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14 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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El legado de Jesús en un siglo de guerras y replanteos

El Concilio Vaticano II abrió las ventanas de la Iglesia de Roma al aire del mundo, para la unión con las iglesias orientales ortodoxas es una meta postergada, y la invasión a Ucrania puso nuevos obstáculos en el camino.
Sabado, 08 de abril de 2023 01:38

La Iglesia de Occidente se desenvuelve en un mundo dinámico.

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La Iglesia de Occidente se desenvuelve en un mundo dinámico.

Todas las religiones tienen un cuerpo doctrinal donde asientan sus principios y creencias, cuerpo que se origina por la revelación de Dios a su pueblo, a través de sus autores sagrados o profetas. Ese cuerpo doctrinal se llama dogma. Los dogmas en la Iglesia Católica son dinámicos, nunca estáticos, ya que su fuente es la Sagrada Escritura -como en casi todas las religiones del libro-, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. Se entiende por Tradición aquella sabiduría que se fue adquiriendo con el correr del tiempo, enriquecido el devenir de la historia. Los dogmas son como faros, o palos pintados de rojo en un camino nevado. Pero no pocas veces los seguidores de las religiones lo toman como justificación de sus propias creencias, o los interpretan casi literalmente, de modo que pueden allí fundamentar sus propios pensamientos o ideas. Para los fanáticos, los dogmas, como canta el cuplé de una popular murga uruguaya, son baldes en la cabeza que ciegan las miradas y permiten dejar de pensar con criterios propios, para ser guiados, no pocas veces de manera irresponsable; sirven para conseguir una falsa seguridad frente a un mundo inquietante y desafiante.

La Iglesia Católica se fue "aggiornando" a lo largo de los siglos y en la segunda mitad del siglo XX, salió de sí misma y en el ambiente de posguerra, se sintió impulsada a realizar grandes cuestionamientos hacia el interior. El Papa Juan XXIII proclamó la necesidad de abrir puertas y ventanas "para que entrara aire nuevo", "Es necesario volver a las fuentes genuinas de la revelación", dijo entonces. Convocó en el año 1963 a todos los obispos católicos del mundo y a teólogos, religiosos y religiosas a Roma para repensar la Iglesia en clave pastoral, no para reformar dogmas, pero sí para cambiar la mirada sobre ellos y echar luz en el modo de predicar el Evangelio a un mundo nuevo, con enormes avances científicos, y una gran revolución en las comunicaciones a escala mundial. Quien dice poder explicar el origen del hombre, su tránsito breve por este mundo y hacia dónde va después de la muerte, evidentemente, tiene la fórmula para ganar muchos seguidores. El problema fundamental es cómo explicarlo, cómo llegar a la mente y al corazón del hombre de hoy, a los jóvenes del mundo ciber, cuyo razonamiento responde a una lógica diferente de la clásica lógica deductiva de la generación Gutenberg.

La agitada reforma de la Iglesia no dejó indiferente a las otras religiones de origen cristiano o bíblico y se plantearon el trabajar en conjunto, unidos sin mezclar, respetando la base fundamental de la unidad, la Santa Escritura. Pero el fanatismo de los más conservadores, tanto evangélicos como ortodoxos y también católicos, provocó reacciones inesperadas, al punto que el papa Pablo VI lamentó, "A través de alguna grieta ha entrado el humo de Satanás en el templo de Dios". Tiempo de cambios internos en la Iglesia y de grandes revoluciones sociales por la década del 60 y 70; los cristianos evangélicos hicieron un viraje de su serena liturgia, junto a una visión negativa de la vida, hacia la renovación en el Espíritu, con los movimientos pentecostales que inundaron incluso las filas de los católicos. Comenzó a nacer con fuerza la necesidad de unirse, dando origen al movimiento ecuménico e interreligioso.

Iglesias cristianas en Oriente

Los cristianos ortodoxos pertenecientes a la Iglesia en Oriente eran vistos por los católicos como un bloque sólido, una liturgia rica en signos y gestos. Eran nuestros orígenes, hermanos mayores en la fe, que las circunstancias políticas y sociales fueron separando. Pero, los ortodoxos también tenían sus crisis internas, y a diferencia de la Iglesia Católica Romana no tienen un Papa, sino Patriarcas que en la comunión eclesial son "primus ínter pares", primeros en los iguales. Cada Patriarcado tiene sus iglesias dispersas por el mundo acompañando a las familias que fueron emigrando a lo largo de la historia. En el año 1961 comenzaron a trabajar por un concilio pan ortodoxo. Se trataba de reorganizarse totalmente a casi medio siglo desde la caída del zar Nicolás II. La Iglesia de Roma esperaba afianzar la unidad con la Iglesia ortodoxa rusa, pero la ilusión se fue desvaneciendo ya que con el triunfo bolchevique convivieron dos iglesias ortodoxas en Rusia; la tradicional, opuesta al régimen soviético. y la cismática, manipulada por el Kremlin.

