían abrazado la causa del progreso y del bienestar general.

Así fue que superamos el problema del inmenso desierto erial, que poblamos con la inmigración y lo convertimos en la fecunda "Pampa Húmeda" que nos dio el rol de ser el granero del mundo. Educamos al pueblo, al nativo y al que llegó de todos los "azimuts", desde todos los puntos cardinales, numeroso y bien dispuesto y nos ayudó a crecer, adaptando el mejor sistema educativo del planeta y trayendo docentes de los EEUU.

Abrimos el país a los capitales extranjeros que desarrollaron nuestras líneas férreas (más de 19.000 km de vías), la gran industria frigorífica y las inversiones impulsaron nuestra nación a un sitio de privilegio que comenzó a perder desde 1943 en adelante.

En aquel tiempo cometimos el mismo error que en la actualidad. Nuestra política exterior se inclinó hacia las dictatoriales potencias del Eje, que poco tiempo después perdieron la guerra. En el nuevo conflicto bélico mundial que se libra en Ucrania, volvemos a mirar con simpatía a los agresores y nos distanciamos de las democracias avanzadas de Europa y América.

Esta visión errónea es la que condiciona nuestra política. Nos hemos equivocado de modelo político, económico, social y cultural. Debemos volver a la luz, salir del cono de sombra en el que estamos sumidos. Recuerdo una frase que me dijo el sabio presidente Guido en un reportaje que le hice en momentos muy dramáticos para el país: "No hay vientos favorables para quien no sabe donde va".

El libro coordinado por el doctor Pedro Barcia es precisamente un ejercicio de un grupo de intelectuales argentinos, que escudriñando el futuro quieren proponernos proyectos sugerentes para reconstruir la Argentina.

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