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Inteligencia y democracia artificial

Jueves, 01 de junio de 2023 01:24

La historia tiene puntos de quiebre sobresalientes. Fue el caso del estribo, que desde la batalla de Hastings significó una completa alteración geopolítica con el uso de la caballería. O la imprenta de Gutenberg, que difundió el conocimiento y sentó las bases de la democracia moderna. La inteligencia artificial generativa está en ese podio, reconfigurando la sociedad del siglo XXI.

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La historia tiene puntos de quiebre sobresalientes. Fue el caso del estribo, que desde la batalla de Hastings significó una completa alteración geopolítica con el uso de la caballería. O la imprenta de Gutenberg, que difundió el conocimiento y sentó las bases de la democracia moderna. La inteligencia artificial generativa está en ese podio, reconfigurando la sociedad del siglo XXI.

Esos puntos de quiebre aceleran la historia, ponen en movimiento dinámicas que hacen dudar de su eterno retorno. Pero sobre todo llevan a pensar el rol de las instituciones en el funcionamiento del sistema. Es notable como en esos contextos el desconcierto es tierra fértil para las desviaciones autoritarias, que proponen saltearlas con la excusa del remedio excepcional ante la emergencia.

Vale la pena pensar los partidos políticos en Argentina desde esta óptica. El primer cimbronazo lo sufrieron en 2001, desconectándolos de las clases medias. El segundo está ocurriendo; esta vez la ruptura es con las clases populares, algo inédito en nuestra historia contemporánea. La tecnología y la información disponible en tiempo real están poniendo fin al embuste profético, ese de una tierra prometida que nunca se alcanza o solo esporádicamente, a costa de liquidar riquezas presentes como si fueran eternas. Tan grave escenario pone en riesgo el sistema democrático. Nuestro régimen es representativo, no una democracia directa.

Y que esa representación se ejerce a través de los partidos políticos, por mandato constitucional que garantiza "su organización y funcionamiento democráticos". Aquí la clave de bóveda para desentrañar el problema. Porque si hay algo que falta desde hace años en el país, es una organización y funcionamiento democrático de los partidos políticos, como ordena el artículo 38 de la Constitución Nacional.

Latinoamérica tiene una tradición que bordea el autoritarismo, por izquierda o por derecha. Sirva de ejemplo el PRI mexicano y su famoso "dedazo", sistema que permitía que sus candidatos sean aclamados por la sola autoridad del hombre fuerte del momento. Sobre esa línea se inscribe el desafío de los partidos políticos argentinos: a puro dedo o golpe de twitt. Acuerdos, consensos, son las excusas para incumplir la Constitución, al amparo de encuestas increíbles, por la misma razón: la satisfacción o el descontento social se expresan más en las redes sociales (devenidas cloacas sociales) que en los cuestionarios telefónicos paleolíticos.

El gran inconveniente con este modelo auspiciado por el oficialismo y un sector novedoso de la oposición están a la vista: impiden formar una legitimidad sólida, porque las propuestas no se elaboran en base al ejercicio agonal de construcción, que es un proceso eleccionario interno. Una vez más la trampa de la tangente, tan autoritaria, tan poco democrática y tan inconstitucional. De allí que algunos lleguen a proponer sin sonrojarse espejitos de colores, como la eliminación del Banco Central.

No deja de llamar la atención los que critican el proceso de elección interna del principal espacio opositor, tentados por los cantos de sirena de la urgencia política. La legitimidad mejor concebida es desde las diferencias para la formación de las coincidencias, no desde los caprichos de uno o unos pocos. Así que paciencia y no arrebatos para cuidar nuestras instituciones de la democracia artificial.

 

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