En 1923 la Iglesia Ortodoxa de Constantinopla convocó a un Congreso, pero faltó la Iglesia tradicional rusa. Después de aquel fracaso hubo que esperar hasta el concilio que empezó el 17 de junio de 2018, en ausencia de la Iglesia.

Ortodoxa de Rusia, la más numerosa, rica y poderosa de todas las Iglesias ortodoxas. Es importante destacar que ya, en 1948, Stalin, había ordenado al Patriarca de Todas las Rusias organizar un gran concilio ortodoxo en la capital rusa, para conseguir a Moscú un título universal, equivalente ortodoxo del Papado católico. Además de hacer de Moscú la cabeza de la Ortodoxia toda, esperaba ganarse las simpatías del Oriente cristiano. El intento fracasó, en el marco de la Guerra Fría, y de la rivalidad muy antigua entre los Patriarcados de Moscú y Constantinopla.

Por otro lado, la Iglesia de Constantinopla, desde 1923, abandonó el antiguo calendario juliano para adoptar el gregoriano, lo que permite celebrar la Navidad el 25 de diciembre y no el 7 de enero. La Iglesia rusa junto a otras iglesias orientales sigue rechazando el cambio de calendario, de la misma manera que condena la línea ecuménica seguida por Constantinopla.

Las causas profundas del enfrentamiento de las iglesias son más políticas que teológicas. La desaparición de la Unión Soviética fue favorable a la Iglesia rusa, que consiguió un nuevo protector, el ortodoxo Vladimir Putin. La Iglesia ortodoxa rusa fue perdiendo autoridad frente a las iglesias de la extinguida URSS. El Patriarcado de Constantinopla tiene miles de fieles en Turquía, es muy influyente en Estados Unidos, Albania, Eslovaquia, Polonia, Rumania, Ucrania y todo el Oriente Medio.

En el 2018 se convocó el Concilio Pan Ortodoxo en Grecia, el cual terminó fracasando por las exigencias de Cirilo o Kirill, el patriarca de Moscú, reclamos más políticos que religiosos. Ucrania fue uno de los motivos del disgusto de Kirill, ya que la Iglesia ortodoxa de ese país se declaró autocéfala obteniendo el reconocimiento de Constantinopla y la mayor cantidad de iglesias ortodoxas. Moscú excomulgó al Patriarca ucraniano. Hoy en Ucrania la mayoría de las comunidades ortodoxas no responden a Rusia y defienden sus tradiciones, tratándose de una de las iglesias más antiguas de la región. En 1992 Filaret, el obispo metropolitano de Kiev lanzó la rebelión para independizarse del Patriarcado de Rusia, pero no contó con el apoyo de las 14 iglesias ortodoxas dispersas por el mundo.

Recién en el año 2014, cuando Moscú intervino militarmente en el este ucraniano anexando Crimea, muchos fieles se pasaron al autoproclamado Patriarcado de Kiev en Ucrania. En 2018 el Patriarca de Constantinopla decidió acordar la autonomía del Patriarcado de Kiev, convirtiendo a Filaret como Patriarca de una iglesia ortodoxa autocéfala. A partir de allí, Kirill habla de la Iglesia de Kiev y a quienes apoyan la idea de una nación ucraniana como las fuerzas del mal. Kirill igual que Putin sostienen la idea de una Rusia grande, la Rusia imperial y eterna, junto a la grandeza de su Iglesia. "Para Putin, la religión sirve al orden social y la moral familiar. A cambio, la Iglesia y su patriarca aportan un discurso religioso a la ideología del régimen", analiza el conocido historiador de las religiones, Jean-François Colosimo.

Entre Jesús y Putin

En este contexto podemos entender la profundidad de la respuesta del papa Francisco al Patriarca Ortodoxo de Rusia, en aquel fallido intento de comunicación virtual, interrumpida por Kirill de manera abrupta, cuando el Santo Padre le reclamó: "No seas monaguillo de Putin…". Francisco intentaba persuadir a Kirill para que lo ayudara a conseguir un alto el fuego en Ucrania y el fin de una guerra inexplicable, una invasión injusta en un momento histórico donde violencia parecía haberse superado. El papa Francisco contó en una entrevista a un diario italiano "Hablé con él durante 40 minutos vía Zoom. Los primeros 20 minutos me leyó, con una tarjeta en la mano, todas las justificaciones para la guerra. Le escuché y le dije: No entiendo nada de esto, hermano no somos clérigos de Estado, no podemos usar el lenguaje de la política sino el de Jesús. El patriarca no puede transformarse en monaguillo de Putin".

Felizmente, el Patriarca de Rusia no representa a todo el mundo ortodoxo, hay entre las cabezas de los patriarcados hombres santos, como Bartolomé, Juan X, obispos santos en todo oriente, que tomaron la posta del mandato de Cristo Resucitado "Vayan por todo el mundo y prediquen la Buena Noticia".

Dios se hizo hombre en Jesús, su Hijo y por amor se entregó a la muerte de cruz, nos exhaló su Espíritu y Resucitó para nuestra salvación. Cristo es nuestra paz y los hombres debemos aprender a construir, vivir y cuidar nuestra paz.

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